“Para todos a los que mi testimonio pueda servir”: la carta del último denunciante de los Legionarios de Cristo

El Colegio San Isidro comenzó a operar en 1991, ocho años antes de los hechos denunciados. Se encuentra en la comuna de Buin, de la Región Metropolitana, y hoy tiene más de 750 alumnos.
El Colegio San Isidro comenzó a operar en 1991, ocho años antes de los hechos denunciados. Se encuentra en la comuna de Buin, de la Región Metropolitana, y hoy tiene más de 750 alumnos.

En un extenso escrito de cinco páginas, el hombre, de 34 años, relata lo que le tocó vivir entre 1999 y 2001, y de lo que, dice, solo fue consciente casi 20 años después.


El 24 de agosto pasado la comunidad de los Legionarios de Cristo sufría un nuevo remezón luego de conocerse una denuncia efectuada seis días antes por un exalumno de uno de sus colegios -San Isidro- en contra de un exsacerdote de la institución. Así, al Regnum Christi, de donde provienen los Legionarios, se le abría otra arista además del caso que había estallado poco antes en el Cumbres y que derivó en una carta de 32 exconsagradas que aseguraban haber sido sometidas a un ambiente en el que el abuso de poder y conciencia “era lo común”.

“Deseo informar que el viernes 18 de agosto recibí una denuncia de un exalumno del Colegio San Isidro, quien refiere haber sufrido una situación de abuso por parte de un exsacerdote legionario de Cristo entre los años 1999 y 2001″, decía un comunicado de Gabriel Bárcena, director territorial de los Legionarios de Cristo.

Hasta ahí era todo el detalle que se tenía de la situación. Sin embargo, días después fue el propio afectado el que difundió una extensa carta entre la comunidad, donde detallaba lo que le tocó vivir.

“Querida familia, amigos, padres de familia, comunidad de colegios de los Legionarios de Cristo y para todos a los que mi testimonio pueda servir. Mi nombre es Martín Mewes Achondo, tengo 34 años. Estoy casado y soy padre de dos niños. Esta carta es un relato muy personal, sobre una experiencia que ha sido difícil de comprender y procesar, pero que siento la necesidad y responsabilidad de contar, porque el silencio en situaciones como esta puede causar un daño profundo, especialmente a nuestros niños”, comenzaba el escrito de cinco páginas, que detallaba los procesos formales de denuncia en que ya trabajaba.

Ahí pasaba a contar que durante sus últimos meses viviendo en Estados Unidos llegaba a su casa casi todos los viernes y sábados alrededor de las 4 de la mañana, “después de haber tomado bastante alcohol, a seguir tomando más y solo”.

De vuelta en Chile en marzo del 2022, Mewes asegura que su señora le pidió que buscara ayuda profesional. “Después de varias sesiones fuimos tratando algunos temas que no llamaban mucho mi atención, pese a que era evidente mi consumo problemático de alcohol. Sin embargo, mis reacciones durante las sesiones no se condecían solo con esto. Poco a poco empezaron a aparecer recuerdos; imágenes de mí siendo niño, en una sala en mi colegio (San Isidro), con dos personas más. Un cura que recuerdo perfectamente, Luis Francisco González, y otro que siempre intuí que era el padre Daniel Reynolds, ambos pertenecientes a la congregación de los Legionarios de Cristo”.

“Cuando vi su nombre en una denuncia reciente”, prosigue el texto, “se me removió todo, me dieron ganas de vomitar y mi sospecha se hizo más real. Nos quedamos trabajando ese recuerdo, y cada vez que volvía a esa imagen mi cuerpo experimentaba reacciones que muy pocas veces había sentido. Estas sensaciones eran muy incómodas y perturbadoras. Sentía asco, debilidad, vergüenza, angustia y, sobre todo, mucho miedo”.

Finalmente, después de muchas sesiones, su psicóloga, dice, le ayudó a nombrar lo que para él era una sospecha. “Dijo: ´Lo que viviste fue una situación de abuso’”. En ese minuto, prosigue, “confirmé lo que siempre había creído. Había sido abusado. Esto pasó cuando yo tenía entre 10 y 12 años, edad en la que participaba como acólito y en otras actividades de los Legionarios de Cristo que eran muy atractivas para cualquier niño. Eras parte de un grupo “importante”, se jugaba fútbol, se hacían paseos a alojar y muchas otras cosas”.

“Coincidentemente, a esa edad mi personalidad cambió de manera radical. Al parecer, pasé de ser un niño muy alegre y cariñoso, a un niño muy retraído, malhumorado; bajé un montón las notas y mi actitud frente a todo lo relacionado con la religión cambió abruptamente y empecé a llevar la contra en todo lo que se refería a la Iglesia. Al parecer, había una rebeldía inexplicable en mí que para muchos era difícil de entender. Desde que tengo recuerdo, he estado en contra de los curas, quienes siempre me han provocado una incomodidad perturbadora. De hecho, entre bromas, siempre le dije a mi mamá que no me gustaban los curas porque “un cura me tocó” mientras estaba en el colegio. Hasta antes de enterarnos de la noticia, era solamente una talla, pero finalmente empezó a tener sentido”, se extiende luego.

En otro pasaje de la misiva relata que durante todo tercero medio “el padre Daniel Reynolds me sacaba de la sala de clases prácticamente todas las semanas para conversar de mi decisión (de no confirmarse). Fue bastante hostigador e insistente”.

“Estuve muchas horas investigando para saber si a alguien más le pasó, porque no puedo ser el único, y lamentablemente no encontré muchas respuestas, solo una. Al parecer (...) la gente calla y prefiere no hacer tanto ruido. Al menos fue lo que personalmente me pasó hasta hace poco”, asegura luego.

Hacia el final, Mewes dice que cierra la carta desde su experiencia personal de dolor, “pero también desde la rabia e indignación hacia la manera negligente en que los Legionarios y la Iglesia han manejado las situaciones y denuncias de abuso sexual de menores”.

“Quiero comentar que el comunicado que se mandó desde los Legionarios y desde mi colegio por mi caso en particular, es un buen avance, aunque personalmente por razones que creo que son obvias, no confío ni en los Legionarios ni en la Iglesia, entonces tampoco en sus intenciones”, concluye.

La contrarrespuesta

Fue el propio Gabriel Bárcena el que respondió, por medio de un comunicado público, a estos emplazamientos.

“Al leer la carta, es imposible mantenerse indiferente ante el sincero testimonio expresado, el que nos moviliza como personas y como institución. Nos duele profundamente que alguien, que fue miembro de nuestra comunidad educativa, esté sufriendo y nuestro deseo es acogerlo, acompañarlo y aclarar lo que ha sucedido”, comenzaba ese escrito.

Acorde al sacerdote, como movimiento están “comprometidos con la verdad y queremos actuar en consecuencia”. Por eso, dice, además de activar sus protocolos los antecedentes fueron llevados al Ministerio Público, tras la denuncia presentada ante el Departamento de Prevención de Abusos de la Conferencia Episcopal de Chile.

“Una de las personas mencionadas en la denuncia y en la carta, Luis Francisco González López, vive fuera de Chile, y dejó el ministerio sacerdotal en 2017. La otra persona, mencionada secundariamente, es el P. Daniel Reynolds, quien actualmente no ejerce ninguna actividad pastoral en colegios o con menores de edad. Es importante aclarar que el P. Daniel Reynolds llegó a Chile por primera vez en febrero 2005, tres años después de la fecha de la situación de abuso denunciada, que habría ocurrido entre 1999 y 2001″, aseguró Bárcena, además de abrir un correo electrónico para quien quisiera aportar antecedentes.

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