Benjamín Labatut: “A lo que más temo, todos los días, es a mí mismo”
El destacado autor nacional acaba de publicar su nueva novela, MANIAC, en la que relata la historia del matemático John von Neumann, el padre de la informática y de la Inteligencia Artificial. A través de ella, toca los recovecos, y sobre todo, los excesos de la razón. En charla con Culto desmenuza el texto, habla de literatura y su opinión de la IA.
Probablemente no existan muchas calles ni plazas con su nombre. O más bien, la adaptación que tomó de su nombre original húngaro al pisar Estados Unidos: John von Neumann. Lejos de la óptica del gran público, fue un genio matemático. “La persona más lista del siglo XX”, según se repite en diversos lugares de la web. Padre de la Teoría de juegos -usada hasta en la ciencia económica-, parte del Proyecto Manhattan -el que desarrolló la Bomba Atómica-, y sobre todo, influyente en el desarrollo de la informática.
Es que con los números Neumann buscaba captar el mundo, como por ejemplo, su idea de crear un modelo matemático para predecir los cambios del tiempo atmosférico. Por ello, el desarrollo de las máquinas fue indispensable para sus intereses. En la década de 1950 generó una super computadora, la MANIAC, con que contribuyó al desarrollo de la Bomba de Hidrógeno. Pero luego fue un paso más adelante al pensar en una idea que sentó las bases de la Inteligencia Artificial: la de crear organismos autónomos que tuvieran la capacidad de autorreproducirse, y que dicha capacidad se subordinara a las leyes de la lógica.
Belicista, antinazi, anticomunista, casado dos veces, siempre vestido de traje -incluso para jugar tenis-, esa vida tan singular atrajo al escritor nacional Benjamín Labatut (43). De ahí que se propuso escribir sobre su vida, tal como lo hizo en Un verdor terrible (2020) sobre otros científicos (y que le significó el reconocimiento mundial, siendo finalista del Premio Booker), pero en un tono más de novela que de ensayo. Así, Labatut presenta MANIAC, a través de la editorial Anagrama y disponible en tiendas desde el 15 de noviembre.
MANIAC es una novela sólida, ágil, brutal y que sacude al lector. En sus páginas, son varios narradores los que van contando la historia del científico, en un estructura coral. Con los límites y el desborde de la razón como norte, hay más de una capa de lectura. Los delirios, las obsesiones, los terrores.
También toca la vida del científico Paul Ehrenfest, de inicios del siglo XX, y en un salto en el tiempo, al 2016, relata el partido de Go (una especie de ajedrez chino) entre una computadora, la AlphaGo, contra Lee Sedol, el campeón mundial surcoreano. La máquina derrotó sin apelación a Sedol, por 4 triunfos contra solo 1 del humano. En sus sedimentos más profundos, la novela tiene mucho que ver con la Inteligencia Artificial y la incertidumbre que provoca su aparición.
Y sobre ella, Labatut conversa con Culto.
“Encontré a von Neumann en un libro –La catedral de Turing– y en los documentales de Adam Curtis. Yo ya me había obsesionado con la historia de Paul Ehrenfest, porque la vida de un físico que mató a su hijo y luego se suicidó, en 1930, luego de ser discípulo de otro gran suicida –Ludwig Boltzman–, encierra el tipo de misterio que me atrae. Por esa época también me enteré de los rumores de que algo raro, hermoso y aterrador había ocurrido en Corea del Sur, durante un campeonato de Go entre una inteligencia artificial y un campeón mundial, Lee Sedol. Pero la figura de von Neumann fue irresistible, porque es como si él hubiese sido una IA antes de que existiera tal cosa. Si hay una persona que sirve como analogía a lo que sería una inteligencia sobrehumana, esa persona es John von Neumann. De alguna manera, analizar su vida, sus ideas, los defectos de su carácter y el impacto que tuvo es una forma de pensar el mundo que habitaremos en las próximas décadas, porque nos guste o no, es bastante probable que pronto tendremos que convivir con inteligencias que serán rivales de la nuestra”.
