La controvertida “Expedición Lynch”: cuando Chile arrasó el norte de Perú y encontró esclavos chinos

La controvertida “Expedición Lynch”: cuando Chile arrasó el norte de Perú y encontró esclavos chinos

Entre septiembre y noviembre de 1880, una fuerza chilena comandada por Patricio Lynch acudió al norte del Perú decidida a infringir daño económico a la nación con que se encontraba en guerra. Por diversas causas, el gobierno de Lima no pudo acudir en ayuda de la zona, y hasta hoy es un episodio que genera controversia en la historiografía. En Culto, lo revisamos de la mano de un historiador chileno y otro peruano.


Hacia los meses finales de 1880, la Guerra del Pacífico había entrado en una fase decisiva. Tras el triunfo chileno en la Batalla de Campo de la Alianza, cerca de Tacna, Chile se aprestaba para preparar el próximo golpe, tal vez decisivo y que permitiera terminar con las acciones bélicas y apoderarse de los territorios peruanos que hasta el momento se habían conquistado.

Por ello, surgió una idea. Una expedición militar que fuera al Perú decidida a arrasar con la economía de la nación enemiga. Esto, era algo habitual en los conflictos, como explica a Culto el historiador Rafael Mellafe. “En las Guerras de Segunda Generación como fue la Guerra del Pacífico y llamadas de desgaste o atrición, uno de los objetivos es destruir la capacidad industrial y económica del enemigo a fin de que no pueda solventar los gastos de la guerra y tampoco contar con una industria capaz de sostenerla. Es decir, ahogarlos económicamente. Ejemplos contemporáneos hay varios, entre ellos la táctica de ‘tierra arrasada’ del general Sherman durante la Guerra Civil Norteamericana”.

Así, comenzó a estudiarse una zona a la cual la expedición debía circunscribirse. Tras revisar mapas y planos, los mandamases chilenos decidieron enfocarse en el norte del Perú. “El objetivo era gravar con dinero o especias a los ricos hacendados del norte del Perú -señala Mellafe-. Esto, para hacerles sentir que la guerra no estaba circunscrita solo al sur del Perú sino que podía abarcar todo el territorio; disminuir o terminar con el apoyo financiero que estos empresarios el daban al presidente Piérola y así provocar un importante daño económico”.

Batalla de Tacna.

La zona, donde se encuentran Piura, Lambayeque, La Libertad y Ancash, es la región agrícola más productiva del Perú. Una región esencialmente rica. “En esta zona estaban los más importantes productores de azúcar y algodón del Perú -añade Mellafe-. De hecho, el llamado ‘Ingenio de Palo Seco’, productor de azúcar y de propiedad de Dionisio Darteano (uno de los ‘notables’ del Perú), tenía una inversión de un millón de libras esterlinas, una cantidad enorme para la época”.

El historiador peruano Daniel Parodi Revoredo, docente de la Universidad de Lima, agrega: “En aquellos tiempos, se cultivaba masivamente el azúcar y el algodón. Se trataba de grandes y modernas haciendas agro-industriales que producían para la exportación. Inclusive existían ferrocarriles que transportaban la producción directamente al puerto para ser embarcado, como es el caso de Pimentel en Lambayeque”.

De hecho, Parodi señala que la zona pasaba por un momento de desarrollo en lo industrial, la situación económica no era óptima. “Esas haciendas, además, acababan de ser modernizadas con moderna maquinaria para potenciar la producción debido al auge del guano. En el contexto de la Guerra del Pacífico, era la única zona de la costa, rica en recursos, que Chile no había conquistado militarmente, pues tanto el salitre como las islas guaneras ya se encontraban bajo control del invasor. Sin embargo, no hay que olvidar que en general, el Perú se encontraba en bancarrota desde 1872, que la gran depresión mundial de 1873 agudizó está situación y aún más la guerra con lo que la crisis económica afectaba a todos los sectores de la sociedad”.

