Benjamín Labatut, autor de Un verdor terrible: “El sufrimiento es una cuestión de sensibilidad y conciencia”

Foto: Julieta Labatut.

El escritor nacional acaba de publicar su último libro vía Anagrama, donde en una serie de cuatro relatos –inclasificables, según él– cuenta episodios singulares de la vida de científicos destacados, que por alguna razón terminan sufriendo en base a sus descubrimientos.


La desgracia del químico Fritz Haber, quien creó un pesticida, el Zyklon A, el cual fue usado por los nazis (modificado como Zyklon B)para el exterminio masivo de judíos , entre los cuales estaban sus parientes; la solución de las ecuaciones de la teoría de la relatividad de Einstein, llevada a cabo por el científico Karl Schwarzschild, en medio del barro y las trincheras de la Primera Guerra Mundial; la particular vida del matemático Alexander Grothendieck, quien decidió aislarse del mundo y renunciar a su vida científica luego de haber sido considerado un genio. Esas historias, y otras, son narradas por el escritor nacional Benjamín Labatut (1980), en su nuevo libro titulado Un verdor terrible, publicado recientemente vía Anagrama.

El libro, es una colección de relatos que su autor se niega a etiquetar dentro de las categorías tradicionales de la narrativa. “Contiene un ensayo que no es un ensayo, dos textos que tienen la forma de cuentos, una novela corta, y algo parecido a una crónica autobiográfica. Que los demás se preocupen de las definiciones. Las definiciones y las categorías no son más que otra demostración de la necesidad humana de encasillar las cosas para reducir la complejidad real del mundo, porque nos abruma y nos asusta”, dice Labatut con conversación con Culto.

Foto: Julieta Labatut.

-Un verdor terrible es una colección de relatos, ¿cómo fueron naciendo cada uno de ellos?

-Todos los relatos están conectados por una obsesión singular que recorre el libro completo: aquellas ideas, experiencias, métodos y fórmulas que no podemos comprender, por más que lo intentemos. Me interesa todo aquello que excede el modelo actual del mundo, o que lo amplía hasta volverlo inimaginable: las dos versiones enfrentadas de la mecánica cuántica, la singularidad al interior de los agujeros negros, la abstracción matemática llevada al paroxismo, y el horror que pulsa al fondo del alma humana, y que desplegó sus alas, como nunca antes, durante las guerras mundiales, gracias al avance de la ciencia moderna.

-Los “personajes” de estos relatos son gente real, como Albert Einstein. ¿Cuánto de verdad y cuánto de ficción hay en ellos?

-Yo siempre parto de la realidad. Escribo en base a la investigación, así que mis primeros borradores son 100% no-ficción. Luego voy introduciendo ficción, poco a poco, según la historia que quiero contar, para tratar de alcanzar una verdad más profunda que la que muestran los hechos desnudos. En ese sentido, creo que mis libros son más fieles a la realidad que los que son pura ficción, o pura no-ficción, porque así es la realidad cotidiana que habitamos: una mezcla confusa e indistinguible de ambas.

-Muestras a personajes que se ven atormentados por los descubrimientos que hacen, ¿por qué decidiste contar eso?

-A mí me interesa el conocimiento encarnado, las ideas que son sólo ideas, son estériles, pero sobre todo me fascina lo que ocurre con la mente del ser humano cuando se topa con un límite, algo que excede su comprensión. Eso es doloroso para cualquiera, no sólo para los grandes científicos y los genios, porque nos revela nuestras limitaciones, y nuestra profunda fragilidad.

El químico alemán Fritz Haber.

-¿Crees que esta relación sufrida que tienen los científicos con sus descubrimientos es una constante?

-No, para nada. El sufrimiento es una cuestión de sensibilidad y conciencia; hay hombres y mujeres que padecen más este mundo, porque están más abiertos. Abiertos al dolor de los demás, a la incertidumbre, a sus propias pulsiones, oscuras y luminosas. Hay otros, muchos, que avanzan sin pensar en consecuencias, dormidos en el sueño de la razón o ebrios de ignorancia.

-La mayoría de estos relatos están ambientados en la Europa del período entre las dos guerras mundiales, ¿por qué elegiste ese período?

-El periodo entre guerras del siglo XX fue similar al momento que estamos atravesando ahora: un vértigo de transformación, una caída acelerada y radical. Fue una época donde las pulsiones más hondas y antiguas (el fascismo, el neo-paganismo, el impulso de muerte) se dieron la mano con el afán racional y técnico que venía transformando el mundo desde la Ilustración en adelante. El matrimonio de ambas cosas fue un punto álgido, la entrada de un nuevo ser al mundo. Y nosotros, sus pobres descendientes, pareciera que estamos condenados a superar ese horror, y también a repetir ese milagro.