Si bien, hoy la literatura está más anclada en la autoficción, la memoria y el género, de a poco se ha visto una incursión de la Inteligencia Artificial en la ficción, algo que -comenta Labatut- ya existía en otros géneros. “¡Hay muchísimos libros sobre inteligencia artificial! E imagino que un montón de novelas también. Ningún escritor de verdad ve un vacío y piensa en llenarlo con un libro, a menos que sea un miserable que solo piensa en las oportunidades del mercado. ¡Los vacíos no hay que llenarlos! Si ya están repletos y de ahí brota todo lo importante. El vacío –el verdadero vacío– está al centro de lo que hago, es mi principal motivación para escribir. Hice un libro entero sobre eso, Después de la luz. El vacío de aquello que no podemos entender, el vacío que excede nuestra medida, ese gran agujero donde enterramos el cuerpo de Dios. De ahí salen los libros”.
¿Cómo es el proceso en que se decide a elegir el personaje que abordará en sus libros?
Von Neumann tocó prácticamente todas las áreas de la ciencia moderna. Descubrirlo fue un regalo para mí, porque su vida me permitió abordar gran parte de mis obsesiones personales: los límites de la razón, la crisis en los fundamentos de las matemáticas, los delirios de la inteligencia artificial, los teoremas de Gödel, las paradojas del infinito, el descubrimiento del caos, la creación de la vida digital, el abismo al centro de la lógica, el regreso de los dioses, y los múltiples fantasmas que habitan nuestra tecnología. Y eso no está ni siquiera cerca de agotar todo lo que él hizo.
¿Qué fue lo más complejo durante la escritura de la novela?
Podría decir que fue hallar maneras de transmitir la belleza esotérica de las matemáticas, pero creo que lo más difícil fue saber cuándo traicionar la realidad, es decir, cuándo emplear la ficción. Porque hay que ser fiel a muchas cosas para poder escribir (esencialmente, al corazón del ser humano) pero el tipo de escritura que yo hago, fuertemente basada en hechos y personas reales, requiere que uno introduzca pequeñas gotas de ficción que envenenan el texto pero que al mismo tiempo le dan vida y lo llenan de sentido. Con eso se pueden exceder los límites de la biografía para crear un objeto extraño y liminal, que no es del todo cierto ni del todo falso, y que por lo mismo refleja la realidad de forma más fiel. O sea, un libro.
Escribió esta novela en inglés y, en general, escribe en ese idioma. Además, la traducción la hizo usted mismo. ¿Cómo es su relación con ese idioma? ¿Le acomoda más que el español para la escritura?
Me acomoda un millón de veces más. Me crie afuera y desde los siete años en adelante mi cabeza funciona en inglés. Cuando hablo conmigo mismo, hablo en ese idioma. Prácticamente olvidé el español durante años. En cierto sentido, lo siento como una segunda lengua.
Al menos, en la segunda parte, donde narra la vida de John von Neumann, optó por una estructura coral. ¿Qué le impulsó a escribir de ese modo?
Porque von Neumann fue un titán, un ser tan enorme que no puede ser comprendido desde una sola perspectiva. Es como tratar de ver una montaña de un vistazo. Peor aún, en realidad, porque el legado de von Neumann es una cordillera que atraviesa toda la ciencia del siglo XX, y que se adentra en la del XXI. Si hubiera utilizado un solo narrador, lo habría disminuido. Y también habría daría un juicio moral definitivo sobre su vida y trabajo. A los monstruos siempre los vemos de forma indirecta e incompleta. Siempre hay una parte suya que queda en lo oscuro. Porque desde allí –de las sombras– nace su poder.
Eso también explica por qué von Neumann apenas habla en el libro: si hablara, perdería algo fundamental, su capacidad para inspirar asombro. Von Neumann tiene algunas líneas en el libro, pero solo unas pocas, porque realmente quería que la gente prestara atención a lo que dice. Yo todavía estoy atormentado por sus palabras, así como el mundo está atormentado por sus obras. Y quería que los lectores sintieran algo similar.
Algunos autores plantean que la literatura es el terreno de la incertidumbre, de las preguntas. Al leer la novela, el lector se da cuenta de que hay una zona donde se cruzan el caos, el conocimiento y finalmente, la locura. ¿Busca en la narrativa una forma de aproximación a esa zona?
Si bien me fascina la ciencia, la razón y las ideas, el corazón de la literatura es el delirio, y si uno quiere escribir no queda otra que apelar a las estrategias del inconsciente. A la posesión, al ardor. Esos son los materiales con que uno se puede adentrar en el terreno de la incertidumbre, que es el único lugar por donde podemos acercarnos siquiera un centímetro a la verdad.
