La ola performática del feminismo: una nueva forma de protesta

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Este 8M fuimos millones marchando en las calles de todo Chile y miles las mujeres se organizaron con sus agrupaciones para realizar bailes y performances. Y es que en los últimos meses las artes escénicas, sobre todo la danza, se ha ido apoderando de las calles. Feministas ven el estallido y la irrupción de Las tesis como hitos en esta ola: el movimiento del cuerpo se convirtió en la manera de llevar el feminismo a todos los rincones y de visibilizar a las mujeres chilenas incluso en otras partes del mundo.




Afuera del Teatro del Puente en el Parque Forestal, decenas de agrupaciones de mujeres se preparan para intervenir el espacio. Ensayan con trompetas y panderos, se acomodan pelucas verdes, afinan voces, se abrazan y gritan arengas para darse fuerza y energía. Son las 11 de la mañana y este es el punto de encuentro que trabajadoras de la danza, de la música, del teatro, de las letras y de distintos colectivos de las artes escénicas han elegido para encontrarse y caminar juntas a la marcha del 8M.

En la esquina de un escenario improvisado, tres mujeres del colectivo En puja, creadoras de la obra de teatro Vagina, ajustan sus zapatos, cierran sus overoles grisáceos y cubren sus rostros con una tela transparente. Se plantan en medio del escenario con la estatuilla de un clítoris y hablan de su histórica invisibilización, mientras se mueven con energía. "Primera vez que sacamos esta escena a la calle", afirma Rocío Argandoña. "Teníamos muchos seguidores y quisimos abrirla, darle otro espacio y democratizarla".

Un poco más allá, un grupo de mujeres encapuchadas con enormes faldas forman un círculo en medio de la calle, como si estuvieran en un ritual de amigas gitanas. Hace tres años que salen juntas a bailar a las marchas. Clara Racz, creadora de la escuela de danza Sürü, que en turco significa manada o tribu, es quien las convoca. "El movimiento feminista ha despertado la liberación y la creatividad. Y la danza es eso: al no tener palabras para expresarlo todo, usamos el cuerpo", dice Clara. Sus faldas hasta el suelo también tienen una carga simbólica en el baile. Cuando se mueven por plaza Dignidad, se llenan de tierra y polvo como si fueran escobas –histórico objeto ligado a las mujeres– que limpian todo a su paso.

"Salir a la calle a bailar para nosotras es cambiar la historia de la danza que queremos vivir y poner el cuerpo. De alguna forma cambiamos los escenarios donde nos queremos mover. Más que nosotras hayamos querido salir a la calle, la calle misma nos ha impulsado a estar aquí y eso se lo debemos a agrupaciones anteriores que nos han inspirado, como Baila Capucha Baila", afirma Belén Arenas, teórica de la danza. Junto a 200 compañeras está colectivizada en la agrupación Trabajadoras de la Danza, que se creó tras el estallido social, con el objetivo de visibilizar la precariedad laboral del sector y organizarse para evitar abusos.

Desde el cielo se ve en medio de la multitud una mancha roja. Son 300 mujeres con capuchas rojas que bailan coreografías con la música de Mon Laferte, Anita Tijoux y Ni una menos de Rebeca Lane. Munay, una de las cuatro creadoras del colectivo Baila Capucha Baila, se detiene un momento para observar desde afuera lo que se está generando. No puede creer lo que ha logrado junto a sus compañeras.

