Óscar Silva (71): “El coronavirus quintuplicó mis ventas”

Foto: Dedvi Missene

#CosasDeLaVida: “Nunca imaginé que las mascarillas cubrebocas tendrían tanto éxito; de hecho era uno de los productos menos importantes de mi fábrica. Cuando se expandió el coronavirus, desde el extranjero nos compraron todo el stock que teníamos”.


Toda la vida he tenido fábricas. Partí con una muy pequeña y artesanal; en ella trabajábamos un operario y yo. Hacíamos mochilas, sacos de dormir, carpas e implementos de campaña. En esa época en Chile todo eso era importado, pero a mí siempre me gustó hacer cosas innovadoras. Al principio, tuve la suerte de trabajar con jefes de empresas que me enseñaron bastante. Me asocié con uno de ellos, aunque nunca tuve mucho dinero y siempre fui el socio minorista.

En el 1973 me independicé y las Fuerzas Armadas me pidieron ayuda para hacerles la ropa. Además, en 1975 hubo una preguerra con Perú y yo les elaboraba carpas, sacos de dormir y mochilas. Justo en ese momento, estábamos en crisis y no podían recibir esos elementos del extranjero. Yo les solucioné el problema.

Sin embargo, debo decir que me he tenido que levantar varias veces. En 1980 más o menos nos entraron a robar e incendiaron la fábrica completa. Se llevaron todos los sacos de dormir. Tuve que partir de cero y me costó bastante salir adelante, pero recibí mucha ayuda y lo logré.

Después de 40 o 50 años dejé de fabricarles a las Fuerzas Armadas porque empezaron a llegar estas cosas de afuera, por lo que ahí empezó una competencia más dura y me quedé sin trabajo. Fue triste tener que cerrar mi fábrica, pero mi hijo Mauricio me salvó y nos recuperamos.

“La popularidad ha llegado a tal punto que la otra vez llegó un embajador y lloró en mi escritorio. Fue terrible. Me decía “ayúdeme”. Le dije que no le podía vender más de 10 mil, porque también quería repartir a los demás”.

En el terrible accidente que tuvieron los mineros de la Mina San José, en el 2010, nos pidieron si podíamos elaborarles una tela antibacteriana, ya que ellos no se estaban bañando. Necesitaban un material antihongos y, por esto, salimos a buscar e informarnos. Ahí descubrimos el cobre. Utilizamos como respaldo un estudio que realizó la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, los que aprobaron este metal como único material natural antibacteriano. Pero no pudimos conseguirlo y no logramos ayudar.

En la fábrica, que se llama CoureTex y está en Valparaíso, seguimos con la idea del cobre y mi hijo reacondicionó una máquina que era para separar el agua de los alimentos. Luego, compramos alambre de luz que tienen cobre y zinc. El proceso no resultó porque tenía que ser un cobre mucho más puro. Más encima todos te vendían por toneladas y nosotros queríamos sólo 100 kilos. Una empresa extranjera nos escuchó y a base de vapor creamos un hilo de cobre puro del grosor de un cabello.

Con esos hilos hicimos las primeras pruebas en un telar pequeño con el que antes hacíamos los puños de las chaquetas para las Fuerzas Armadas. Mi hijo lo desarmó entero para que funcionara con esta nueva tecnología. Pero gastamos muchos kilos de tela y fueron muchas pruebas y errores, pero la perseverancia es la clave. Ahora contamos con siete telares y mucho más grandes.

Logramos que las telas tuvieran certificación antibacterial. De hecho, la Universidad de Santiago comprobó que mata a la bacteria Escherichia coli y la Staphylococcus epidermidis. También recibimos el sello de los Institutos Senai en Latinoamérica y en Europa lo conseguimos con Intertek. Gracias a esto, recibimos ayuda del Estado, y Corfo nos dio el “premio de invención”.

Foto: Dedvi Missene

A pesar de todo esto, siempre fuimos más reconocidos en el extranjero. Intenté acercarme al Ministerio de Salud, pero nunca me recibieron. No hubo caso. Estas telas solucionarían muchos problemas, ya que las enfermedades intrahospitalarias causan seis mil muertes al año, pues no existe un protocolo de lavado y se transmiten muchas infecciones.

Seguimos fabricando cubrecolchones, fundas de almohada, traperos, cortinas, ropas para animales, productos de belleza y uniformes para trabajadores. Debo decir que nunca imaginé que las mascarillas cubrebocas tendrían tanto éxito; de hecho era uno de los productos menos importantes. Cuando se expandió el coronavirus hace un mes aproximadamente, desde el extranjero nos compraron todo el stock que teníamos. Antes estábamos en 12 países y actualmente no sabría decir a cuántos llegamos exactamente. Nos llamaron de muchos lugares del mundo porque querían cinco, siete, doce millones de mascarillas. Pero con el modelo que tenemos, llegamos a máximo 100 mil unidades.

Gracias al coronavirus las ventas se quintuplicaron y eso me abrió varias puertas. He pasado por muchos altos y bajos durante toda mi vida y esto ha sido una oportunidad para levantarnos como empresa. Estoy feliz y agradecido por eso; siempre he dicho que tengo una varita mágica que se preocupa de mí, una estrellita.

A la oficina han llegado cónsules y embajadores de varias partes. El otro día vinieron de España, de la Agencia EFE. Ni sabía lo que significaba eso, después mis hermanos me dijeron que era un medio importante en Europa. También vinieron los de la Seremi de Salud porque querían que le vendiera al Estado. Yo les dije que sí, estoy preparado para venderles, siempre he querido vender en Chile.

La popularidad ha llegado a tal punto que la otra vez llegó un embajador y lloró en mi escritorio. Fue terrible. Me decía “ayúdeme”. Le dije que no le podía vender más de 10 mil, porque también quería repartir a los demás. Él se fue muy triste porque quería 12 millones.

La ventaja de estas mascarillas es que están hechas de cobre y son reutilizables. Duran de tres a cuatro meses. Si me preguntan, estoy casi seguro de que puede frenar el coronavirus, aunque no tengo una certificación que lo avale. Sólo lo digo por experiencia. El cobre históricamente ha matado hongos e infecciones y hasta los egipcios lo usaban para embalsamar. Por eso estamos viendo la posibilidad de llegar a fabricar un millón de mascarillas al mes. Esa es nuestra meta.

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