Uno habla de ‘gente que sufre una discapacidad’ con la mayor ligereza. Es necesario conversar con gente como Andrea Bodeguer -arquitecta, directora de la oficina Accesibilidad Universal, docente investigadora de UDD, que lleva años trabajando en el tema- para entender que los cambios son urgentes y profundos, tanto que deben llegar incluso al lenguaje.

“La convención de la ONU dice que es persona por sobre la discapacidad. Es el entorno el que define la discapacidad que tiene. Si puedes acceder a un edificio, a un lugar o a un servicio, entonces la discapacidad se anula. Es un tema que se habla desde que Chile ratificó la convención en 2008, que de alguna manera saca el foco de la condición y lo lleva al contexto. Desde el tema arquitectura, que es el mío, ha habido varias iniciativas para trabajar desde el entorno”, dice Andrea. Ella cuenta que durante la última Bienal de Arquitectura -realizada hace unas semanas en Valparaíso- hubo un día completamente dedicado a estos temas. En esa ocasión, una de las invitadas -la deportista paralímpica Marcela Catu- propuso el concepto de ‘persona diseñodependiente’, que dejó a todos pensando: “Para salir de su casa ella está condicionada por el diseño del entorno. Si no hay un rebaje no puede bajar, si no hay acceso no puede entrar. Tiene mucho sentido para los que llevamos trabajando ya muchos años en el tema. Trasladando la mirada desde el asistencialismo hacia la igualdad e inclusión”.

En Estados Unidos, por ejemplo, la sensibilidad hacia ciertos términos que resaltan las diferencias está muy desarrollada. La opinión pública estalla cuando alguna personalidad se refiere a alguien en términos incluso ligeramente incorrectos. Pero ellos han hecho más que eso. “Las personas con discapacidad formaron un movimiento muy potente hacia fines de los 60 en San Francisco. La mayoría estaba recluida en lugares de rehabilitación, pero al salir de ahí necesitaban recuperar su independencia. El resultado fue el American Disability Act (ADA), que es constitucional, por lo tanto si como arquitecto no hago diseño accesible estoy incurriendo en discriminación y en la práctica puedo perder mi patente. Acá se firma esta convención en 2008, se crea la ley de discapacidad dos años después. Estamos comenzando a hablar de accesibilidad, pero todavía estamos en el proceso de esperar que el reglamento de construcción se apruebe. Eso va a asentar las bases para definir cómo deben ser las pendientes, los baños, los teatros, etc.; así como quién fiscalizará”.

¿Podríamos llegar a algo como el ADA? Se avanza bastante en esta ordenanza, pero hay un forma conceptual distinta.

Pero ¿hemos avanzado en comparación a hace 10 o 5 años? “Lo más probable es que una persona con discapacidad diga que no hemos avanzado nada, que sigue saliendo de su casa a un mundo hostil. Desde la línea del diseño y la arquitectura vemos un avance sustancial: hoy hay organismos públicos que están incorporando el tema dentro de sus líneas estratégicas, como el Ministerio de Obras Públicas; el de Urbanismo, trabajándolo en las viviendas sociales; y el Poder Judicial está atento. Cuando uno ve las licitaciones, los diseños en regiones, nota un interés por considerar la accesibilidad. Pero uno puede dimensionar los errores que se cometerán por la buena voluntad sin el debido conocimiento técnico. Las grandes empresas, con más 10 mil colaboradores, están entendiendo que al interior de su organización tienen personas con discapacidad, y que además entregan servicios a personas que también la viven; están empezando a comprender la importancia de una mejor gestión en ese aspecto”.

Hasta ahora, sin un ordenanza explícita, los profesionales como Andrea Bodeguer han hecho un esfuerzo por mostrar la accesibilidad como una tendencia, algo moderno que provoca orgullo en los arquitectos y las organizaciones, que de alguna manera las perfila como más conscientes y democráticas. Muchas de las instituciones han querido sumarse a esa tendencia, pero aún constituyen polos y no son la norma. Un caso destacable de preocupación por ser inclusivos es el GAM, donde conversamos con Bodeguer esta mañana. “Estamos apoyando al GAM en el tercer edificio, que tendrá un teatro para 2 mil personas. Es un requerimiento del MOP el que exige la variable accesibilidad de manera mucho más allá de la norma. No solo para la gente en silla de ruedas. ¿Cómo? A través de ciertos elementos que se han incorporado, como Braille y muchas otras cosas. También se hizo un trabajo con la comunidad. La ley dice que todo proceso de inclusión tiene que escuchar a la comunidad con discapacidad. Mi trabajo con ellos es bien intenso: conocer la experiencia de las personas ciegas que trabajan en este edificio. Les describimos el proyecto nuevo, recogimos sus inquietudes y las incorporamos”.

Por ejemplo, las personas ciegas o con visión limitada no saben cuando se encuentran en el primer piso, o si el baño es de hombres o de mujeres. Eso se puede solucionar con arquitectura, con terminaciones, separando texturas, cambiando temperaturas o iluminación, porque no todos son completamente ciegos. El Braille es cada vez más usado, pero no todos lo manejan, especialmente los que han perdido la visión más tarde en sus vidas.

“La gente piensa que nuestra asesoría consiste en poner rampas. Pero en la práctica lo que no hago son rampas. Asesoramos a los arquitectos para cumplir las normas, los ayudamos para que su proyecto sea el más accesible de Chile, porque efectivamente cada uno marca un nuevo precedente. También diseñamos y especificamos productos. Hay un montón que ahora estamos trayendo de distintas partes, justamente para las inmobiliarias, los arquitectos y las empresas de ingeniería que quieren hacer la diferencia”, explica Andrea. Tenemos la plaza en el zócalo del GAM a la vista, cuyas escaleras podrían presentar problemas para una persona en silla de ruedas, pero la accesibilidad está asegurada por ascensores. “En los proyectos nuevos uno puede reducir a cero el costo de implementación, pero en los antiguos puede ser muy complejo hacerlo, el recurso es más limitado. La próxima semana comenzaremos el primer diplomado en Chile sobre accesibilidad en la UDD. Todavía los profesores que corrigen los proyectos no comprenden que no se trata de una sumatoria de barras, rampas y baños. Es concebir un edificio o un entorno realmente para todos.