Aumentan en Chile los partos en casa

<img style="padding-bottom: 0px; margin: 0px; padding-left: 0px; padding-right: 0px; padding-top: 0px" alt="" width="81" height="13" src="https://static-latercera-qa.s3.amazonaws.com/wp-content/uploads/sites/7/200910/550385.jpg" />Cambiar la clínica por las cuatro paredes de su casa es una tendencia europea que comienza a crecer en el país. En países como Holanda lo sigue el 40% de las madres.




Cuando Marisol Larraín (34) le contó a su familia y amigos que iba a tener a su primer hijo en la pieza de su casa en Pirque, pocos le creyeron. Los que se dieron cuenta de que hablaba en serio, trataron de convencerla de seguir el camino tradicional que conduce a una clínica, pero ella estaba decidida a seguir con su plan, donde no cabían las inyecciones ni las caras desconocidas alrededor. Por eso, sus dos hijos nacieron en su casa y un tercero que viene en camino seguirá el mismo destino.

Esta vuelta a lo natural es una opción que ha tomado un círculo cada vez mayor de mujeres en el país y que desde hace décadas se convirtió en una tendencia en Europa, donde los partos en casa apuntan alto: el Holanda representan el 40% del total de los nacimientos. Un porcentaje nada despreciable.
Las mujeres que toman este camino tienen, en promedio, 30 años, la mayoría es de clase media alta y lo hacen porque quieren recuperar el protagonismo de su parto. "Es un momento muy íntimo que en las clínicas se pierde", dice Marisol. La pareja cumple el rol de "partero" y la matrona, de ayudante. La mujer hace el trabajo de parto sola con las respiraciones, y el baño de tina en lavanda y la compresa de hierbas medicinales remplazan a las jeringas y la anestesia. Luego, el bebé llega a su hogar: "En su espacio íntimo, con el olor de su familia... la conexión es distinta".

ENTRE GOTAS Y FRUTOS SECOS
Rosa María Román es una de las matronas que atiende en los hogares. Cuenta que su primera experiencia en la casa fue a principios de la década de los ochenta, cuando se lo pidió una extranjera. En ese momento le resultó algo extraño. Pero hoy la demanda de este tipo de partos ha crecido. "La gente está más informada y se da cuenta de que puede elegir otras alternativas más naturales", comenta. En los últimos dos años ha visto un especial interés y, dependiendo de la época, tiene hasta un parto mensual de este tipo. 

Algo similar le ocurre a Marta Ocampo, otra matrona que se ha hecho conocida en  el circuito de este tipo de partos. Cuenta que en los últimos años asistió más de 30 partos en casa. "En su mayoría, las madres también prefieren evitar el uso de drogas para facilitar los nacimientos. Tratan de tener una experiencia más natural, más consciente de lo que están haciendo", dice. Y esa tendencia más natural también se aplica en otros ámbitos, como las medicinas y la alimentación.

"Mis hijos sólo tienen dos vacunas y nunca les he dado antibióticos", relata Marisol. Amanda (9) y Lautaro (9) sólo recibieron la vacuna contra la poliomielitis y la tos compulsiva.. Cuando necesitan algún medicamento, toman las gotas de medicina antroposófica. Las clínicas sólo las conocen por fuera. "No me cierro a la posibilidad de que alguna vez caigan si una enfermedad se me va de las manos. Pero hasta ahora no han pasado de los resfríos", dice Marisol.

La alimentación corre por una línea parecida. En la casa hay un huerto donde se pueden encontrar verduras y especies. "Hasta los tres años no probaron la carne", cuenta la madre. El menú incorpora muchas legumbres, cereales, arroz sin sal, avena y frutos secos.

Con siete meses de embarazo y en su nueva casa en San Alfonso, Marisol espera a su nuevo hijo y se dedica a hacer clases de yoga y a preparar a las mujeres que toman el mismo camino en el parto. Su casa está lista para cuando llegue el nuevo integrante. No sabe si es hombre o mujer. Tampoco hay un nombre definido. "A Lautaro lo observamos un tiempo, sentimos su energía y después escogimos el nombre", cuenta. Con su nuevo hijo o hija será igual. Y en casa.

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