Patricio Lynch fue nombrado comandante en jefe de Ejército de ocupación chileno en mayo de 1881

Así, a cargo del capitán de navío Patricio Lynch, la llamada “Expedición Lynch” zarpó de Arica el 4 de septiembre de 1880, a bordo de dos vapores: el Copiapó, con el regimiento Buin, la artillería y servicios anexos; y el Itata donde iban los batallones Talca y Colchagua, más la caballería. Llevaba una fuerza de 1.900 soldados de infantería, 400 hombres de caballería, 3 cañones Krupp de montaña, una sección de ingenieros y una ambulancia. En total unos 2.600 efectivos.

Los buques se dirigieron a los puertos de Supe, Chimbote, Trujillo, Eten y Paita. Al desembarcar, nadie hizo resistencia armada al desembarco o a las acciones que se llevaron a cabo. En rigor, señala Meffale, hubo “solo intentos de negativa para no pagar las contribuciones de guerra”. Esto porque la zona fue prácticamente abandonada a su suerte. Así lo explica Parodi: “La derrota del Perú junto a Bolivia en la batalla de Tacna destruyó el grueso del ejército peruano y la armada ya había sido vencida en el combate naval de Angamos. Por ello, prácticamente no se contaban con más combatientes, ni recursos militares y la ‘expedición de merodeo’, llamada así por el mismo almirante Lynch, básicamente no encontró resistencia”.

“Tendré el dolor de arrasar completamente su ingenio”

Una carta llegó a las manos de Arturo Darteano, el hijo de Dionisio, rico hacendado de la zona. Firmada por Lynch (contenida en sus Memorias), le comunicó sin aspavientos: “Impongo a su ingenio de Palo Seco, una contribución de guerra de cien mil pesos en plata o especies que valgan esa suma. Si no concreta Ud. inmediatamente, dando las órdenes correspondientes a su empleado, para que satisfaga la indicada contribución, tendré el dolor de arrasar completamente su ingenio de Palo Seco”.

Pese a su condición de hacendados, Parodi señala que la zona estaba empobrecida. “Lo que encontró Lynch en la costa norte del Perú, fueron hacendados y ciudadanos comunes ya arruinados por la crisis previa a la guerra y aún más por el conflicto, los que fueron instados a pagar onerosos cupos de guerra”.

Sin la ayuda de nadie, Darteano lo consultó con su padre, y decidieron pagar. Sin embargo, la noticia llegó al gobierno peruano, que no pudo hacer mucho. “El gobierno de Nicolás de Piérola se vio atado de manos para socorrer a los peruanos de la costa norte del país y su actuación casi se limitó a unos decretos prohibiendo el pago de cupos de guerra, lo que, en todo caso, solo sirvió para aumentar la destrucción”, señala Parodi.

Nicolás de Piérola, presidente de Perú entre 1879 a 1881; y de 1895 a 1899.

Sobre el decreto, se establecía una sanción: “Si era desobedecido se arriesgaban a un juicio por traición. Es decir, el peor de los mundos. Si no se paga, destrucción, si se paga juicio por traición”, señala Mellafe. Ante lo cual, los Darteano deciden finalmente no pagar nada. Esto provocó la respuesta de Lynch (registrada en sus Memorias):

El señor Jefe Supremo de la República del Perú podrá disponer lo que estime conveniente en el territorio sometido a su soberanía; pero no puede exigir obediencia en la parte del territorio ocupado por nuestras armas. Suponer lo contrario seria hacer ilusorio el derecho de la guerra. El Jefe Supremo del Perú no salva con su Decreto los intereses de su Señor Padre, si él pretendió el Jefe supremo impedir a nuestras fuerzas obtener el pago de las contribuciones que tienen el derecho de exigir, para su objeto, más acertado habría sido que protegiera con sus armas el territorio amagado por nuestras armas.”

