Corría el año 2014 y se aprontaba el centenario de Nicanor Parra. "Yo trabajaba en El Mercurio y me tocó hacerle fotos a Cristóbal Ugarte, el Tololo, uno de los nietos de Nicanor que es hijo de la Colombina Parra y actuaba como una especie de manager del antipoeta. Le comenté a Tololo que tenía ganas de conocer a su abuelo para hacerle unas fotos y él me dijo 'mira, depende de él si quiere hacerse fotos', pero me dio más o menos el pase para ir a la casa de Nicanor, en Las Cruces. Partí con mi mujer y mi hijo, que en ese momento tenía 3 ó 4 años", recuerda López, quien con recelo ha reservado cada parte de esta osadía.

Historia de un imposible

Desde la muerte de Parra, López recuerda algunas insistencias: "Amigos periodistas me decían que les contara algo porque seguí a Nicanor entre los días previos a su cumpleaños número 100 y un par de semanas antes del 101, pero yo no quería entrar a esta 'moda Nicanor'. Tuve guardada esta historia harto rato. Yo pensaba que si hablaba, todos iban a creer que fui amigo de él y cosas así, pero quiero que quede claro, que no soy amigo, no fui íntimo para nada".

El reportero gráfico comenzó a construir un relato gritando tras la reja de madera que resguarda la casa del escritor en Las Cruces. Tras el eufórico grito, una mujer llamada Jeannette, una de las nanas encargadas de cuidar a Parra, le abrió la puerta. Nicanor tenía dos nanas que son gemelas, ella y Rosita.

Ese día, relata, le llevó al antipoeta unas fotos del Tololo impresas: "Quería que viera que yo conocía a su nieto. Entonces entramos a la casa y ahí le conté que era fotógrafo, que había tomado esas fotos y que Cristóbal me había dicho que viniera".

Al pasar a la casa, López fue bien recibido con un té: "Fue muy buena onda". Eso sí, al principio Jeannette le había pedido que su visita sólo durara un rato. "Él se cansa luego" le dijo la mujer.

"Él, vistiendo de poncho y gorro de lana, me hablaba de todo y la mayoría de las cosas yo no las entendía, me hablaba en francés, me hablaba en inglés, me hablaba de literatura, de Hamlet. Yo, en ese sentido, igual quedaba como un poco achicado al lado de él. Le decía, 'disculpe Nicanor, pero no lo entiendo'", detalla el fotógrafo.

Entre té y palabras, López escuchó algo que le llamó la atención. Nicanor Parra le había mencionado un nombre: "Era Alfredo Gómez Morel, el autor del libro El río. Me contaba que la obra hablaba un poco de la gente que vive abajo del Mapocho".

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El río, de Alfredo Gómez Morel.[/caption]

Esa tarde con el artista pasó volando y López jamás le reveló sus intenciones de hacerle una foto. "Fui como visita, fui porque tenía ganas de conocerlo y fue tan bacán el encuentro que tuvimos, como de confianza, que pensé en ver cómo podía ir de nuevo a la casa de él", comenta el reportero.

López quería una excusa para volver a entrar sin tener que llamar a Tololo y la tenía ahí, dando vueltas en su cabeza. "En Valparaíso encontré la primera edición del libro de Gómez Morel y la compré. Era muy antiguo y se lo llevé de regalo con una botella de vino. Esto fue como dos semanas después de su cumpleaños, después del 18 de septiembre de 2014", cuenta el gráfico.

El libro era de primera edición, "de esos antiguos donde él con un cuchillo tenía que abrir las páginas porque eran muy delgadas. El texto estaba intacto pese a su antigüedad, estaba súper bonito. Cuando Nicanor abrió este regalo sacó una lupa, lo vio, se dio cuenta del autor, del título y me miraba. Sacaba la lengua, se ponía las manos en la cabeza y me decía: 'Muchos amigos, millonarios, me habían ofrecido esto, pero ninguno lo trajo, ¿cómo lo conseguiste?'".

