La increíble hazaña de un tenista chileno que ningún jugador en la historia ha podido igualar

Foto: Reuters

Partió el Madrid Open con una sorpresiva derrota de Nicolás Jarry y un sólido triunfo de Cristián Garín, quien avanzó a la segunda ronda del torneo donde el ausente Rafael Nadal sigue siendo su máximo campeón con cinco trofeos. Lo siguen Boris Becker, quien en la década de los noventa ganó cuatro títulos, el recientemente retirado Roger Federer -con tres coronas- y el actual número uno del mundo Novak Djokovic y el alemán Alexander Zverev, con dos cada uno.

Carlos Alcaraz, el campeón vigente, viene de ganar Barcelona e intentará repetirse el plato y sumar otra copa. Es el favorito, sobretodo con las bajas de Rafael Nadal y Novak Djokovic por lesión y la de otros jugadores que probablemente han optado por descansar, como Jannik Sinner, Matteo Berrettini, Nick Kyrgios y Marin Cilic.

Pero ojo, aparte de Garín, hay jugadores que harán lo imposible para que el ibérico no gane dos finales sucesivas, entre ellos, Daniil Medvedev, Holger Rune, Alexander Zverev, Andrey Rublev y Stefanos Tsitsipas, quien probablemente querrá sacarse la maldición de llegar a diez finales ATP 500 y perderlas todas.

La histórica hazaña del tenista chileno que nadie ha podido igualar

Y en este contexto, el único chileno que llegó a la final en Madrid (2003) es Nicolás Massú, quien cayera ante Juan Carlos Ferrero en su mejor año. El español, esa temporada, se llevó Montecarlo, Roland Garros, llegó a la final del Abierto de Estados Unidos -perdiendo ante Andy Roddick- y fue número uno del mundo por ocho semanas. La guinda de esa temporada, es que el entonces Rey de España lo nombró deportista del año.

Juan Carlos Ferrero en Montecarlo, en el año 2000. Foto: Reuters

Por esos años Nico también estaba alcanzando su mejor tenis y forjando su leyenda. Ganador de 7 títulos ATP, estuvo durante una década en el top 100 y alcanzó a integrar el Top 10 mundial el año 2004, año en que el viñamarino ganó dos medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas.

Hasta la fecha, es el primer y único tenista masculino en lograrlo y es probablemente la máxima proeza deportiva chilena de todos los tiempos. Un par de Olimpiadas después, en Londres 2012, Roger Federer -contemporáneo de Nicolás Massu desde su época de juniors- señaló que “será muy difícil igualar las medallas que ganó Massú (...) Lo que él hizo fue fenomenal”. El suizo agregó que “lo que sucedió en esos Juegos fue increíble, una hazaña, algo extraordinario; su país debe estar orgulloso de eso, ya que va a ser muy difícil repetirlo”.

Nicolas Massu en el psio luego de ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 2004, tras derrotar a Mardy Fish. Foto: Reuters

Novak Djokovic, quien levantara su primer trofeo ATP en el 2006 tras derrotar a Massú en el extinto torneo de Amersfoort, también tuvo notables palabras para el campeón olímpico. Tras encontrárselo en un partido de básquetbol en Miami, se tomó una foto con la raqueta chilena y la subió a su cuenta de Instagram con el siguiente mensaje: Miren quién también está en el partido de los Heat (...) Ganador de dos medallas de oro en Atenas (singles y dobles), ex Top 10. Leyenda del tenis”.

Cuando Massú anunció su retiro el 2013, Rafael Nadal declaró que la hazaña de Nicolás “es algo para elogiar, es muy complicado que un jugador logre eso en unas Olimpiadas, fue algo histórico y de mucho éxito para Chile. Ganar en singles y dobles es muy complicado, eso quizás se puede dar en un torneo, pero no creo que en Río. Es improbable que se dé”. Ese mismo año el entonces número 5 del mundo, Juan Martín del Potro, alentaba a Massú a no retirarse, pues “Nicolás ha sido ejemplo para muchos de nosotros. En Argentina se lo quiere y respeta porque además de lo que hizo en Atenas nadie se olvida de la forma en que ganó el Abierto de Buenos Aires en el 2002″.

Es más, en Flushing Meadows, mientras se disputaba el US Open, el anuncio del vampiro fue tema en las conferencias de prensa y el serbio Novak Djokovic, comentó que Massú “fue uno de los máximos luchadores que tuvo el circuito en los últimos años, y logró algo que nadie antes había logrado (...) todos los jugadores siempre lo respetarán por sus medallas”.

Nicolás Massú en el Abierto de Australia en 2009. Foto: Reuters

Massú, al igual que Marcelo Ríos, nunca ganó un Grand Slam, pero fue capaz de ganarle a varios números uno del mundo, entre ellos a Roger Federer, Andy Roddick, Juan Carlos Ferrero, Marat Safin, Carlos Moyá y Gustavo Kuerten. ¿Cómo lo hacía el viñamarino? ¿Cómo lograba derrotar a los más grandes, permanecer en el circuito a gran nivel durante una década y llevarse dos preseas de oro en una misma Olimpiada?

