Cada una elige el tamaño de su jaula

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Ansiedad, despersonalización, pérdida de intimidad, falta de control y ausencia de expectativas. Estas son algunas de las consecuencias psicológicas más comunes que sufren a diario las personas que viven encarceladas. Comúnmente se suele decir que "la mente es nuestra peor cárcel", pero lo cierto es que la metáfora de estar cumpliendo una condena tras las rejas no se parece en nada a ser "presas de nuestros pensamientos". Esto mientras podamos movernos en libertad. Sin embargo, estas últimas semanas hemos tenido que acostumbrarnos rápidamente a la idea de que la libertad de movimiento –un bien que hasta ahora considerábamos básico– se vea limitado. Y es que, especialmente en cuarentena, la percepción del espacio que nos rodea puede contribuir positiva o negativamente a la idea que nos hacemos del mundo.

Maritza Bocic, psiquiatra de la Clínica Indisa y profesora de la Universidad de Santiago, recuerda que cuando tuvo que hacer su primera residencia médica le tocó participar en el proceso de desinstitucionalización de pacientes con trastornos mentales del Hospital Siquiátrico El Peral. La idea era progresivamente dejar de aislarlos –como se había hecho por años– para hacerlos interactuar con su entorno. "Me encontré con pacientes confinados a jaulas. Personas que vivían en condiciones tan precarias que cuesta relatar y cuya única actividad consistía en dar vueltas alrededor de su cama durante todo el día", recuerda. Como parte del plan, de a poco empezaron a bajarles la altura de las rejas a los pacientes. "Una pensaría que iban a salir corriendo, y eso hicieron algunos, pero muchos siguieron dando vueltas alrededor. Y no hubo cómo sacarlos de ahí. Esas jaulas eran sus espacios y se habían convertido en sus mundos".

La doctora Bocic está convencida de que las personas se acostumbran a vivir en el espacio en el que se confinan y que, como dice el refrán, cada uno elige el tamaño de su jaula. "El encierro es una realidad física y concreta, ahora para todos los que estamos en tiempos de cuarentena, pero estar confinados en la casa puede tener además asociado una impresión de encierro psicológico", afirma. "Esto es paradójico, porque hasta hace un mes atrás podíamos fácilmente haber estado quejándonos que queríamos estar menos en la oficina, pero ahora, cuando estamos obligadas a estar en nuestro hogar, se siente como que nos están quitando la libertad. Aunque en términos físicos nos refiramos al mismo espacio que añorábamos hasta hace poco".

Lo que cambia es la obligatoria de la situación. Según el psiquiatra Roberto Sunkel, la restricción de las libertades nos afecta profundamente, tanto a pacientes diagnosticados con enfermedades psiquiátricas como a personas que no. "La simple percepción de pérdida de control sobre la rutina cotidiana ya es suficiente para provocar efectos negativos", explica. Para el especialista ante la situación global de encierro hay dos opciones: una es pensar que al quedarse en casa se contribuye a un bien mayor y la otra es cuestionar la eficacia de la cuarentena. Esta última, según la doctora Bocic, sería abiertamente elegir pasarlo mal. Y hay quienes lo eligen. "Existen distintas formas de abordar esta situación de encierro. Todo va a depender de los mecanismos que cada una tiene para enfrentar los problemas y también dependerá del medio en el que nos estemos desenvolviendo. No es lo mismo estar sola en tu casa que vivir con tu familia disfuncional o estar conviviendo con una pareja con la que estás en conflicto".

La distancia y el vínculo que establecemos con nuestro entorno se transforman en dos variables sobre las que –hasta ahora– teníamos cierto control, pero que repentinamente hemos perdido. Y al verse disminuidas, la ausencia de privacidad y de circulación generadas por la falta de espacio pueden provocar alteraciones tanto en la salud física como mental. "El Covid-19 es un virus nuevo que no conocemos y como si eso fuera poco, hay un bombardeo de noticias negativas e información imprecisa que recibimos a diario por todos lados. Esto, sumado a que la mayoría nos enfrentamos a nuevas restricciones para desarrollar nuestros espacios laborales, se puede percibir como demasiado", dice el doctor Sunkel.

