Leonel Guzmán viaja a Viña del Mar con su hermano y lleva una mochila cargada de sueños como equipaje. Tiene 23 años y está a un paso de convertirse en futbolista profesional; su llegada al mítico Cobreloa está casi sellada. Los jóvenes están perdidos y deciden tomar la ruta de vuelta a Santiago. El auto frena y Leo baja a preguntar para ubicarse. Una milésima de segundo. Una decisión. Una fatalidad. El impacto de un auto lo manda lejos y un camión de la otra pista lo repasa. Ahí está, tumbado, parece que llegó su hora. Un motorista le hace maniobras de reanimación y logra mantenerlo con vida. La ambulancia lo lleva moribundo a la Clínica de Reñaca.

"Desde ahí, todo comenzó de cero", recuerda Leonel Guzmán (hoy 26). La realidad de ser futbolista profesional se vio truncada y la cotidianidad modificada. Debió luchar ferozmente para volver a dar un paso con autonomía. Comenzó de nuevo y bajo el lema autoimpuesto de "nada es imposible, si lo buscas", ha ido quemando etapas para buscar su sueño: volver a jugar, aunque sea un minuto, como profesional. "Siento que le quiero ganar a la vida más que cualquier persona", aclara.

Leonel Guzmán realizó divisiones inferiores en Unión. Luego de una pelea con un compañero, el club decidió echarlo por conducta antideportiva. La U lo acogió y allí fue nominado a la Selección Sub 15, 16 y 17. Con Gerardo Pelusso entrenó junto al plantel profesional, fue citado a varios partidos e incluso jugó algunos minutos. Sus características agresivas como volante de contención le daban proyección.

También fue testigo de la exitosa era Sampaoli en el cuadro azul. Se convirtió en sparring y lo recuerda como un "genio motivador", mientras que a Beccacece como "un tipo que trata mal al jugador". En 2013 recaló en Barnechea. Lo llevó Hugo Vilches, actual entrenador de Audax Italiano. Luego tuvo un paso fugaz por La Pintana. Cobreloa iba a ser su próxima parada. Sin embargo, nunca pisó Calama. La vida le tenía preparado otro destino.

La resurrección

Guzmán estuvo en coma dos meses. Su madre y amigos durmieron muchas noches con él. Un día, a las 10:05, abrió los ojos. Sólo vio siluetas del personal sanitario. "No me acuerdo de nada, todo me lo explicaron", aclara Leo. Despertó y chocó de frente con la realidad. Tec cerrado, fracturas múltiples, daño neuronal en torno a la memoria, desforramiento y posterior reconstrucción del muslo izquierdo (se evaluó la amputación) y parálisis en el lado derecho fueron parte del diagnóstico. Leo levantó la cabeza y se empapó en motivación: "Me partí y me parto el culo para mejorar".

"Lloraba mucho. Decía 'por qué cresta no puedo si trabajo tanto'", cuenta mientras relata su larga estadía de seis meses en el Hospital Gustavo Fricke. "Al principio no podía caminar, no tenía movilidad en ningún lado. En mi mente pensaba en levantarme, salir corriendo y no parar más. Comencé haciendo abdominales. Pero en realidad, no las hacía; solo movía el cuello. Mi mente pensaba que sí movía todo", recuerda.

Se cambió al Hospital San José para el último mes de recuperación. Apareció la Teletón, la silla de ruedas y, con mucho esfuerzo, los primeros pasos. Aprendió a caminar nuevamente. Comenzó acudiendo todos los días. Fue bajando sus visitas progresivamente, hasta dejarla: "La Teletón es lo máximo. Fueron una parte crucial de mi recuperación". Fue defendiendo los colores de la institución en un torneo de fútbol 7, cuando La Roja paralímpica lo invitó a sumarse. "Ellos hicieron que viviera de nuevo el fútbol. Fue parte del renacer", cuenta Leo, subcampeón de la Barcelona Cup en 2017 y que ahora se prepara para la Copa América de la categoría.

Pero Leo no se conforma con el juego paralímpico: "Cuando sienta que le gané a la vida será cuando vuelva a pisar una cancha como profesional. Aunque sea un minuto. Para eso seguiré trabajando con todo", Comenzó en La Pintana y actualmente Barnechea le abrió las puertas para entrenar. "Me hace muy feliz llegar todos los días; me siento importante para el club", cuenta emocionado.

La ayuda

"Nunca me voy a olvidar de cuando llegó por primera vez, estaba con muletas. Al principio no lo reconocí. Me pidió volver a entrenar y obviamente le dije que sí. Estaba flaco, sin musculatura. Su progreso emociona, es un ejemplo de trabajo", cuenta Cristián Ortiz, gerente deportivo de Barnechea.

Leo entrena a la par con el resto de jugadores del plantel, como uno más. Contra los pronósticos de algunos doctores, contra el sentido común y contra el conformismo. Trota normalmente, hace ejercicios de coordinación física, trabaja con balón y juega al tontito con sus compañeros. Todo lo realiza con ganas y una alegría que contagia al grupo. La rutina para ir a entrenar comienza temprano. Jorge Manduca, arquero y experimentado capitán del club, lo pasa a buscar todos los días. Para Guzmán, el guardameta es un gurú y parte importante de su vida.

Fueron compañeros en 2013 y ahí se conocieron. De hecho, posterior al accidente, Manduca organizó una colecta para colaborar con los gastos médicos de su amigo. "Jorge es el mejor. Me impulsa a ver más allá del fútbol", cuenta Leonardo. Es que durante su estadía en la Teletón tomó un curso de barbería y hasta el día de hoy es su segunda pasión. El capitán de Barnechea aterriza las expectativas: "Si él puede jugar o no es algo secundario. Tiene que ser un agradecido de esta segunda oportunidad y buscar algo más allá del fútbol". La peluquería se ha transformado en el ingreso de Leo. De hecho es el peluquero oficial del plantel de Barnechea.

La historia de lucha de Guzmán se ha transformado en un ejemplo para los que lo rodean. Sus ganas y alegría se esparcen. "Es emocionante. Es el que más ganas tiene y contagia a todos los compañeros. Anímicamente para el grupo es demasiado importante", cuenta Manduca. Esta fuerza inquebrantable hizo que Leo comenzara a realizar charlas motivacionales inspiradas en su experiencia de vida. "Yo creo que represento ganas, represento el darlo todo y eso contagia", se sincera Guzmán. De hecho, el que incentivó esta faceta fue Hugo Vilches, quien lo dirigió en la Universidad de Chile y Barnechea.

Leonardo Guzmán exhibe sus tatuajes en el brazo izquierdo. Se detiene en uno. La marca en su piel muestra a una persona que mira el horizonte con una pelota en la mano. En la espalda tiene el número ocho y arriba se lee la palabra Guzmán. "Esto representa que hay cosas más allá del fútbol. Sin embargo, por ahora voy a darlo todo para cumplir mi sueño de volver a pisar una cancha como profesional", sentencia el futbolista que volvió a nacer.