En MANIAC, al igual que en Un verdor terrible, hay un acercamiento a individuos con capacidades casi sobrehumanas y de una inteligencia sobresaliente que finalmente crean invenciones que en general resultan destructivas para la raza humana. ¿A qué conclusión ha llegado tras acercarse a estas personalidades? ¿Qué las mueve, cuál es su utilidad en la evolución humana, de qué manera son el retrato de un período específico de nuestra era?
No podríamos sobrevivir sin ese tipo de personas, que son tan destructivas como creativas. En MANIAC relato el nacimiento de la tecnología más transformadora de la modernidad (el computador) el cual está unido por un cordón umbilical con el arma más horrorosa y destructiva que hemos creado (la bomba de hidrógeno). Esas son las contradicciones que me interesan, no el juicio simple y sumario sobre el legado de una persona en particular.
Von Neumann tenía una inteligencia tan afilada que era cortante, pero su talento y genialidad ponen la ética en cuestión. No es fácil juzgar a un semidiós. Hay personas como von Neumann que están bendecidas (y malditas) con el don de la abstracción; tienen una perspectiva del mundo que es muy ajena a la de las personas comunes y corrientes. Decir que son malos, no basta. Como su amigo Eugene Wigner explicó, una mente como la de von Neumann, de lógica inexorable, debe haberle hecho entender y aceptar muchas cosas que la mayoría de nosotros ni siquiera podemos reconocer ni comenzar a comprender. Definitivamente no veía el mundo de la misma manera que el resto de nosotros.
¿Cómo le empezaron a interesar esta clase de personajes?
Yo siempre he sentido una fascinación con respecto a todo lo que es sobrehumano. Me interesan las singularidades –sean humanas, físicas o matemáticas– y los breves destellos de cosas que son demasiado grandes para nuestra imaginación. Lo que no nos cabe en la cabeza es lo que yo trato de meter a mis libros. El detonante, si lo hubo, fue una bomba que yo mismo me hice estallar en el cerebro, en una época en que pensaba que esa era la única forma de escribir canciones como las de Chinoy, versos como los de Maqueira, o textos que tuviesen la intensidad infernal de Bolaño.
¿Siente que se ha erigido como un escritor que ve las tinieblas de una expresión que suele ser tan magnificente como la ciencia?
Hay múltiples escritores que han visto y que ven las tinieblas de lo humano, porque a nosotros nos interesa la materia oscura, el reverso de las cosas, la luz que ciega, los chistes que hacen llorar. Yo trato de no erigirme, sino de seguir con la guata pegada al suelo como buena cucaracha, porque la literatura es un hábito de sombras que te enseña que mientras más oscuro se pone el mundo más lejos se puede ver.
¿Cree que las características de estos personajes también se pueden aplicar a otros ámbitos de desarrollo, como la política?
La política es el juego del poder. Y ese juego tiene sus propias reglas, que no tienen nada que ver con la ciencia, ni con lo que me interesa. Es un juego más importante, pero más simple. Dame al maestro Eckhart antes que a Maquiavelo.
Von Neumann aspiraba a poder matematizar los aspectos de la vida. Descubrir y racionalizar las leyes incluso del cerebro. ¿Qué sensación le causa dicha idea?
Absoluta fascinación. Porque las matemáticas son lo más parecido que hay a la magia. Lo digo muy en serio. Te doy solo un ejemplo: en 1943, Warren McCulloch y Walter Pitts publicaron un artículo que contenía el primer modelo matemático de una neurona. Era algo altamente simplificado, pero demostraron que las neuronas podían realizar todas las operaciones de la lógica. En base a eso, propusieron la primera teoría mecanicista de la mente, y el primer enfoque computacional para la neurociencia. Pero además inspiraron el diseño lógico que von Neumann inventó para las computadoras modernas. Esa simple abstracción de una neurona, reducida a un esquema matemático, es la base de las redes neuronales que le permiten a sistemas como ChatGPT, AlphaGo o DALL-E realizar las hazañas que hoy nos tienen a todos con ataques de pánico. Nunca sabemos qué ocurrirá cuando logramos capturar la esencia de algo con matemáticas. Lo que comienza como un paper puede acabar siendo el próximo paso en la evolución humana.