Y así no más, las fuerzas chilenas procedieron a dinamitar el ingenio de Palo Seco y se llevaron sacos con azúcar y otras mercaderías. La situación se fue repitiendo en el resto de la zona norte del Perú. Como muy pocos podía pagar, sufrieron las consecuencias. Parodi señala esto fue transversal a la sociedad peruana, no afectó solo a los ricos.

“Estos ciudadanos, de toda clase social, vieron sus haciendas y viviendas incendiadas y destruidas, así como fueron despojados de sus bienes materiales como dinero, joyas, objetos de valor etc. Puertos y ferrocarriles enteros, como el puerto de Chimbote y toda su infraestructura, fueron arrasados sin más, también pequeños poblados que existían dentro de las haciendas. Lo mismo sucedió, por ejemplo, con Puerto Eten”.

Lynch y los chinos

En su paso por las haciendas, los efectivos chilenos se encontraron una sorpresa. Miles de ciudadanos chinos que se encontraban trabajando en las tierras en condiciones de semi esclavitud. “Las condiciones de vida eran espantosas, 200 chinos hacinados en una bodega que hacia las veces de vivienda. Los castigos eran corporales o bien eran engrillados”, señala Mellafe.

Esclavo chino. Foto cortesía Rafael Mellafe.

Lynch, decidió liberarlos y algunos de ellos se unieron al Ejército chileno. Los orientales habían acudido en masa a la región debido a las malas condiciones de vida en su país. “Estaban demasiado malas, y se produce un éxodo masivo de mano de obra barata a California y al Perú. Para aquello crearon la ‘Compañía Marítima del Perú' quien contrataba a esta gente en la misma China y los embarcaban hacia el Perú”, señala Mellafe.

Como suele ocurrir, al momento de firmar un contrato, una trampa dejaba prácticamente indefensos a los chinos ante quienes los contrataban. “En el contrato dice ‘que durante el referido periodo de ocho años no trabajaré para ninguna otra persona, sino solo en beneficio de la ‘Compañía Marítima del Perú' -cuenta Mellafe-. Y si se revisan los dos ‘Conste’ anteriores, verás que se contraponen y el chino quedaba en la absoluta indefensión”.

Uno de los contratos que firmaban los chinos antes de embarcar al Perú. Cortesía Rafael Mellafe.

La expedición se desarrolló entre 4 de septiembre y noviembre de 1880. Para Rafael Mellafe, Lynch tuvo éxito. “A mi juicio sí, se logró el cometido propuesto. Se les hizo sentir a los hacendados del norte del Perú que su país estaba en guerra y se trajo algún dinero y bienes”.

Para Daniel Parodi, se trata de la campaña “más controversial que desarrolló Chile durante la Guerra del Pacífico”.

“Los efectos devastadores, contenidos en la memoria nacional peruana, no pueden soslayarse por la liberación de trabajadores chinos de las haciendas incendiadas, quienes, en efecto, vivían en condiciones deplorables y habían reemplazado, hacía algunas pocas décadas, a la población esclava que laboraba en ellas. Pero la expedición Lynch no fue, ni se reduce, a una expedición libertadora. Pretenderla así constituye una grave falsificación histórica”.

En otras ocasiones he señalado la dificultad de un pedido de perdón de Chile al Perú por los excesos cometidos durante la Guerra del Pacífico -agrega el historiador peruano-. Chile fue el país que obtuvo la victoria y tiene derecho a honrar a sus héroes vencedores. Sin embargo, algunos gestos de empatía y solidaridad respecto de dichos excesos, que se cometieron por gobiernos y personajes que hace mucho no están entre nosotros, podrían allanar el camino para que esta guerra al fin se entienda como un acontecimiento pasado y no como una epopeya vigente, digna de la historiografía nacionalista del siglo XIX. Por su manifiesta y trasgresora violencia, la expedición Lynch debería constituir el punto de inicio para un dialogo reconciliatorio entre nuestras naciones respecto de una guerra que algunos actores y sectores, inclusive a través de las redes sociales, parecen seguir librando en el ámbito del imaginario”.

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