Roberto Merino: “Pasé por el centro y es como una pesadilla, una ciudad por donde pasó una guerra”

El escritor deja de lado la crónica en Mundos habitados, su nuevo libro, para dar paso a una singular primera novela. En sus páginas, evoca sus años de infancia y juventud en un Chile del que añora ciertos elementos. En charla con Culto, habla sobre la escritura, la ciudad de Santiago en la actualidad y su faceta musical.


Cronista de corazón, y también poeta, tarde o temprano iba a llegar el día en que Roberto Merino Rojo (60) publicara una novela. O en rigor es la categoría más parecida con la que podemos etiquetar a Mundos habitados, su debut en el género vía Literatura Random House. En sus ágiles 202 páginas, sumerge al lector a un viaje por sus recuerdos de infancia y juventud, en el Chile de los 60 y 70 a través de una serie de capítulos ordenados cronológicamente, desde 1964 a 1977. Toca, por supuesto, el año del Golpe militar, 1973, donde “siempre estuvo nublado”.

“Puede ser presentado como novela en la medida en que, al menos, hay un narrador que sería una conciencia que se desplaza a través del tiempo, eso une todos los textos. No hay estrictamente una historia, de hecho, no cuento las cosas de modo consecutivo, pero son ramalazos, flashes, totalmente involuntarios, no hay ordenamiento del material de la memoria en términos cronológicos”, comenta Merino desde el otro lado de la pantalla, vía Meet.

“Hay cosas muy absurdas, la botella vacía de chacolí que había en un mueble y que esa botella aparecía, desaparecía, alguien la ponía encima de nuevo. Era aceptar las cosas que venían en el flujo de la memoria, era como ponerse a la orilla de un río y pescar lo que realmente aparezca”, agrega.

Quizás en ese flujo influye la forma en que se hizo este libro, bastante fragmentaria. Son textos que vienen desde, más o menos, 1996, señala Merino. “Eran textos de narrativa que coincidían en una memoria remota. Se perdieron varias veces, era un trabajo un poco inorgánico, desordenado. Tres veces se perdió una cantidad considerable de texto, pero yo seguía insistiendo y la primera persona que vio algo publicable, organizable en esta especie de majamama fue German Marin. Se fueron acumulando de nuevo hasta que finalmente cumplí mi deuda con Random House que la tenía desde 2006, ese año se firmo un contrato y nunca entregué nada.

¿Qué relación tiene actualmente con la figura de Nino Bravo? Lo menciona harto en el capítulo del año 1973.

Es un personaje del libro (ríe). Traté de indagar varias frecuencias de memorias y hay una memoria de lo imaginado. Ese personaje que se desprende de Nino Bravo es una imaginación ociosa infantil, cuando a los 11 años pensando en la canción de Nino bravo, me imaginaba una escena chilena, en que había una casa, un tipo sufriendo por amor, que tenía determinadas características. Entonces, lo que traté de recuperar en la escritura era cómo describir esa casa y al sujeto que me imaginaba. Hay un doblez nuevo de la memoria.

¿Le sigue gustando Nino Bravo?

Me lo topo por ahí en las radios, no lo tengo grabado. Para el libro juntaba videos de cantantes de radio de esa época, de comienzos de los 70 y los escuchaba porque activan totalmente las atmósferas.

29/12/2021 FOTOGRAFIAS AL ESCRITOR ROBERTO MERINO Mario Tellez / La Tercera

Del Santiago centro que vio de joven y que menciona en el libro, ¿hay algo que eche de menos?

