Ser hija única me ayudó a ser independiente y lo agradezco

Ser hija única me ayudó a ser independiente y lo agradezco

Que son egoístas, mandones y torpes sociales. Mal genio y mimados. Los estigmas que antes pesaban sobre quienes crecían sin hermanos han ido desapareciendo gracias a la ciencia, que ha demostrado que los hijos e hijas únicas no son particularmente diferentes de aquellos que crecen con hermanos. Aquí Caterina, comparte su propia experiencia.




“En teoría, mi mamá no podía quedar embarazada y de repente, llegué yo. Fui la única hija que tuvieron. Mis papás siempre fueron muy trabajólicos cuando yo era chica, sobre todo mi mamá. Tampoco es que fueran despreocupados, todo lo contrario, pero al ser hija única, a veces sentía la necesidad de tener hermanos: quería especialmente una hermana mayor. Esa sensación me duró unos años, la sentí como hasta los 10 o 12 más o menos.

Algo que me ayudó mucho fue que la familia por parte de mi mamá era y es súper unida. Siempre fui muy apegada a mis primos y nos íbamos de vacaciones todos juntos. La menor de ellas, con la que tengo seis años de diferencia, vino un poco a suplir a los hermanos que no tuve y a llenar esa carencia de hermana mayor. Se quedaba a dormir conmigo y estuvimos todos los veranos juntas, no me sentí sola. Hasta el día de hoy mis primas son un poco como mis hermanas. Seguimos siendo muy unidas, ellas saben mis cosas y viceversa.

El hecho de que mis papás fueran los dos trabajólicos y que yo no tuviera hermanos me obligó a crecer de forma muy independiente, siempre he sido así. Si miro hacia atrás, creo que las cosas se dan como se tienen que dar. Yo siempre he sido agradecida de eso porque por eso fui tomando las decisiones que he tomado de adulta.

En algún momento tuve un conflicto con mi madre porque la sentía lejana, sentía que estaba todo el día fuera de la casa. Pero cuando uno es grande ve las cosas desde otra perspectiva: veo que gracias a ella yo también me pude desarrollar en lo profesional, tener un sustento económico. Ahora la veo como un gran ejemplo de mujer.

Creo que pasar tiempo sola me ayudó muchísimo a desarrollar un mundo interior propio que cultivo y aprecio hasta el día de hoy. Me acuerdo que me sentaba en una mesita en donde también hacía tareas y pasaba horas entre lápices y dibujos, entre libros. Me volaba. Todavía me gusta hacer cosas manuales y lo veo como una terapia porque me recuerda un poco a eso, me da una sensación de tranquilidad. Vivía en un condominio y me encantaba recolectar plantas y cosas. Me sentaba en una banca y me ponía a cocinar con las cosas que caían de los árboles, me pasaba muchas tardes así. Y así tenía otros juegos, siempre me sentí estimulada.

Nunca he tenido problemas para sociabilizar, de hecho me considero una persona bien sociable. Y creo que el hecho de haberme criado más sola, pero en un contexto muy familiar al mismo tiempo y con mucho cariño, me ha formado. No miro el ser hijo único como algo negativo. Creo que a los niños si uno los potencia bien, les da cariño y los educa para que tengan buenos valores, no deberían tener una necesidad de tener hermanos. No debería afectarles tanto.

Obviamente hay cosas familiares que fueron difíciles siendo hija única, no digo que sea un camino de rosas. En algún momento lo sentí más. Mi papá falleció hace ocho años de una enfermedad larga, estuvo dos años postrado. Tenía demencia y se fue deteriorando con los años. A pesar de que con mi mamá lo vivimos muy juntas, no había nadie más que me entendiera lo que yo estaba pasando. Vivimos la pena juntas por muchos años, pero me hizo falta compartirla con alguien más, con alguien en mi misma línea que me pudiera apoyar no solo con lo económico, sino también en el duelo. Yo no tenía a nadie con quién compartir esa experiencia de hija, porque a mi mamá se le estaba muriendo otra figura, su pareja. Fue complejo en ese sentido.

En el colegio tenía una compañera que era hija única y que llegó cuando estábamos en sexto básico. Nos hicimos súper amigas. Ella vivía cerca del colegio y yo siempre estaba en su casa o ella en la mía. Decíamos que éramos las hermanas perdidas y nos contábamos todo, aunque sabíamos que nuestra relación era de amigas más que nada. Seguramente hubiéramos sido igual de íntimas si hubiéramos tenido hermanos o hermanas, pero nos apañamos un poco con ese tema.

Creo que siempre han existido los prejuicios frente a los hijos únicos, pero me llama la atención que yo nunca recibí comentarios al respecto cuando era chica, sino que los recibí cuando ya era adulta.

Me pasó en mis primeras pegas, cuando estaba conociendo a mis colegas. Me preguntaban por mi familia y mis hermanos. Cuando yo decía que no tenía hermanos, siempre generaba una reacción: ‘¡Ah, me imagino cómo debes ser!’. En otras palabras, me imaginaban como una persona regalona y egoísta que no comparte sus cosas, que lo tiene todo para ella.

Yo les contaba que regalona sí, siempre fui, sobre todo de mi papá. Pero egoísta, no. Nunca tuve problemas en compartir mis cosas, no tengo ningún rollo. Aunque sí siempre he puesto límites, presto lo que sea pero que me lo pidan o me avisen. También dicen que podemos ser mandones y mal genio, pero nunca tuve recuerdos de que me hayan dicho algo así o de ser así. Tampoco nunca me he enrollado con los temas de espacio, he vivido con más gente, y eso que cuando era chica tenía todo el espacio para mí.

Creo que las cosas han ido cambiando mucho, sobre todo pensando en cómo está el mundo hoy y cómo impacta, por ejemplo, el cambio climático. En algún momento, cuando era más chica, pensaba que obvio iba a tener varios hijos porque yo no tuve hermanos. Pero ahora pienso distinto, a medida de las experiencias que he tenido, creo que con uno me conformaría. Igual traer un hijo o hija siento que es una gran responsabilidad. Creo que la decisión de traer niños al mundo con la pareja que tengas tiene que ser algo muy conversado y consciente.

Se lo dije hace poco a una amiga que está teniendo muchos problemas para tener su segunda guagua: la vida no se acaba cuando uno es uno, no tiene nada de malo. Hay cosas con las que uno tiene que apechugar, a mí me pasó con la enfermedad de mi papá y luego me tocará con mi mamá que está muy bien por suerte, pero ya tiene 75 años. Tienes que hacerte cargo, pero es la ley de la vida, la gente envejece y se enferma.

También siempre puedes tener gente a tu alrededor que son como tu familia. Yo soy súper sociable y tengo un círculo grande de amistades, pero obviamente al final son un par de amigos los que van a estar ahí para ti en todo”.

*Caterina es enfermera y tiene 34 años

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