El después de poner fin a una relación con mi agresor




Desde que puse fin a mi relación, hace tres meses, estoy enfrentando en un proceso doloroso. Sin embargo, aunque la travesía ha sido dura, estoy comprometida en sanarme, pues ese vínculo fue una relación abusiva.

He buscado refugio en la psicoterapia, un espacio seguro donde puedo explorar mis inseguridades y trazar el camino hacia la superación de esta relación. Reconozco que no ha sido fácil, debido a diversas razones. Mi participación en una relación abusiva no solo implicó recibir maltratos, sino también enfrentar una constante contradicción. Soy consciente de mis sombras, las cuales han sido moldeadas por experiencias negativas en relaciones anteriores, además ser parte de una familia disfuncional.

La terapia ha destapado heridas profundas, revelando historias dolorosas, como el embarazo de mi madre a los 16 años, marcado por el castigo de mi abuelo al encerrarla durante toda mi gestación. A pesar de que mi madre estaba encerrada, con evidentes síntomas de embarazo, ella continuaba negándome, rechazándome mientras me gestaba. No quiero afirmar que esto me haya marcado para siempre, pero siento que persiste en mí hasta hoy, manifestándose como el miedo constante a ser rechazada en todos los ámbitos.

Mi ex pareja, es un extranjero de nacionalidad española. Él no solo poseía una personalidad fuerte, por no decir agresiva, sino que también estaba enamorado de sí mismo. Cometí el grave error de no ver las banderas rojas a tiempo. Lo que para él era una forma de resolver las cosas, para mí significaba sufrimiento recurrente. Y es que cuando teníamos diferencias o cuando no cumplía con sus expectativas, me rechazaba y degradaba mi cuerpo, personalidad, olor, entre otras cosas.

Aún así, compartíamos lo que yo vivía como momentos de felicidad y amor mutuo. Sin embargo, en esos momentos todo se volvía confuso, me enfrentaba nuevamente a la contradicción de no comprender lo que sucedía. Mi sistema nervioso no lograba entenderlo, llegando al punto de suplicar por su perdón o temer ser abandonada. Esta dinámica persistió durante cuatro años, lo que convirtió la relación en tóxica y abusiva.

Después de algún tiempo separada, he logrado ver claramente cómo esta experiencia afectó mi autoestima y aumentó mis inseguridades. Ahora, en el presente, alejada de él, sigo lidiando con la dificultad de encontrar tranquilidad y paz. Vivo constantemente con el miedo de que algo va a pasar, y creo que está relacionado con las heridas que me dejó esta relación, sumado a mi gestación.

En este momento, mi búsqueda se centra en encontrar tranquilidad y recuperar la confianza en mí misma. Aunque a veces dudo de que llegue el día en que alcance esa paz interior, al menos soy consciente de todo lo vivido y me esfuerzo a diario por sanar. Ese siempre es el primer paso.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.