Javiera Gómez, ajedrecista: “Cuando chica me hubiese gustado tener más referentes femeninos”




Javiera Gómez (18) estaba en primero básico cuando un día se quedó hasta un poco más tarde en la entrada del colegio esperando a que sus papás la pasaran a buscar. Fue ahí que una compañera se le acercó y le preguntó si quería ir con ella al taller de ajedrez mientras esperaba. Javiera asintió y juntas se dirigieron hacia la sala a la que Javiera entró de oyente.

Esa fue la primera vez que interactuó con un tablero, y aun recuerda lo fascinada que quedó con las piezas, en particular la del caballo. Por ese entonces estaba punto de cumplir 6 años y nadie en su familia jugaba ajedrez. Esa tarde le preguntó al profesor si se podía inscribir en el taller y él dijo que sí. Al poco tiempo sus padres le regalaron su primer tablero, uno cuyas piezas eran de plástico y particularmente grandes, el que aun conserva en la casa de sus abuelos y que usa con ellos cuando los va a visitar.

Así comenzó su trayectoria que a la fecha la tiene a menos de 300 puntos de ganar el título de Gran Maestra, el mayor reconocimiento que puede obtener en el ajedrez. Y es que con 10 años ganó su primer campeonato nacional y dos años después un Panamericano. A los 14 ya se había transformado en la tercera mujer en Chile en obtener el título de Maestra Internacional Femenino, el rango que viene antes de ser Gran Maestra, y no es solamente la mejor de su categoría (sub 18 femenino y masculino) a nivel nacional, sino que también una de las mejores exponentes del continente.

Actualmente en Chile hay alrededor de 100 hombres que tienen un puntaje relativamente alto en el Ranking ELO –sistema de clasificación mundial que mide la fuerza del juego en relación a sus oponentes–, pero mujeres solamente las hay dos, y Javiera, que pertenece al Club de Ajedrez de Los Ríos, es una de ellas. “De chica me llamaba la atención ser la única mujer en torneos de adultos. En los internacionales también veía que las categorías masculinas contaban con muchos más integrantes y el de las mujeres no. Aunque parte de mí se sentía orgullosa de poder estar ahí compitiendo contra ellos, sentía que todos me subestimaban por ser mujer y cabra chica. En ese contexto, es fácil desmotivarse y sentirse poco capaz. Porque, además, nunca nos han mostrado referentes femeninos”.

¿Cómo fue ser de las pocas mujeres que participaba en los campeonatos?

Me llamaba mucho la atención y también me daba pena no poder tener a una amiga que me acompañara en esto. Solo tenía a mi familia, que iba conmigo a todos los torneos. Mis oponentes eran hombres mayores, y al principio me subestimaban, pero les empecé a ganar y ahí me empezaron a respetar. Ahora lo pienso y me doy cuenta de que las mujeres siempre tenemos que esforzarnos el doble, y por eso nos cuesta más. Siempre tenemos que demostrar algo frente al resto. Ellos debieron haberme respetado desde el principio, por el solo hecho de estar ahí. Simplemente por estar jugando. Pero no es así para nosotras. Más de alguna vez me tocó escuchar comentarios desmotivantes y peyorativos. En un torneo en particular le gané a un señor y él me dijo: “cabra chica nunca más me vas a volver a ganar”, en vez de felicitarme. Fue muy desagradable. Yo me lo tomé como un juego, pero para cualquier otra podría haber sido un motivo para dejar de jugar. Imagínate lo desmotivante y desagradable que puede ser escuchar eso siendo que fue un partido limpio. Recibir comentarios así, en un rubro mayoritariamente masculino, puede hacer que dejemos nuestra pasión.

¿Por qué crees que hay tan pocas mujeres en el ajedrez?

La historia siempre ha sido así. Hemos visto a los hombres brillar, pero nadie nos muestra a las mujeres. No tenemos referentes femeninos y eso da paso a un círculo vicioso, porque al no tenerlos y ser mujeres, ¿a qué nos aferramos? No tenemos a quién seguir.

De chica dudabas de tus habilidades. ¿Habría sido distinto si hubieses tenido referentes femeninos?

Creo que sí. Yo tengo a mi referente, que es Judith Polgár, la mejor ajedrecista del mundo. Pero efectivamente cuando era chica y participaba de los campeonatos nunca veía a mujeres en los primeros lugares. En ese sentido, fui precursora en los campeonatos a los que asistí, pero no haber visto a tantas mujeres en esos rangos ciertamente incidió en la seguridad que tenía con respecto a mis habilidades. Ahora me pregunto si quizás las cosas habrían sido distintas si hubiese sido hombre. Y no por las habilidades, sino porque nosotras nos enfrentamos a más obstáculos para lograr cierta visbilidad.

¿Cómo entrenas y cómo te preparas para los campeonatos?

Entreno todos los días, mínimo cuatro horas al día. Algunas veces incluso seis u ocho horas. También tomo clases con el Equipo Olímpico Femenino y con mi profesor, un Gran Maestro de Argentina. Hay mucho por estudiar en este deporte. El juego se divide en tres etapas: la apertura, el medio juego y el final, y cada una de ellas tiene sus particularidades. En la apertura hay al menos 20 posibilidades de movimientos y no solo hay que elegir, sino que adelantarse a las jugadas que vienen después. Todo tiene que estar estratégicamente calculado. Los finales, por ejemplo, hay que conocerlos todos desde antes; hay que considerar todo tipo de desenlace para no improvisar.

¿Qué representa el ajedrez para ti?

Todo. Al menos este año, con la pandemia, lo único que he hecho es entrenar, ir a clases y jugar ajedrez online. Toda mi vida gira en torno al ajedrez y mis amistades también son de ahí. Siempre pienso que es lo mejor que me pudo haber pasado y fue de casualidad. Por lo pronto, quiero ser Gran Maestra, que es el último título que se puede obtener, después de ser Maestra Fide y Maestra Internacional. En Chile nunca ha habido una y para mí ha sido un sueño desde chica, literalmente soñaba con eso. Pensaba que jamás lo lograría, pero ahora veo que estoy a un solo paso.

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