Biblioteca Británica muestra el siglo XIX a través de la fotografía

La institución que posee una de las colecciones más grandes, com más de 300 mil imágenes, abre una exposición hasta el 7 de marzo de 2010 que explora la influencia de figuras como Talbot y Daguerre.




Ante la mirada curiosa del público, que le observa desde detrás de una reja protectora, un hipopótamo parece dormir plácidamente junto a un estanque, en el que se refleja su enorme masa.

El autor de esa imagen captada en 1852 en el zoo londinense es un aristócrata de origen español, Juan Carlos María Isidro de Borbón (18221887), duque de Montizón, pretendiente carlista al trono español y también durante algunos años aspirante legitimista al de Francia.

Es una de las fotografías que se exhiben hasta el 7 de marzo del próximo año en la sala de exposiciones del moderno edificio de la Biblioteca Británica bajo el título de "Puntos de Vista: el Siglo XIX capturado en fotografías".

La conocida institución cultural echó mano de sus riquísimo archivo fotográfico se calcula que tiene más de 300.000 imágenes, desde daguerrotipos (el invento del francés Daguerre) o calotipos (el del británico Talbot) hasta las fotografías científicas con ayuda de rayos X para montar una exposición de fuerte contenido didáctico.

En ella se examina el desarrollo y la influencia del nuevo medio desde su invención, en 1839, a ambos lados del canal de la Mancha por William Henry Fox Talbot y Louis Jacques Mandé Daguerre, hasta su conversión en una industria capaz de responder a un creciente mercado.

La fotografía se estableció rápidamente en Europa y América como el medio visual dominante y una herramienta de gran utilidad para las artes y las ciencias aunque también como simple "hobby".

El desarrollo tecnológico puso la fotografía al alcance de los menos duchos tecnológicamente y la convirtió en un medio cada vez más democrático.

El Museo Británico, del que forma parte la Biblioteca Nacional, comenzó muy pronto a adquirir fotografías, aunque no como actividad principal sino como acompañamiento de su coleccionismo general de distintos tipos de artefactos.

El grupo más importante de su colección institucional lo constituyen las imágenes de la India y de otros países asiáticos, lo cual refleja el patrocinio de ese medio como herramienta administrativa y documental de la East India Company a partir de mediados del siglo XIX.

La expansión imperial y mercantil europea contribuyó de modo poderoso a la difusión de la fotografía, como muestran las imágenes de esos países, así como de Egipto y Oriente Medio, adonde viajó, entre otros, el fotógrafo francés Maxime du Camp acompañando a su compatriota, el novelista Gustave Flaubert.

El nuevo medio sirvió también para la celebración del progreso industrial al documentar las exposiciones universales de París o Londres, para claros fines de propaganda nacional o para la expresión artística, por ejemplo en la corriente llamada "pictorialista".

Fue también una importante herramienta de documentación antropológica, etnográfica, arqueológica o astronómica, pero también histórica como atestiguan, entre otras, las dramáticas imágenes de guerras como la de Crimea (185356) o la Guerra Civil de EEUU de la década siguiente.

Es asimismo destacable el hecho de que el turismo se desarrollase como industria casi de forma paralela a la fotografía: el touroperador británico Thomas Cook organizó su primera excursión en 1841.

El retrato fotográfico como género alcanzó también rápidamente gran popularidad, sobre todo a partir de que la reina Victoria de Inglaterra aprobase en 1860 la venta de retratos de su familia.

La aparición de las primeras revistas ilustradas fomentó la fotografía de personajes famosos entre ellos escritores como Charles Dickens, Oscar Wilde o Charles Baudelaire, y los escaparates de los estudios se llenaron de fotos de personajes de la realeza, políticos, deportistas, héroes militares y actores o actrices.

Un capítulo curioso es el de la fotografía espiritualista de la época victoriana: algunos médiums utilizaron la fotografía para documentar la presencia de los espíritus de los desaparecidos.

Y pese a las burdas manipulaciones que presentan esas imágenes, personas tan inteligentes como Sir Arthur Connan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, llegaron a creérselas.

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