Ceará: Ir de playas cuando es invierno

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Fortaleza -en el estado de Ceará- pareciera una ciudad de paso, pero tiene 2,5 millones de habitantes, una moderna infraestructura y playas de arenas doradas. Caminamos sus calles, y luego tomamos rumbo al sur para conocer un parque acuático, mecernos con el viento de Canoa Quebrada y apreciar la paz de una aldea pescadora.


"¿Quieren ir a Bichiparki?", dice el chofer del Uber que nos lleva desde el moderno aeropuerto de Fortaleza hacia la playa de Iracema, una de las más populares de esta urbe nordestina. La duda acerca de qué dijo, acentuada por la compleja pronunciación del portugués-cearense, se resuelve rápido: un enorme letrero con gente sonriente lanzándose por toboganes de agua anuncia al Beach Park, una de las principales atracciones de esta zona de Brasil.

Es julio, pleno "invierno" y la temperatura alcanza los 30°C, con un cielo limpio de nubes, garantía permanente del nordeste brasileño. Es temporada alta por vacaciones escolares y se hace muy notorio en la costanera de Iracema, en pleno centro de la ciudad y flanqueada por grandes edificios: centenares de niños y padres recorren una extensa rambla donde se mezclan personas trotando al atardecer, vendedores de artesanías, choclos cocidos, refrescantes aguas de coco, tapiocas callejeras y "selfies" de antología en el Espigão da João Cordeiro, un largo muelle que entra sobre las aguas tibias del Atlántico.

Fortaleza se muestra bella, mientras decenas de restaurantes en la arena ofrecen platos típicos como camarones con ajo y aceite, por 2 mil pesos, con vista a deportistas que juegan futvoley, acrobática mezcla de fútbol y vóleibol. En medio de este vendaval de imágenes, varias promotoras entregan volantes del omnipresente Beach Park.

Disney acuático

Fortaleza tiene elementos suficientes para quedarse aquí un par de días. Es barata, tiene buen clima y es ideal para ir con hijos. Viajando hacia el sur, su geografía es dueña de un set de atractivas playas que se inician en Iracema, continúa con la larguísima Praia do Futuro -palmeras, cervezas heladas y la desembocadura entre manglares del río Cocó-, hasta llegar a Porto das Dunas: magnífica playa curiosamente vacía.

¿Y la gente? Casi toda se encuentra a pocos metros, disfrutando y dando adrenalínicos alaridos dentro de una superestructura de entretenciones acuáticas vecina a las rubias arenas y que hace 34 años cambió el destino de este lugar cuando su visionario propietario, João Gentil, instaló un sencillo restaurante de playa. Fue la génesis del Beach Park. En tres décadas, Porto das Dunas pasó de la nada a tener cadenas hoteleras, casonas de gente rica y la mejor urbanización en el municipio de Aquiraz.

El Beach Park es como un Disney de agua. Decenas de toboganes, piscinas con olas artificiales, cascadas artificiales, baldes gigantes que mojan a quién pasa y atracciones divididas en familiares, moderadas y radicales. La joya es el tobogán "Insano", con 41 metros de alto y que se baja a 105 km/h en sólo cinco segundos.

Giselle Leal esboza una sonrisa cuando dice que se ha subido a todos los juegos. Ella es uno de los tres mil empleados que le dan vida al Beach Park y atienden a un millón de visitantes cada año: "Tuvimos 10 mil personas en sólo un día y fue una locura. Nuestro lema es que todos se lleven un baño de alegría y emoción". Aunque la entrada es cara -unos 40 mil pesos-, las sonrisas tatuadas de niños y adultos le dan la razón.

El reino del viento

Un cómodo bus llega, tras cuatro horas, desde Fortaleza hasta Canoa Quebrada, en el extremo sur del estado de Ceará. La ruta alejada del mar muestra el paisaje de la caatinga, ecosistema en que sobreviven bosques espinosos entre dunas y desierto.

Canoa Quebrada fue famosa hace dos décadas por convertirse en un santuario hippie con una extensa playa y un permanente viento tibio. La figura de una luna creciente y una estrella está en todos lados, pero de hippie quedan sólo los artesanos que se instalan cada noche en la Broadway, la calle peatonal más clásica de esta villa de sólo cuatro mil personas. Claro, los fines de semana este número se multiplica con la enorme cantidad de buses que llegan en tours "full day" desde Fortaleza.

Aun con ello, Canoa Quebrada mantiene esa tranquilidad pueblerina que se mezcla con los devenires del turismo masivo, pero que ayudan bastante: una gran variedad de lugares para comer o quedarse, cajeros automáticos y mucho internet.

Sus vientos le han dado fama, sobre todo entre europeos que cada mañana elevan sus kitesurfs y hacen piruetas en un mar lleno de oleaje. Durante el atardecer, y sobre los palafitos que venden cervezas y jugos en la playa, surcan el aire los parapentes. Hay opciones para aprender estos deportes, volar en tándem, viajar en buggy o subirse en una jangada de pescadores -bote clásico nordestino- que con una gran vela se mete mar adentro.

Hay que entrar al cementerio local, que tiene la mejor panorámica de la playa y las anaranjadas paredes de arcilla o "falésias" que la cercan. Al atardecer se recomienda observar la llegada de la noche desde la duna Por do Sol, mientras miles de golondrinas recortan el horizonte, o viajar a la cercana aldea pescadora de Prainha do Canto Verde, pocos kilómetros al norte.

Prainha se especializa en turismo rural, paseos en jangadas para pescar lo que se comerá en la cena y caminatas ecológicas entre palmeras y ríos. Es una reserva natural preservada por sus pobladores que decidieron no dar cabida a grandes hoteles y mantener su estructura de vida original, en una batalla continua entre el capitalismo y una paz en extinción. Se entiende en un lugar tan bello como éste, en que las dunas amenazan con devorarse las calles. Durante la noche, las estrellas surgen victoriosas en un cielo casi sin luces eléctricas.

En Prainha do Canto Verde aún vive el Ceará de los antiguos habitantes. Un lugar sencillo, con placeres humildes, que corona un viaje feliz.

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