Romina Maroli: "Tengo un primo en el submarino desaparecido"

romina795

"Después de 15 días de búsqueda, se suspendió la fase de rescate y ahora sólo están enfocados en el submarino. Para la Armada ya no hay vida. Me puso mal porque es asumir una muerte sin verla, ellos están asumiendo una muerte por ti. Esto no es la búsqueda de una pieza metálica, es la búsqueda de 44 vidas".




Pasé toda mi adolescencia con Andrés, mi primo, al que siento como un hermano. Mañana cumple 37 y es papá de mellizas de dos años. Yo vivía en Córdoba y él a los 10 años se mudó a mi ciudad y nos reencontramos como familia. Estábamos a una cuadra y compartíamos todo. Nos cuidábamos mucho y nos conteníamos porque nuestros papás no estaban siempre presentes.

Escuchábamos a Metallica y Nirvana, la música de moda de esa época, nos subíamos a los árboles a comernos las frutas, tocábamos los timbres de las casas y corríamos. Lo pasábamos increíble, recuerdo que cuando nuestras tías dormían su siesta, revisábamos sus cajones para ver fotos antiguas o tomábamos una micro para ir al cine. Nos entreteníamos como cualquier niño de los 90, sin redes sociales ni tanta tecnología.

Al terminar el colegio nos separamos porque yo me vine a Chile a trabajar como modelo. Andrés era, no, él es, no puedo decir "era" todavía. Él es muy inteligente, con excelencia académica y podría haber estudiado lo que quisiera, pero siguió su pasión: la Armada. Siempre sintió una atracción muy potente por el mar.

Estando yo en Chile y él enfocado en sus estudios, se nos dificultaba la comunicación. Pero teníamos que seguir nuestras vidas, salir adelante. Si nos quedábamos en el lugar en que crecimos, no podríamos desarrollarnos, teníamos que salir de Córdoba para surgir y conocer el mundo.

El miércoles 15 de noviembre, día en que desapareció el submarino ARA San Juan, estaba jugando con mis hijas y la tele estaba prendida. De fondo escuché que un submarino se encontraba extraviado, pero no me percaté del nombre ni del país, creo que mi mente bloqueó ese momento.

El sábado 18 estaba en el hotel Icon, en una charla de una sicóloga argentina, cuando comencé a recibir mensajes de WhatsApp de mi hermana. Al principio no le tomé mucha importancia hasta que me pidió que la llamara urgente. Pensé que algo les había pasado a mis papás, salí de la charla y escuché un audio en el que, entre llantos, me contaba que un submarino se había extraviado y que en la lista de las 44 personas de la tripulación estaba Andrés.

Me quedé helada y me desesperé, necesitaba llamar, pero como estaba en un subterráneo no tenía señal. El tiempo que me demoré entre subir al auto y salir, se me hizo eterno. Cuando hablé con mi hermana, sólo ahí pude conectar con la noticia que había escuchado en la tele.

Seguí desde Chile los primeros cuatro días de la búsqueda de rescate y me comunicaba constantemente con mi familia, sólo desconectaba el teléfono para atender a mis pacientes en el centro sicológico donde trabajo. La prensa comenzó a contactar a las familias de las víctimas y llegaron donde mi tío. Más que ayudar, generaron un dolor extra, porque a pesar del momento de confusión y angustia que ellos estaban viviendo, los acosaron al punto de quedarse horas insistiendo con el timbre para que abrieran la puerta sólo por una nota.

El jueves 23 de noviembre viajé a Córdoba y me di cuenta de que en la familia había una movilización impresionante, todos estaban reunidos. No faltó ninguna pieza por mover.

Fue doloroso ver a los padres de Andrés, que superan los 80 años, estaban mal, desarmados, tristes y con una incógnita muy grande en el alma, buscando a su hijo, esperando una respuesta.

Con los días, comenzaron a surgir mensajes en redes sociales, cercanos me hablaban y me decían que los habían encontrado, que habían dado una señal de vida. Todos eran falsos. En un momento le tuve que decir a mi familia que mejor esperáramos los partes oficiales de la Armada.

Me pregunto cómo este submarino partió en esas condiciones. El sábado 26 de noviembre, recibimos una invitación al programa Periodismo para todos, de Jorge Lanata, que realizó una investigación que mostró que las reparaciones del submarino eran parte de un fraude en el gobierno de Cristina Kirchner. Lanata invitó a otros cercanos de los 44 marinos y mi familia decidió que yo fuera, era la única que estaba más armada, emocionalmente, para una instancia de este tipo. Asistir al programa era una oportunidad para acercar la situación al presidente Macri, pero también me permitió conocer a los demás parientes y las historias de los que están en el submarino. Ellos están en La Plata, esperando minuto a minuto qué avances hay y en qué va la búsqueda. Al verlos me di cuenta de que estamos todos destrozados porque realmente no sabemos nada. Eso nos deja el velo de la duda, de que quizás no los veremos nunca más. No se puede hacer un duelo si no cierras el proceso. No se puede.

Creo que el actuar del gobierno argentino fue muy lento. Pasaron muchos días antes de que informaran a las familias y los datos que entregan no están confirmados, nos dan esperanza y después nos la quitan, nos dicen que los escucharon, pero luego que son ruidos biológicos. Aún no sabemos si ejerceremos acciones legales, ya que mientras no los encuentren, estamos limitados.

La noticia más decepcionante fue la del jueves 30 de noviembre: apenas después de 15 días de búsqueda, se suspendió la fase de rescate y ahora sólo están enfocados en el submarino. Para la Armada ya no hay vida. Me puso mal porque es asumir una muerte sin verla, ellos están asumiendo una muerte por ti. Esto no es la búsqueda de una pieza metálica, es la búsqueda de 44 vidas.

Yo aún mantengo la esperanza, pueden estar ahí todavía, respirando en un área que todavía no encuentran. A los mineros también los daban a todos por muertos y de repente aparecieron con un papel de la nada. No sé si está bien mantener una esperanza viva y hacerte ilusiones mucho más tiempo, pero es lo que tenemos y es a lo que nos aferrábamos.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.