Atractiva ciudad visitada al noroeste de Marruecos, sus orígenes son del siglo V a. C., fundada por los cartaginenses. La manera más fácil de llegar a ella es por ferry desde la ciudad de Tarifa (punto más austral de Europa, además justo a su frente está la línea que separa el Mediterráneo del Atlántico), en un viaje que dura menos de una hora. Esta ciudad, por estar muy cerca de Europa, fue siempre un punto estratégico para el comercio, con ello contrabandear, y para diversos tipos de espionaje. Tiene una gran mezcla de culturas, destacándose las influencias de España, Francia, Portugal y por supuesto de la islámica del norte de África.

En Tánger uno se enfrenta a un mundo realmente diferente: idioma, religión, vestimenta, hábitos, sonidos, alimentos, tratos... incluso los parámetros de sustentabilidad son otros. Una hora de viaje para tan gran salto cultural es increíble. Tan cerca y tan lejano a la vez. La zona más atractiva para visitar es la parte antigua, su medina, ciudad originaria amurallada por temas de seguridad. Está protegida por torres de vigilancia (borg) y abiertas por enormes puertas que dan entrada y salida (bab). Dentro de ella está la Kasbah o Alcazaba, conjunto de edificaciones importantes y palacios fortificados; actualmente museos, servicios municipales, buenos hoteles y palacios para visitar y tomar un grato té con menta, en unos espectaculares salones.

La maraña de calles, callejuelas y callejones la hace un auténtico laberinto, en el que un simple paseo se convierte en un verdadero rompecabezas. A pesar de que se advierte cierta confusión visual, siguen determinadas órdenes urbanísticas y reglas establecidas. En el centro de la medina hay una plaza con mercado (petit Zouk o Suq Dakhel), el famoso café Tinjis y una gran mezquita a pasos. De ella salen varias avenidas principales que conducen a la parte exterior de las murallas. El sector o barrio Jnan Kaptan es el más atractivo por sus fachadas y calles azules. Sus callejuelas, casi todas peatonales, miden de ancho 1.2 m con una altura edificada de 4 o más pisos, son realmente unas grietas, a veces angustiantes. Hay mucha sombra en general, ideal para un clima desértico, pero la luz y ventilación son demasiado bajas y la privacidad es muy limitada por la cercanía y densidad de sus casas. Muchos locales o talleres no miden más de 1.5 x 1.5 m, en sus interiores se guarda de todo, aprovechando hasta el último centímetro.

En una de las calles principales, Rue de Siaghins (o calle de los orfebres), se encuentra una rica variedad de tiendas típicas de ropa, joyas, especias, productos en cuero, salones de té, entre otros, pero lamentablemente acompañada de diversos productos baratos del Oriente. Sus habitantes son gratos en general, aunque a veces son insistentes por ayudar a recorrer la medina y a proporcionar uno que otro producto; cuesta a veces decir que uno lo recorrerá por su cuenta.

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