El K-Pop invita a los niños de La Pintana a soñar

Cuatro colegios de la comuna realizan actualmente talleres extra programáticos de baile del género surcoreano con Martín Silva. Él, además de ser vecino de La Pintana, es líder de la banda Soldier, que en 2022 ganó el primer lugar del K-Pop World Festival. “El K-Pop permite a los niños ver la vida de otra manera, donde pueden buscar otras oportunidades en la cultura, el arte, la danza”, afirma.




Octubre, 2022.

Ahora les toca la gran final, contra Japón. Y lo logran. Obtienen el primer lugar del K-Pop World Festival y el Grand Prize del festival. Herrera, Sebastián Guzmán y Diego Echeverría saben la importancia de este momento. Viajaron hasta Changwon-si, Corea del Sur, para eso, para competir haciendo lo que más les gusta: Dance Cover.

Ahora le toca la gran final, contra Japón. Y lo logran. Obtienen el primer lugar del K-Pop World Festival y el Grand Prize del festival.

El anuncio del premio es emotivo, con gritos de “ceacheí” incluidos. “Fuimos historia y quedará en nuestras mentes por siempre (...) To the infinity, this is history”, publican en sus redes al día siguiente.

Agosto, 2023.

Casi un año después del triunfo, y a más de 18.000 kilómetros de Changwon-si, Martín Silva ingresa a las 15:30 al gimnasio del colegio Neruda, cerca de su casa la población Pablo de Rokha, en la comuna de La Pintana.

Se sienta en círculo con los estudiantes de su taller de K-Pop. Les habla de la importancia de la disciplina, del viaje a Corea del Sur, de cuando conoció a los integrantes de BTS y del fenómeno musical surcoreano que conquistó a los centennials. Luego se levanta y guía a los participantes en lo que él mejor sabe hacer: bailar.

A las 16:30 se termina la clase y se va a sus ensayos. Al día siguiente, Martín hará el mismo taller con niños de educación básica del Liceo Municipal El Roble. El lunes le tocará en el Juan de Dios Aldea, el martes en la escuela básica Aurelia Rojas Burgos para luego regresar el martes que viene al colegio Neruda.

Así es su rutina desde marzo de este año.

El baile, un motor social

Tan pronto ganaron la competencia en Corea del Sur, la alcaldesa Claudia Pizarro celebró su victoria en redes sociales. Y Martín, que creció en la comuna, decidió presentarle un proyecto para impartir clases de K-Pop.

Afinaron los detalles con el Departamento de Educación de la Municipalidad y empezaron las clases hace casi seis meses.

“Los talleres comenzaron con mucha expectación”, dice la alcaldesa. “Mi generación no conocía esta cultura musical y me bastó solo ser espectadora en los colegios para saber lo popular que es entre los estudiantes de la enseñanza primaria y secundaria”, añade.

La estética, el storytelling de los videos, la complejidad de los bailes, los colores y, principalmente las letras que ahondan en la búsqueda de identidad, en encontrar sus nombres, su voz y alzar su voz -parafraseando algunos mensajes de los ídolos del K-pop- atraen a jóvenes de todo el planeta. En Chile no es distinto: el furor es tal que el país fue el primero en Sudamérica en realizar el festival SM Town Live, el evento de K-Pop más grande del mundo.

Claudia Pizarro comenta que los estudiantes y apoderados de La Pintana han agradecido mucho la incorporación de esas clases, porque los más jóvenes están aprendiendo algo distinto a sumar, restar y leer. Están aprendiendo cultura, trabajo colaborativo, respeto, compañerismo y sentido de pertenencia.

Martín coincide: “para los estudiantes el K-Pop es una fuente de inspiración”. “Me interesa que los niños la vean como una disciplina para su futuro y que se den cuenta de que podemos tomar un género que es totalmente externo a lo que hacemos en Chile y entregarle a la comunidad una infancia y adolescencia sana”, cuenta.

Permiso para bailar

En La Pintana, uno de los sectores más pobres y con mayores índices de violencia en Santiago, el baile es también una apuesta por enseñar a los niños algo distinto y, de paso, mostrar al país una cara distinta de la comuna.

“Pertenecer al K-Pop es un círculo virtuoso. Ha sido muy bueno conocerlo y tener grandes exponentes aquí, en La Pintana. Vemos que esto no tiene que ver con una cultura violenta; al contrario, el K-Pop nos invita a soñar, nos invita a un mundo que de repente puede ser mágico, en una sociedad que ha ido perdiendo esa magia de creer en algo, de pertenecer a algo. Aquí necesitamos pertenecer a algo que sea positivo”, comenta Claudia Pizarro.

“El K-Pop permite a los niños ver la vida de otra manera, donde pueden buscar otras oportunidades en la cultura, en el arte, en la danza”, dice Martín. “Para mí enseñar K-Pop es la posibilidad de tener una comunidad donde no se refleja el alcohol o drogas, ni la violencia. Es una comunidad totalmente sana donde podemos transmitir danza, podemos transmitir felicidad, podemos desarrollarnos dentro del K-Pop”, añade.

De que los niños puedan desarrollarse en ese arte y, quizás, viajar a Corea del Sur, como le pasó a Soldier.

Pero para eso, primero hay que bailar. Bailar mucho y sin permiso, como dice esa canción de BTS: “No tenemos que preocuparnos / Porque cuando caemos, vamos a saber cómo aterrizar / No necesitamos de todo ese rollo, solo hagamos que suceda esta noche / Porque no necesitamos permiso para baila

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