Adictas al romance

Si bien hablar de adicción al romance puede parecer extremo o incluso dramático, expertos aseguran que las personas tendemos a racionalizar las adicciones en la mente.




Como una de puerta de escape para nuestro cerebro que nos permite transportarnos temporalmente a otro tiempo y espacio. Así operan las historias románticas según explica la psiquiatra norteamericana de la Universidad de Stanford Anna Lembke y autora del best seller Dopamine Nation. La especialista en adicciones y académica ha contado en distintas entrevistas su propia experiencia de adicción y su relación con las novelas románticas. “Todos buscamos huir del dolor”, explica en su libro sobre dopamina, abuso de sustancias y dependencia. “Algunos toman pastillas, otros se sientan en el sillón para maratones de Netflix y algunos leemos novelas de romance. Cualquier cosa para distraer el foco de nosotros mismos”.

Y si bien hablar de adicción al romance puede parecer extremo o incluso dramático, Anna Lembke aclaró en una conversación para el podcast Armchair Expert -conducido por el antropólogo Dax Shepard-, que las personas tendemos a racionalizar las adicciones en la mente. Aclaró que, finalmente, el tema va más allá del estímulo que gatilla la dependencia. La adicción y las consecuencias nocivas se pueden generar siempre que existe un peak de dopamina que nos lleva a un desequilibrio de la homeostasis natural del organismo. Una especie de ley natural según la cual, cuando llegamos a un estado anímico más alto que el promedio o la línea basal, debe necesariamente venir una caída o bajón que permite compensar ese estado de excitación emocional. De esta forma, el romance puede operar como cualquier otro estímulo adictivo ya que, para muchas mujeres, este tipo de contenidos activan el funcionamiento del sistema de recompensa del cerebro, generan una respuesta gratificante y, con ello, viene el cobro de un precio debemos pagar a nosotros mismos por la dopamina que disfrutamos al leer esos “[…] y vivieron felices para siempre”.

Si nos sentimos invadidos por una sensación de vacío o nostalgia cuando termina la última página de ese libro que no pudimos soltar por días, o no podemos parar de pensar en la escena final de la historia de amor de una serie romántica, es posible que estemos ante una situación de dependencia emocional al romance. Y este fenómeno es más común de lo que parece. La psicóloga clínica especialista en adicciones de Grupo Mentaliza, Paola Ancarola, confirma que si bien no existe una clasificación formal en el DSM-V (Manual de Diagnóstico de Enfermedades Psiquiátricas) que incluya la adicción al romance como un fenómeno en sí mismo, lo que habría que observar y considerar como relevante son los síntomas característicos de una adicción y que se presentan en la forma en la que consumimos historias románticas. “Las dificultades principales de una adicción, pero expresada en el amor, sensación de enamoramiento o lectura de novelas de romance como agente de manifestación adictiva puede ser similar a trastornos como la dependencia emocional o la adicción comportamental”, explica Paola.

La psicóloga agrega que, en estos casos, el diagnóstico suele basarse en la presencia de patrones de comportamiento nocivos, obsesivos y compulsivos relacionados con el romance y que podrían describirse como: una obsesión constante por la idea de estar en una relación amorosa; la búsqueda incesante de conexiones románticas incluso a expensas de otras responsabilidades; sentimientos de ansiedad y malestar cuando no se está en una relación y, en general, una tendencia a idealizar a las parejas románticas.

Si sentir las historias de amor que vemos en la ficción como propias al punto de experimentar esa sensación de mariposas en el estómago es algo que nos ocurre con frecuencia y que buscamos conseguir una y otra vez, no estamos solas. La psiquiatra de Stanford Anna Lembke no es la primera —ni mucho menos la única— mujer que se ha enfrentado a la dependencia que puede generar el romance. Vivimos en una era en la que sagas como Cincuenta Sombras de Gray han superado récords de ventas impensados para la industria literaria y, autores como John Green y Colleen Hoover, se mantienen constantemente en las listas de más leídos con nuevas publicaciones año a año que giran en torno al mismo eje temático: el idilio del romance perfecto.

La psicóloga Paola Ancarola explica que, en general, se puede observar una inclinación en el género femenino a consumir telenovelas, comedias románticas, novelas eróticas, teleseries, entre otros contenidos que aluden a la vida de un otro, ya sea real o ficticio. “Es psíquicamente cómodo proyectar aspectos de uno mismo al criticar, envidiar, desear y fantasear con otras personas o personajes que no son parte de nuestras vidas reales”, comenta. “Los usamos como recipiente de nuestros deseos y rechazos. Podemos tramitar nuestros propios conflictos en ellos y el mundo del romance puede volverse nuestro enemigo si se utiliza como único modo de sentirse vinculado a una relación”, aclara la especialista.

Y si bien puede que esa pareja perfecta que nos ha acompañado por meses a través de la lectura o las pantallas puede no tener ningún tipo de red flags o señales de alarma que indiquen un potencial vínculo tóxico, debiésemos ser nosotros los encargados de poner las banderas rojas y establecer límites seguros. “Creo que las red flags deben estar puestas en las predisposiciones que cada persona tiene a adherirse a comportamientos o conductas rígidas para tramitar afectos difíciles o dificultades en las relaciones interpersonales”, comenta Paola Ancarola. Un ejemplo común de esto mencionado por la especialista se da cuando evitamos conectarnos con sensaciones de vacío y posponemos el inicio del camino para llenar verdaderamente ese espacio en nuestras vidas. En vez de hacernos cargo, evadimos a través del contenido idealizado de una novela romántica o erótica. Así, explica Paola, es como la adicción al romance se convierte en la puerta de escape de la que habla Anna Lembke porque nos permite ocupar el espacio interno que no puede ser llenado en la vida real o con vínculos de intimidad.

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