Cierto paisaje de casa muy elegantes, a veces había una cuadra muy elegante de casas muy lindas, muy discretas, de dos pisos, con algunas modernas de los años 30. Esa mezcla de casas chilenas, para mi eso era Santiago. Cuando leía Papelucho me imaginaba que vivía en una de esas casa de los años 30. Mi casa era de 1870, y en la otra cuadra habían conventillos, había esa mezcla social vertiginosa, todo eso lo echo mucho de menos. También el hecho de que ninguna de estas calles eran calles malas, en términos de que uno corría riesgos, ahora no sé, ya desconfío no sé si ir a la noche a Santa Rosa con Alameda, capaz que sea muy peligroso, anda a saber. Plaza Almagro siempre tuvo un carácter medio delictual, por ahí San Diego que tenía vida nocturna, pero la calle de al lado era Arturo Prat y ahí no pasaba nada, no había nadie. Echo de menos ciertos paisajes que fueron violentamente interrumpidos. Hoy pasé por el centro y es como una pesadilla, la destrucción es como ciertas fotos de El Líbano de comienzos de los 80, estoy exagerando evidentemente, pero algo tiene de eso, una ciudad por donde pasó una guerra. Supongo que es una cosa momentánea.

Este libro tiene mucha retrospectiva, pero, ¿qué le pasa cuando ve lo que está pasando actualmente?

Una gran extrañeza e incertidumbre, no creo que estemos en un buen momento. Hay algo que ha afectado al lenguaje, al consenso inherente al uso de la palabra, los tipos pueden decir una cosa, pueden decir otra, se disponen en distintas ubicaciones tratando de salvar el pellejo, es un poco abismante, las palabras no tienen valor, son instrumentales nada más. Hay un gallo, un antifeminista argentino, bien molestoso, un provocador, un día una chica le dijo: “este tipo es golpeador de mujeres” y el gallo encaró a la niña, le dijo con qué fundamento estaba diciendo eso, y ella se vio acorralda y dijo: “bueno, es una manera de decir”. O sea, tiene un carácter instrumental: la gravedad de la acusación versus la calidad de su fundamento. Es muy grave. No me gusta lo que estamos viviendo. Es la torre de Babel y el inicio de todo conflicto.

¿Y en las calles?

Me pasa lo mismo con el odio totalmente ignorante e indocumentado al general Baquedano, a la escultura de Virginio Arias, tenemos pocas esculturas de algún valor en Chile y Virginio Arias es de los escultores señeros. Cuando le rompieron la pata a la escultura de Rebeca Matte, frente al Bellas Artes, por una carrera de autos, supongo por el hecho de ser un espectáculo capitalista pusieron el grito en el cielo todos los tipos del mundo de arte, sin embargo, la destrucción ingominiosa de la estatua de Baquedano la celebraban como una vindicación de no se sabe qué.

¿Es optimista o pesimista sobre el futuro del país?

En general optimista, salvo que en este momento no estoy demasiado animado. Pienso que podemos cosechar grandes problemas de todo esto y retroceder, y que la vida sea más difícil para todo el mundo después. Me acuerdo de lo difícil que era la vida en los tiempos de la UP y en la dictadura. En el 83, gente que no era pobre tenia que comer ensalada de porotos fritos, estaban racionando la comida como resultado de la crisis económica del 82. La pobreza expandida socialmente es de temer.

Usted tocaba en un grupo, Ya se fueron. ¿En qué está la banda ahora?

Se desarmó, no recuerdo el motivo. Traté de seguir con mis hijos, Clemente -quien estaba en el grupo- y sumé al otro, Agustín, que tocaba bajo, y traté de armar algo. Un día me dijeron que no, ya no querían, que no tenían tiempo. Y ya bueno, me compré por casualidad un sintetizador Casio antiguo y me puse a hacer cosas yo solo, justo en el encierro, guitarra dejé de tocar porque me dio una cosa que se llama túnel carpiano, en ambos brazos, entonces no puedo hacer acordes en la guitarra, me quedan los dedos trabados, la tuve que dejar. Siempre estoy haciendo música, pero ya solo.

¿Qué tipo de música hace?

Es una música bastante minimal, con arpegios y notas delicadas, un poco aéreas, poco acorde, ¿ah? Improvisaciones en base a dos o tres acordes arpegiados. Una música mental, la grabo en el teléfono. Me gustaría –si alguien se entusiasma- armar canciones con eso, porque algunas de las melodías son lindas. Funcionan.

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