De pasar veranos en un balneario español a vivir la guerra: “Oímos las bombas. Seguimos escondidos”

Una vista muestra un edificio residencial destruido por los recientes bombardeos, mientras continúa la invasión rusa de Ucrania, en la ciudad de Irpín en la región de Kyiv, Ucrania 2 de marzo de 2022. REUTERS/Serhii Nuzhnenko

Salir a comprar comida o ir a la farmacia es una "misión imposible", comenta Olena Tyshkevych.


Olena Tyshkevych es una joven arquitecta de 28 años que se encuentra en Irpin, una ciudad ucraniana que está a unos 20 kilómetros de Kiev, y que relata en conversación telefónica con Europa Press el calvario que están experimentando desde que Rusia decidió invadir Ucrania.

Oír las bombas, saber que estamos en una guerra y en peligro no te deja descansar. Estoy siempre alerta, constantemente nerviosa. Todo está sucediendo muy rápido -señala escondida con su familia en la finca de sus abuelos-. Las tropas rusas han bombardeado el hospital que está en nuestra ciudad. Escuchamos las bombas y es terrible”, asegura Olena, que desde hace 20 años ha pasado los veranos acogida con una familia de acogida en Sabiñánigo, Huesca gracias a la asociación Asistencia a la Infancia de Zaragoza.

Su familia ha decidido no huir de la guerra porque Olena no quiere dejar solos a sus abuelos y abandonarlos a su suerte, ya que son demasiado mayores. Asegura que “nunca” pensó que podría vivir una guerra. “Sí que estábamos avisados, pero nunca pensé que realmente podría suceder esto en Europa en pleno siglo XXI”, señala.

Las tropas rusas quieren llegar a la capital y para ello tienen que pasar por su ciudad, aunque las milicias ucranianas se ocuparon de destruir los dos puentes principales que dan acceso a las carreteras de entrada a Kiev, ella admite que tiene “miedo”.

“Estamos en una zona residencial. Aquí son todo casas bajas. Por el momento, no han bombardeado mucho esta zona, porque son otras ciudades las que están sufriendo más”, asegura. Ella y su novio vivían en otro departamento en Irpín, pero en el momento en que estalló la guerra decidieron mudarse a la casa familiar porque tiene dos sótanos y es más “segura”.

Una mujer frente a un edificio residencial destruido por los recientes bombardeos, mientras continúa la invasión rusa de Ucrania, en la ciudad de Irpín en la región de Kiev, Ucrania 2 de marzo de 2022. REUTERS/Serhii Nuzhnenko

Para su familia, huir -como han hecho los más de 660.000 refugiados que han cruzado en la última semana la frontera con Polonia- no es una opción. “No queremos abandonar a mis abuelos. Son muy mayores y no podrían afrontar el viaje. Toda mi familia resiste aquí”, comenta. Además, en cierta manera, están imposibilitados a abandonar la zona. “Ahora mismo es muy difícil salir de aquí. Los puentes y las carreteras principales están destruidos. Hay carreteras secundarias, pero es casi imposible”, explica.

Ir a comprar comida o ir a la farmacia es casi una “misión imposible”. “El lunes tratamos de ir a la farmacia, pero estaba cerrada. Ahora han empezado a reabrir un poco los supermercados, pero las tiendas, los bancos o las gasolineras han estado durante días cerradas”, explica.

Un hombre saca una bicicleta de un edificio residencial destruido por los recientes bombardeos, mientras continúa la invasión rusa de Ucrania, en la ciudad de Irpin en la región de Kiev, Ucrania 2 de marzo de 2022. REUTERS/Serhii Nuzhnenko

Por ahora las tropas rusas no han podido avanzar ni entrar a Irpín.”Nuestro ejército ha conseguido cerrarles el paso. Pero todas las calles y las casas han quedado en ruinas”, señala. Su mayor preocupación es su familia y su entorno más cercano. “La gente que vive entre Chernóbil y Kiev ya no tienen ni luz ni gas”, lamenta.

Olena en 2018 comenzó a estudiar un máster de Arquitectura del Paisaje en Valencia. Pero debido a la pandemia, regresó a su país, donde terminó el máster. Entre sus planes estaba casarse con su novio este verano, pero debido a la situación actual es difícil que se lleve a cabo.

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