Entre otras funciones, MANIAC se concibió para la creación de la bomba de hidrógeno. Es decir, la autodestrucción del ser humano mediante la razón. En una parte se señala “el ser humano puede ser esclavizado por la razón”. ¿Pensó de algún modo en desacralizar a la razón como una fuerza infalible?
Me interesan los sueños que brotan de zonas ultra racionales, como la lógica matemática, pero también creo que hay raros ángeles que no sabemos bien de dónde nacen, y que nos cuidan y protegen de esos sueños. En mis libros intento hacer dos cosas opuestas: mostrar las maravillas que la ciencia descubre y la larga sombra que proyectan, ojalá al mismo tiempo. Pero no es una denuncia, sino un canto, una celebración con los dientes apretados. Yo estoy convencido, por ejemplo, de que hubo dos movimientos en los partidos que Lee Sedol jugó contra la inteligencia artificial AlphaGO que fueron verdaderos milagros modernos. Un instante en el cual el futuro se coló en el presente. La literatura se alimenta de esas cosas. Se trata de encontrar las huellas que deja el espíritu a medida que la ciencia lo espanta y lo aleja de este mundo.
Cuando describe la infancia de Von Neumann, dice: “Había algo levemente siniestro en él. Escalofriante incluso. Un aura de inteligencia que irradiaba desde sus grandes ojos marrones y que incluso el más idiota del curso era capaz de distinguir, porque él no podía enmascararla del todo con sus comentarios vulgares”. ¿Qué transformó finalmente a Von Neumann en el personaje que termina siendo? ¿O son hombres destinados desde niños a tal existencia que remata casi en la locura?
No me gusta juzgar a mis personajes. Yo escribo ficción, y en la ficción no hay espacio para juicios de ese tipo. Solo puedo decir que me siento particularmente atraído hacia un cierto tipo de locura que, para expresarlo de alguna manera, surge de la razón excesiva. Y que me gusta la gente que camina esa tierra de nadie que conecta la irracionalidad con el pensamiento racional. MANIAC trata, en gran medida, sobre los delirios de la razón, algo que me parece urgente, no solo porque hay una cierta locura que parece estar volviendo al mundo (basta ver a los presidentes que estamos eligiendo) sino porque estamos teniendo que lidiar con delirios perfectamente razonables que se encarnan en nuestra tecnología, o que animan, muchas veces de forma inconsciente, los sistemas que garantizan el funcionamiento del mundo moderno. Nuestras máquinas –sean físicas o sean la maquinaría mental que subyace a nuestras ideas– están pobladas de fantasmas.
Cuando traza un paralelo con otros hombres de su época, dice que “sólo él estaba completamente despierto”. ¿A qué se refiere con eso?
Creo que el pensamiento abstracto –la lógica matemática llevada al paroxismo, por ejemplo– puede entregar una claridad al pensamiento que se parece a la lucidez que han alcanzado, mediante ejercicios de meditación o prácticas de devoción, los yoguis, los brahmanes, los grandes filósofos o los místicos. Desde el punto de vista de una persona común y corriente, la conciencia de alguien que ha recorrido el camino de la mano izquierda, o ha dedicado su vida a la contemplación, es algo completamente ajeno y prácticamente extraterrestre. El desmonte que sufre la realidad y la percepción cuando practicas el budismo, por ejemplo, te lleva muy, muy lejos. Y creo que von Neumann, a través de un camino muy diferente, alcanzó una perspectiva sobre las cosas que muchos podrían considerar sobre o inhumana. Su trabajo es testimonio de ello.
En su ensayo La piedra de la locura postuló que la locura es una respuesta adecuada a una realidad cada vez más cambiante e incierta. En este libro, aborda cómo la razón se vuelve cercana a la locura. ¿Pensó en cierto diálogo entre ambos libros?
Todo lo que escribo está relacionado, porque mis obsesiones no cambian. No sé si es posible escribir (al menos de cierta forma) sin tener un pie en ambos lados del río que te lleva a la locura. Perder un poco la cabeza es un atajo maravilloso para alcanzar la claridad. Hay una cierta lucidez que emparenta a los locos, a los genios, a los artistas, y a cualquiera que sienta una profunda compulsión por ver las cosas más de cerca. Una gota de irracionalidad es muy útil para enfrentar la creciente complejidad que nos rodea, porque no solo nubla tu punto de vista, también lo ilumina. Te puede destruir, es cierto, pero si no lo hace, te abre de par en par. Te enseña a tolerar contradicciones y comprender paradojas. Te libera de ser prisionero de la razón o rehén del sentido común. Parte de la cura es la locura.