El fotógrafo guarda una captura mental, porque Parra —aunque con amabilidad— le decía que si sacaba la cámara se acababa la amistad: "Era como ver a un niño abriendo un regalo, se emocionó ene y llamó a la Jeannette, le pidió que trajera un libro desde alguna parte de la casa y ella llegó con uno. Me regaló ese libro autografiado con una dedicatoria para mi mujer y para mí, era un libro de él".

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La firma de Nicanor.[/caption]

López estaba feliz. Con las constantes visitas llegó a conseguir dos ejemplares firmados sin jamás haberlos pedido. Parra lo invitó de nuevo a lo que llamaban "el tecito de la amistad", que básicamente era ir a tomar té a su casa en Las Cruces, escuchando cueca brava y hablando de arte.

"Mientras estábamos en eso, él siempre supo que yo era fotógrafo y en un momento me empezó a hablar de literatura. Se fue en la volá', me dijo que la literatura esto, esto otro y yo en un momento le hice una pregunta, entonces él paró de hablar, me mira y me dijo: 'Me estás grabando'", revela el fotógrafo.

El hombre, en ese tiempo santiaguino, andaba con unos lentes y el antipoeta creyó que tenían una cámara infiltrada: "'Tú tienes lentes, tienen cámara y me están grabando', me dijo. Yo le respondí que 'no Nicanor, no te estoy grabando. Yo lo único que quiero es tomarle una foto'. Ahí empezamos con el tema de la foto".

Como profesional, López, siempre andaba con su cámara y kit de lentes, bastaba con que Parra le dijera que sí y el retrato hubiese quedado listo.

"Debo haber vuelto la semana siguiente, de nuevo. Me conseguí otro libro del mismo autor, se lo llevé y él también reaccionó contento, súper agradecido por el regalo y ahí le volví a insistir en la foto", dice el fotógrafo, pero esa vez, la respuesta de Parra fue otra.

El artista visual hace memoria y detalla: "Me dijo 'soy frígida, me muevo sólo con fines de lucro'. Yo lo miro y le digo 'ya, don Nicanor, pero ¿de cuánto estamos hablando?'".

https://www.youtube.com/watch?v=t_3xWc9W5os

"Yo tomo leche"

La situación, un poco extraña, dio paso a una historia de Parra: "Él me miró y me contestó: 'Mira, yo en un momento estaba acá, sentado, en mi casa, cuando suena el timbre, me asomo, pregunto qué pasa y había un tipo afuera con un cheque en dólares'".

Nicanor le preguntó al hombre del cheque qué tenía que hacer y él le respondió: "Usted se sienta en su mesa, lo grabamos y dice 'yo, tomo leche'. Eso es todo'".

El lunes después de la grabación, según menciona López, Parra fue al banco y se encontró con la sorpresa de que el cheque sí tenía fondos. "Yo le comenté que no contaba con esa cantidad de dólares para pagarle la foto y él me aclaró que no, que yo no, pero hay auspiciadores, hay productores y le dije que ya, que vale, que lo vería. Ahí empecé a moverme", dice el retratista quien llegó a dar con importantes autoridades dentro del mundo de los medios de comunicación.

Entre las puertas que tocó, relata que hubo un canal de televisión que se interesó en la historia a cambio de la posibilidad de grabar la sesión fotográfica. En esa instancia el monto se elevó a cifras incalculables y el proyecto se fue al piso.

"Yo no seguí insistiendo y me quedé con la bonita parte de haberlo conocido, de que mi hija y mi hijo lo habían visto. Me quedé con los libros dedicados por él y, nada, al final la foto nunca la hice. A esa foto la llamo 'la antifoto'", dice con cariño el reportero gráfico.