Si revisan los videos de esa cita olímpica, verán que el esfuerzo de este atleta es verdaderamente sobrehumano. No gana fácilmente los partidos y la mismísima final -después de una semana de larguísimos partidos- duró cerca de cuatro horas. Nicolás regaló dramatismo heroico nada más ni nada menos que en Atenas y el propio Patrick McEnroe tuvo que ver sentado como el chileno le quitaba la medalla de oro a su pupilo. En agosto del 2005, ya con más calma, declaró lo siguiente al diario La Tercera:

“Mirando todo lo que pasó un año después, creo que estaban predestinados a ganar. Si bien lo ideal hubiera sido que Fernando González jugara la final con Nicolás Massú, las cosas resultaron perfectas para ellos. Los dos mostraron mucho corazón y mucho carácter, lo que en este deporte resulta muchas veces fundamental para conseguir cosas, como lo lograron ellos. Fue realmente espectacular”.

Fernando Gonzalez y Nicolas Massú tras ganar la medalla de oro en dobles en los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004. Foto: Reuters

Para McEnroe y para muchos espectadores, comentaristas especializados y deportistas, había algo épico de difícil comprensión. Algo casi místico. Massú estaba predestinado y Mardi Fish fue un gran oponente para el héroe de la raqueta.

Ahora, para contrastar la épica con la ciencia, reviso Paradojas de la Mente, entretenido capítulo del libro Bounce, donde su autor, Matthew Syed, nos cuenta la historia de Jonathan Edwards, un atleta inglés que compitió en las Olimpiadas del Sydney 2000. La especialidad de Edwards era el triple salto y en esa oportunidad defendía su récord mundial. Lo curioso es que el atleta inglés llevaba en su bolso, entre poleras, zapatillas y todo tipo de artículos de recambio, una lata de sardinas como símbolo de la multiplicación de los peces que realizó Jesús.

Y es que para el británico competir no era un simple juego, sino una misión divina. Escuchemos a Syed: “Los deportes para Edwards no eran una cosa sobre ganar y perder, ni tampoco una vía para la ganancia personal o la gloria; más bien, eran su forma de crear una Plataforma para esparcir la palabra de Dios “.

Para los escépticos, esto puede sonar tremendamente insensato, pero la psicología deportiva nos lleva a la siguiente paradoja: Edwards fue capaz de manejar toda la presión interna y externa, confiando sus resultados a Dios. Es más, antes de entrar a competir, este laureado saltador rezaba en silencio: “Pongo mi destino en tus manos. Haz conmigo lo que quieras “.

En definitiva, lo que Syed postula es que tener fe provee de potentes creencias a los deportistas. Los que aman a Dios, muchas veces logran un efecto dramático en su eficacia y efectividad de cara a una competencia y pone a Muhammad Ali como ejemplo, pues este boxeador, antes de subirse al ring, confiaba en que iba a ganar porque tenía a Alá de su lado.

Jonathan Edwards. Foto: Reuters

Ali combatía sin dudas, pues sabía que su fuerza no venía de él, sino del Todopoderoso, algo muy similar a lo que señala a continuación Edwards.

“Nunca dudé de mi creencia en Dios ni por un momento hasta que me retiré del deporte (...) Pero cuando me retiré, sucedió algo que me tomó por sorpresa. Rápidamente me di cuenta de que el atletismo era más importante para mi identidad de lo que creía posible. Yo era el mejor del mundo en lo que hacía, y de repente eso ya no era cierto. Con una faceta de mi identidad despojada, comencé a cuestionar otras facetas, y a partir de ahí, no pude parar. Los fundamentos de mi mundo se estaban desmoronando lentamente”.

Desde esta perspectiva, creer en Dios, en la bandera o en algo fuera de sí mismo, es una gran estrategia mental para gestionar la enorme presión que implica el deporte olímpico. En el caso de Edwards creer que Dios era más importante que el deporte y sus logros personales. Su fe le permitió mantenerse enfocado.

Volvamos con Edwards:

“Mirando hacia atrás, ahora puedo ver que mi fe fue fundamental para mi éxito. Creer en algo más allá de uno mismo puede tener un impacto psicológico muy beneficioso, incluso si la creencia es falsa. Proporcionó una profunda sensación de tranquilidad porque consideré que el resultado estaba en manos de Dios y que Dios estaba de mi lado. Me permitió bloquear la duda en los momentos previos al salto. Sí, tener fe era vital”.

En el fútbol también hay numerosos ejemplos de deportistas que, pese a pasar por malas rachas en sus clubes, cuando vuelven a vestir la camiseta de su selección rinden al máximo. Ya no solo juegan por el club, por los compañeros, el entrenador, los amigos y la familia. Todo un país te mira, la alegría de un pueblo que ha sufrido depende de ese resultado, así que hay que ir más allá de las dudas, los dolores y dar todo en la cancha.

¿Le habrá pasado algo similar a Massú cuando jugaba por Chile?

No lo sabemos, pero fue tal la emoción que generó su triunfo en Atenas, que el entonces Presidente de la República, Ricardo Lagos Escobar declaró que estar en el estadio olímpico es algo que voy a recordar toda mi vida y se lo contaré a mis hijos y a mis nietos. Fueron dos momentos históricos. Vimos subir la bandera chilena a lo más alto del podio olímpico y escuchamos la canción nacional por primera vez”.

Continuará...

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