En un primer estado, la mayoría nos encontramos en una especie de estado de shock provocado por un cambio absoluto y drástico. "Lo que estamos viendo en pacientes sin sintomatología anterior de ansiedad, es angustia, intranquilidad, insomnio y muchas somatizaciones, como dolor de cabeza y dolor de espalda", explica el doctor. "Para prevenir esto, es recomendable mantener una rutina diaria, aunque no se parezca en nada a nuestra rutina anterior". La idea, dice, es mantener la angustia a raya. "La angustia, de hecho, es una sensación corporal de incomodidad que surge frente al encierro, especialmente gatillada por el querer salir y no poder", asegura la doctora Bocic, quien explica que siempre que una persona está entre dos polos y que no puede hacer lo que quiera, derivará en angustia.

"Convengamos que el contacto físico es irremplazable", dice el doctor Sunkel, asumiendo que en cuarentena no contaremos con los recursos con los que contábamos en libertad. Pero por un primer momento, llama a buscar alternativas para no sentir tan bruscos los cambios. "Es importante mantener vivos los vínculos. Mirarnos las caras aunque sea a través de una pantalla. Incluso en el teletrabajo la mirada se dirige a la cámara, buscando otra mirada. Esta es una de las claves de la interacción humana y las redes sociales nos ofrecen medidas paleativas para no sentirnos tan solos. Más que el aislamiento físico, el riesgo de una cuarentena es la soledad", dice.

"Lo que estamos viviendo va a tener implicancias para todos, diagnosticados o no", dice y la doctora Bocic. Según ella, las clases sociales más desprotegidas se verán especialmente afectadas porque muchas personas quedarán reducidas a espacios muy pequeños y ambientes adversos. "Estamos llamadas a mantenernos puertas adentro. Esto es un encierro. Pero las condiciones externas determinan el tipo de experiencia. Naufragar en una isla desierta es un encierro muy distinto al de estar secuestrada", explica.

Los especialistas coinciden en que estemos donde estemos, necesitamos nuestro espacio propio, físico y psicológico. "Tener distancia con otros también es sano, nos permite momentos auto reflexión e intimidad. Es decir, todas debiéramos poder ir tranquilas al baño. Pero no todas podemos. En una casa chica con un solo baño, en la que antes los niños estaban buena parte del día en el colegio y los papás en el trabajo, quizás el baño hace unas semanas no era tema, pero ahora es un gran problema".

Es que la idea de "espacio propio", tan necesaria en este contexto, está construida tanto con dimensiones físicas como mentales. La doctora Bocic explica que cuando estamos encerradas, tal como le ocurre a las personas cumpliendo una condena carcelaria, los pensamientos tienden fácilmente a proyectarse al futuro. "En cuarentena nos preguntamos cuándo vamos a salir y cuánto falta para eso. Pero como no lo sabemos con certeza, hay que evitar pensar así. Debemos traer nuestros pensamientos al presente y no estar dando vueltas en círculos en nuestras piezas, que es la forma más fácil de ponerse a pensar en lo que vendrá".

En este sentido la comunicación es una de las formas más efectivas de mantenernos en el presente y, según la doctora Bocic, hablar con alguien cumple esa función porque prácticamente se siente como salir de la casa. "A mí las aplicaciones de reuniones virtuales como Zoom y House Party me parecen geniales, porque nos dan la impresión de haber salido sin movernos". Lo cierto es que hasta hace menos de un mes estábamos tan acostumbradas a movernos abiertamente por distintos espacios, salir de la casa para ir a trabajar o a estudiar que teníamos normalizada esa libertad. Decidíamos trasladarnos hacia donde pudiéramos. "Pero ahora nos pusieron una jaula", dice la doctora Bocic. "Y es muy distinto que nos hayan puesto una jaula mientras afuera se puede estar y ser libre, a que nos hayan puesto una jaula y que afuera haya algo amenazante como el Covid-19. Actualmente el sentido de supervivencia, nos hace querer quedarnos en la jaula, aunque nos cargue. Porque en el fondo todos queremos vivir" dice.

"No existe en la historia de la humanidad el registro de una cuarentena global anterior. Así que como profesionales de la salud mental podemos suponer muchas cosas, pero lo cierto es que lo que viene lo tendremos que ir viendo día a día. Esto va a ser un desafío para todos. Lo que sí sabemos es que la información es clave para estar bien. Y comunicar esa información es parte fundamental de nuestro bienestar. Estar bien informadas, con la verdad y de forma clara, va a contribuir a que sepamos a qué atenernos. Así que, por favor, trabajemos en eso".

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