Bernardita Fernández

Estudió Publicidad en la Universidad del Pacífico, un diplomado en Artes Visuales en la Universidad Católica, trabajó en el Centro Cultural Palacio de La Moneda y en el Museo de la Memoria. Hoy cursa un máster en Gestión Cultural de la Fundación Ortega y Gasset. Se podría decir que lo suyo fue un camino bien pensado y desde el Museo del Prado, donde realiza una pasantía, advierte la importancia que esta experiencia le ha entregado. Y es que ha confirmado la intensa relación que se da entre la cultura y la educación. “Me impresiona ver a los niños mirando y comentando Las Majas de Goya y veo que la ciudadanía tiene incorporada la vida cultural dentro de su rutina y eso es fundamental”, asegura Bernardita, que pensó en Madrid a la hora de especializarse, porque creía que una parte importante de esta experiencia la daría el mismo hecho de relacionarse con la cotidianidad madrileña, y tal cual. Su vida cultural fue la mejor oportunidad para darse cuenta in situ de lo que podría denominarse la costumbre cultural, aquella que no se da como un hecho extraordinario (una vez cada cierto tiempo), sino que algo que está ahí todos los días. “Si bien por las mañanas en el museo camino frente a Velázquez, Tiziano y Goya, no podemos exigirle a Chile lo mismo. Sí creo que es fundamental que nuestro país rescate lo propio, aprovechando las instituciones más antiguas que tenemos, como el Museo de Bellas Artes”.

Agustina Phillips

Agustina se mueve con soltura por Madrid. Conoce sus calles y disfruta de cada paso por ellas. Y es que sabe lo que la capital española le ha entregado desde su aterrizaje en 2007 gracias a una pasantía en el Instituto de Patrimonio Español restaurando orfebrería, área en la que se especializó después de estudiar Historia del Arte y hacer un postítulo en restauración en la Universidad de Chile. Actualmente trabaja en el Museo Arqueológico de Madrid, en el Departamento de Numismática, a través de la beca Endesa para iberoamericanos, y realiza un máster en Diseño de Modas en Krooms. “He ido transitando entre historia del arte, museología, restauración, orfebrería y moda. Algo difícil de hallar en una misma ciudad”, nos cuenta reconociendo que esa experiencia le ha servido para mirar lo propio en perspectiva y aprender todo cuanto sea posible para luego volver con una mirada mucho más rica a Chile. “La cultura es a largo plazo y es importante no descuidar las investigaciones y publicaciones, pues te sirven para estar al día”, y es desde ahí, nos dice, donde se gesta todo. “Ver cómo se agotan las entradas para la última película de Alicia Scherson o abrir El País y encontrarse con una entrevista a Enrique Browne o ver en el ranking de las películas más vistas a La Nana es emocionante y demuestra que en Chile hay talento, que nuestros artistas son bien recibidos, pero que faltan políticas y gestión cultural. En este sentido, el beneficio que para un país como Chile reporta que existan instituciones que otorguen becas en materias culturales es invalorable”.

Carlos Pascal

Este arquitecto de profesión llegó a España por trabajo. En eso estuvo hasta que la crisis golpeó sus proyectos, y la oportunidad de por primera vez hacer algo completamente distinto estaba a la vuelta de la esquina. Pensando en cómo abordar este nuevo estado, notó que su afición por la buena mesa, las recetas jugadas y las artes culinarias era más que un impulso de fin de semana. Fue así como comenzó a hacer clases de cocina en su casa. “Tuvimos muy buena acogida, y los grupos eran cada vez más constantes, entonces se nos ocurrió hacer algo un poco más grande”, cuenta. Paralelamente en Madrid hacía ruido un nuevo barrio en las cercanías de la Gran Vía, con bares de moda, restaurantes e importantes casas de diseño independiente: era TriBall. La historia entonces sigue con Carlos instalando su propio emprendimiento en uno de los lugares con mayor crecimiento por estos días en la capital española. Nacía Kitchen Club en marzo de este año con un remozado interiorismo proyectado por él mismo y equipado con la tecnología de Fagor. Un reducto sofisticado, con una obra de Paul Fuguet dando la bienvenida y un poema de Pablo Neruda –Oda a la Cebolla– recordando a Chile. “Kitchen Club es una experiencia gastronómica. Aquí, más que venir a comer, se aprende. Por ejemplo tú puedes venir con un grupo de amigos y participar de una clase de coctelería”, aclara Carlos, que está feliz con la incorporación del chef español Andrés Madrigal como director gastronómico, quien se suma al equipo conformado también por Nieves Gómez ; Fernando del Toro, y el wine consultant Andrés Aedo, además de su novia y socia María González.