¿Qué piensa de la Inteligencia Artificial? ¿Ha usado Chat GPT? ¿Le tiene temor a la Inteligencia Artificial?
En este momento, parece que cualquier cosa fuera posible para esa tecnología, que el fin del mundo ha llegado y que a los seres humanos no les quedará espacio. Veo todo eso como una posibilidad muy remota, aunque es algo que debe ser considerado, por supuesto. Sin embargo, esas fantasías pasan por alto los aspectos que considero más importantes con respecto a la inteligencia artificial: si llegase a pensar, tendrá puntos ciegos; si logra ser creativa, tendrá límites, porque los límites son fecundos; si es capaz de imitar nuestra capacidad de razonamiento, puede que necesite (o desarrolle) nuestro talento para la locura. Y si carece de comprensión, si no se preocupa por la belleza y el horror que puede crear, entonces será estúpido ponernos en sus manos.
Quizás en esto, como en tantas otras, serán nuestras limitaciones, el hecho de que lo que pensamos y soñamos acerca del mundo generalmente no resulta ser cierto, lo que acabe por salvarnos. La IA, si se vuelve inteligencia verdadera, tendrá su propia sombra, distinta a la nuestra, pero seguramente relacionada. Y también debemos conocerla. Hay días en que también siento pánico por los escenarios de ciencia ficción, pero a lo que más temo, todos los días, es a mí mismo. A mi propia capacidad de hacer daño.
En los créditos menciona que leyó memorias y biografías de Von Neumann y vio el documental sobre el partido de AlphaGo contra Sedol. Yendo al plano más literario, ¿en qué lecturas se apoyó para el proceso de escritura?
Yo siempre escribo con mis ídolos en mente. Para el prólogo de la sección de Lee, por ejemplo, básicamente le robé todo a Eliot Weinberger, un maestro norteamericano del ensayo poético. En algunas voces de la sección de von Neumann usé citas de Bruno Schulz, que escribió como si una hueste de ángeles hubiese aterrizado en su cerebro, dictándole una prosa que es puro éxtasis. La historia de Paul está escrita a la manera de WG Sebald (que también tiene un relato sobre un profesor suicida, llamado Paul, en su libro Los emigrantes) porque ese estilo de narrador es mi favorito, y porque la tristeza sebaldiana es uno de los accesos más directos que tenemos a esa cosa que algunos llaman el alma del mundo. Pero lecturas más importantes para el libro son todas extraliterarias. Siento que la literatura (al igual que las personas) se empobrece si no hace más que mirarse a sí misma.
¿Vio la reciente película Oppenheimer?, ¿qué le pareció?
Prefiero no opinar sobre el trabajo de los demás, al menos no públicamente. Siento que estamos demasiado enamorados de nuestras opiniones, cuando es lo que menos importa.
Finalmente, cuando se plantea concebir un nuevo libro, ¿piensa en el éxito que significó el anterior, su resonancia y buenos comentarios? ¿Es una presión a la hora de escribir una nueva obra?
Jamás. Creo que ser indiferente a esas cosas es parte de la educación y el deber de un escritor. Yo escribo porque quiero conocer el mundo y porque se trata de la relación más intensa que establezco con el fenómeno humano. Yo nunca he tocado un tablero de Go, por ejemplo, y nunca he resuelto una ecuación, pero escribo sobre esas cosas porque sé que contienen un misterio. Del Go, por ejemplo, Lee Sedol dijo que, si uno llegase a comprenderlo en su totalidad, sería lo mismo que conocer la mente de Dios.
La literatura no tiene que ver con el reconocimiento, sino con el descubrimiento. Escribir sirve para dar vueltas alrededor de una epifanía que puede no ser tuya, que tal vez nunca logres alcanzar, y que probablemente jamás entiendas, pero que te puede dar acceso a una visión mayor, o llevarte de vuelta al mundo de la niñez, donde todo está imbuido de magia y horror. El éxito es muy agradable, es bueno saber que te leen, pero nada de eso te va a mostrar al Odradek en el último peldaño de la escalera. Y los libros son para eso. Para conocer lo invisible.
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