-Llama la atención que prácticamente no hay alusión a científicas mujeres, ¿por qué?

-Porque la ciencia le dio muy poco espacio a las mujeres, a lo largo de casi todo el siglo pasado. En el libro aparece la primera mujer en obtener un doctorado en química en Alemania: Clara Helene Immerwahr. Su vida ilustra, de forma horrorosa, los desafíos de las mujeres en la ciencia: su marido, Fritz Haber, fue el inventor de la guerra química, y la obligó a renunciar a sus propias investigaciones: “La forma opresiva de Fritz de ponerse a sí mismo primero, en nuestro hogar y matrimonio, simplemente destruyó mi personalidad, al no poder ser tan despiadada como él”, le confesó a una amiga. Clara era pacifista y activista por los derechos de las mujeres, y se disparó en el pecho, con el revolver de servicio de su marido, cuando él volvió a su casa, a celebrar una fiesta en su propio honor, luego del primer ataque exitoso con gas cloro, en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Murió desangrada, en su jardín, en brazos de uno de sus hijos.

-De estos científicos sufridos, ¿cuál es el caso que más te impactó y por qué?

-Mi favorito es Alexander Grothendieck, tal vez porque él se consideraba a sí mismo un escritor y no sólo un matemático, y porque casi todo lo que sale en el libro con respecto a su vida es real, aunque parezca ficción. Me fascina su sensibilidad y su delirio en búsqueda de Dios, porque es algo que he vivido en carne propia. Queda muy bien plasmado en una extraña lista en que nos dejó la cartografía de su viaje espiritual, y que tiene entradas llenas de misterio, que torturaron a mis traductores:

mayo 1933: voluntad de morir

27-30 diciembre 1933: nacimiento del lobo

verano (?) 1936: el sepulturero

marzo 1944: existencia de Dios creador

jun-jul. 1976: el despertar del Ying

agosto 1982: encuentro con el Soñador -

ticos 28.3.1987: Nostalgia de Dios

30.4.1987 – ... La llave de los sueños

El matemático Alexander Grothendieck, en sus últimos años viviendo como eremita.

-Es un libro que tiene una escritura bastante ágil, ¿cómo se hace para escribir de un tema tan complejo como la ciencia exacta de una forma que resulte atractiva?

-La buena escritura, o al menos lo que yo considero buena escritura, tiene que ser transparente. La temática da lo mismo: puedes estar hablando del horror de los campos de concentración, o de una espinilla que te salió en la punta de la nariz, pero el texto debe iluminar, siempre. Joseph Campbell decía que esa era la función de la religión ante el misterio: ser transparente, dejar que pase la luz. Si el pensamiento, o la escritura, se vuelven opacos, pierden todo su sentido.

-¿Cómo fue el proceso de documentación para los relatos?

-Google. Creo que la gente no sospecha cuánto hay más allá de la primera y segunda página de ese buscador. Es un lugar salvaje y hermoso, como lo era la web antes.

Un verdor terrible es el tercer libro en la carrera literaria de Benjamín Labatut, antes aparecieron el volumen de cuentos La antártica empieza aquí (Alfaguara, 2012) y Después de la luz (Hueders, 2016).

Si bien, no se formó como escritor en algún taller, cuenta que hubo un personaje que fue clave para él.

“Su nombre es Samir Nazal. Fue poeta, pero murió sin publicar un sólo poema. Tuvo la suprema inteligencia de ser muchas personas, muchos seres distintos, e incluso contradictorios. Él me enseñó a desenterrar la raíz de la literatura, a valorar aquello que despreciaba de mí, y a despreciar todo lo extra-literario, lo que no atañe a la escritura. Sin él, yo no habría escrito una línea”.

Labatut no estudió algo relacionado con la literatura, sino periodismo. “Es una carrera maravillosa para un escritor –dice–, porque es sólo una técnica y no te ata a una visión particular del mundo, como ocurre con carreras más respetables, como la sociología, o la psicológica”.

De hecho, señala que el periodismo le resultó bastante útil para la escritura de este libro. “Te enseña dos cosas que son fundamentales para el mundo actual, lleno de post-verdad y mentiras: la desconfianza total ante cualquier fuente, venga de donde venga, y la capacidad de procesar una enorme información de forma rápida para encontrar su esencia. Yo me valgo de ambas cosas cuando escribo”.

Además de Anagrama, Un verdor terrible saldrá publicado en otras editoriales durante 2020: Adelphi, de Italia; Seuil, de Francia; Pushkin Press, de Inglaterra; Todavia Livros, en Brasil; Elsinore en Portugal; Atlas Contact, de Holanda. Y en 2021, saldrá vía The New York Review of Books, en Estados Unidos, y por Shanghai 99, de China.

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