Hace un par de semanas en este mismo espacio señalé lo enervante que era Ángel Guillermo Hoyos a la hora de enfrentar los micrófonos: larguísimas reflexiones para no decir nada. Un campo minado de lugares comunes. Vacío total. Alguien de la U me aclaró el tema: Hoyos teme, antes que cualquier cosa, que sus jugadores se molesten o se sientan menoscabados por sus declaraciones. Prefiere hacer el ridículo en una conferencia de prensa antes que importunar, aunque sea de forma leve e imperceptible, a alguno de sus dirigidos.

Eso también explica sus comparaciones exageradas: Jara con Piqué, Mora con Villa. O que jamás detalle una jugada o dé un nombre propio para explicar el partido recién terminado.

Los jugadores actualmente son muy complicados. Tal vez sean una buena fotografía de la juventud actual: mimosos, cómodos, con nula tolerancia a la frustración. Un dirigente de la ANFP me dijo hace poco que con los seleccionados había que caminar sobre huevos; cualquier contratiempo, cualquier discordancia y venía la andanada de quejas. Y si el conflicto crecía, se apoyaban en las redes sociales para atacar por varios flancos. El frustrado intento por instalar a Rodrigo Gómez como gerente de selecciones es un buen ejemplo. Bastaron un par de tuits de Claudio Bravo para que la ANFP diera marcha atrás. Y no es que el capitán de la selección lo vetara o hiciera alguna gestión, sólo escribió unas líneas expresando molestia ante la posibilidad de que Gómez fuera gerente.

Por lo mismo el liderazgo blando se Juan Antonio Pizzi (almidonado, señaló con acierto un columnista de otro diario) no puede extrañar. El técnico de la selección prefirió ceñirse estrictamente a su plan de trabajo inicial, que incluía muchas horas libres para los jugadores, que modificarlo luego de perder 3-0 con Paraguay y comprometer la clasificación al Mundial. Una decisión temeraria y peligrosa, que resultó catastrófica en La Paz.

La señal fue confusa ¿Qué es lo relevante? ¿Clasificar al Mundial o tener contento el camarín? La respuesta desde Juan Pinto Durán no es clara. Lo único cierto es que Pizzi, mientras sea técnico de Chile, no bajará el escudo de protección sobre los jugadores. Jamás sacará la huasca. Aunque la eliminación sea el costo.