Todo comenzó con un simple baile de dancehall de cuatro amigas encapuchadas –Alison, Alondra, Ashley y Munay– en medio de las marchas post 18 de octubre. "Baila capucha baila", comenzaron a cantar desconocidos. Comenzaron a hacer videos y subirlos a las redes. Cuando Las tesis llamaron a una intervención en todos los territorios, las amigas se sumaron y armaron una convocatoria para hacer la coreografía encapuchadas en Plaza Ñuñoa. Llegaron más de 100 mujeres y ese fue el comienzo de una ola que no pudieron parar, con miles y miles de seguidores en su cuenta de Instagram. "Teníamos mucha visibilidad y teníamos que hacernos cargo de eso. Era necesario tener presencia en otros espacios y nos organizamos para este 8M. Iba a ser la primera marcha en la que performábamos", cuenta Munay.  A través de redes sociales armaron un enorme cuerpo de baile. Confeccionaron capuchas rojas para 300 mujeres y los ensayos duraron tres semanas consecutivas. Juntarse a bailar comenzó a convertirse en un pretexto. "Nos dimos cuenta de que era una excusa para juntarnos y hacer feminismo. Más allá del día de la presentación nos importa el proceso, la comunidad y la sororidad que generamos. Es un espacio de contención, nos juntamos a intercambiar ropa, a compartir comida, nos hacemos reiki, conversamos, sanamos", aclaran.

Con ropas de lycra coloridas, glitter y consignas en sus cuerpos, el bloque de mujeres Pelvis Furiosa –organizado por el proyecto Movimiento Pélvico de la actriz Catalina Jorquera y el bailarín Mario Carreño– se mueve entre la multitud. "Arriba la pelvis, abajo el patriarcado", dice el carro donde viaja un parlante reproduciendo a todo volumen reguetón feminista y dembow. "El movimiento pélvico tiene que ver con liberar una zona que está muy oprimida en la sociedad chilena y que está sujeta a muchos estigmas culturales, a violaciones y abusos. Queríamos generar un cuerpo de baile donde mujeres pudieran mover libremente sus caderas, sin opresión, sin incomodidad", afirma Catalina Jorquera. Para la actriz, presentarse en espacios públicos tiene una connotación política distinta al escenario convencional: lo siente como una irrupción obligada. "Me gusta plantear problemáticas o preguntas que sean incómodas. A muchos no les gusta lo que hacemos y otros sienten ganas de bailar, pero lo ven igual. El arte sirve para modificar ciertos sistemas de creencias, sobre todo en una sociedad donde sus cuerpos están siempre en tensión".

Este 8 de marzo la artista Cheril Linett decidió no hacer acciones de arte en la marcha para lanzar por redes sociales su video performance Memorial. La autora del proyecto Yeguada Latinoamericana, que desde 2018 se ha hecho mediáticamente conocido por mostrar traseros con colas de caballo frente a Carabineros en las marchas, cree que la performance feminista es un fenómeno que viene dándose desde hace años, pero que tomó visibilidad hace poco. "En mayo 2018 el movimiento feminista alcanzó mayor cobertura en redes sociales y medios tradicionales y comenzamos a utilizar nuestros cuerpos como soporte de forma masiva para mostrarlo, para liberarnos de la moralidad y el conservadurismo. Las performances feministas comenzaron a llamar más la atención y luego del estallido fueron más quienes se atrevieron y se articularon para comenzar a salir a las calles y accionar", afirma.

"La performance siempre ha existido, pero se invisibilizaba. Las tesis en ese sentido nos dieron un impulso", analiza la historiadora feminista y bailarina de flamenco, Valentina Salinas. Valentina, junto a la Coordinadora 8M y a su agrupación Flamencas Feministas, organizó una convocatoria masiva por redes sociales con el hashtag #danzalahuelga para que distintas agrupaciones irrumpieran el espacio público con sus bailes el viernes antes de la marcha. El resultado fue sorprendente: a Plaza Ñuñoa, Parque Forestal, Estadio Nacional, Plaza Brasil y el Gam llegaron feministas de distintas edades a hacer danza contemporánea, flamenco, afro y reguetón con sus pañuelos verdes. El hecho de estar bailando en distintos lugares de Santiago de forma simultánea a dos días del 8M daba indicios de que lo que se vendría. "La crisis social nos abrió la posibilidad de luchar de forma diferente, de atrevernos a salir más".

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