La tarifa de Nicanor Parra era elevada, pocos bolsillos hubiesen podido costearla. En el año 2012, el escritor Roberto Merino comentó que el antipoeta había fijado sus precios a un millón de pesos por segundo.

Sí, por segundo. "Esto era porque en el spot de la leche le habían pagado $30 millones y duraba 30 segundos, entonces, ahí estableció una tarifa, cobraba eso", explicó Merino en un conversatorio de la Universidad Diego Portales.

En el mismo encuentro, el escritor Alejandro Zambra reveló que esto del dinero le interesaba a Nicanor, pero tenía un trasfondo: "Es injusto hablar de plata si no hablamos de hijos y familia; él era extremadamente preocupado de asegurar el futuro de su familia".

Nicanor Parra siempre pensó que los periodistas ganan mucho dinero con él, además de prestigio, lo mismo le afectó a los fotógrafos. Nunca le gustó, en parte por vanidad, en parte por negocio. Sobre eso, terrible era para el antipoeta mirarse al espejo y verse viejo.

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Nicanor Parra y el fotógrafo Sergio López.[/caption]

La otra toma: el "chck, chck" de Alfonsina

Pese a la frustración que un lector pudiese imaginar, el ánimo del recuerdo dista bastante de eso. Hay una foto que grafica esta historia, la de la especial relación de López con el escritor.

"Siempre quise tener fotos de él pero hubiesen sido paparazzeadas. Me imaginaba la situación con algo como 'Nicanor, disculpe, voy al baño'. En mi cabeza, yo tomaba el teléfono y ¡chck, chck, chck! Capturaba fotos así, rápidas, para mí. Nada profesional", comenta echando a volar su imaginación.

No obstante, antes de terminar esta trama, ingresa una mujer a la escena, una de las últimas secuencias en casa del más antiguo de los Parra. No es cualquier mujer, se trata de Alfonsina, la esposa del insistente Sergio López, quien lo acompañó en tantas de sus visitas y también es fotógrafa.

"Estábamos en el living, conversando con Nicanor, cuando mi señora nos tomó la única foto nítida. Ella hizo el paparazzeo, él que siempre quise. Aparezco conversando con él ahí, en el living de su casa. Alfonsina la tomó", relata un emocionado fotógrafo.

El objetivo de López con tantos intentos, sólo era tomar el último gran retrato de Parra: "Las últimas fotos de él son como del año noventa y tanto, de ahí él se encerró y no quiso nunca nada más, ni entrevistas ni nada. Yo estaba ahí cuando iba gente a entrevistarlo y no podían pasar".

El fotógrafo Sergio López estuvo un año tras los pasos de Parra, "fui como seis o siete veces a intentar tomarle una foto y la última vez que fui, fue para el funeral, el año pasado. Ahí me topé de nuevo con mi amiga Jeannette y Rosita, su hermana, que tuvieron la buena onda de dejarme pasar a donde estaba la tumba y todo".

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Foto: Sergio López.[/caption]

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Foto: Sergio López.[/caption]

Lo que más le llamó la atención de Parra, dice Sergio, es que "siempre fue súper lúcido. Tenía una tablet, leía cosas ahí. Él estaba súper actualizado pese a que ya había pasado los 100 años. Buscaba información, leía, no es como ver a alguien con el teléfono en el metro, pero sí ocupaba la tablet en el living de su casa. Además, tenía un equipo donde siempre ponía cueca y le seguía el ritmo con su bastón. Creo que lo que más me llamó la atención de él fue su lucidez. Se murió a los 103 años, sabiendo todo".

Las veces que López estuvo con Parra, "siempre hablamos de la música, de la cueca, de mis fotos, de los libros. Cada vez que iba tenía que repetirle que yo era el fotógrafo que le regaló el libro y ahí se acordaba de mí. Harta gente lo iba a ver, la mayoría no entraba a su casa, pero esperaban verlo desde fuera".

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Foto: Sergio López.[/caption]