"Lo diré en su momento. Los mantendré en suspenso". Eso fue todo lo que dijo la noche del miércoles Donald Trump, durante el tercer debate presidencial, para que el "terror" se impusiera dentro del Partido Republicano. Con ese escueto pero rotundo mensaje el candidato republicano se negó aclarar si aceptaría los resultados de las elecciones del 8 de noviembre, lo que provocó revuelo y una ola de preocupación a nivel nacional y conmoción al interior de su conglomerado, lo que profundiza aún más la fractura de la colectividad.

Trump, que se mostró controlado, conciso e incluso preparado en gran parte del frente a frente en Las Vegas, en un solo minuto arruinó su oportunidad de intentar repuntar en su campaña. Y a menos de tres semanas de que se realicen los comicios, esto le asegurará una cobertura negativa de ahora en adelante, destacó la revista The New Yorker.

Con esa desafiante frase, el empresario no sólo desdijo a su compañero de fórmula, Mike Pence, quien había asegurado que respetarían el resultado de la elección, sino también a su hija Ivanka y a otros miembros de su equipo. Incluso contradijo a su estratega de campaña, Kellyanne Conway, que hace tan sólo unos días intentaba explicar la retórica de "fraude" electoral que ha reclamado el candidato republicano desde hace algunas semanas. Conway tuvo que volver a salir en defensa de Trump afirmando que él respetaría el resultado.

El empresario, quien hasta ahora no ha presentado pruebas concretas de sus acusaciones de fraude, ha reiterado que las elecciones están "arregladas", justo en momentos en que su rival demócrata, Hillary Clinton, ha ganado terreno en las encuestas. Y cuando 10 mujeres han salido a acusarlo de haberlas acosado sexualmente.

"Espantosas"

La ex secretaria de Estado calificó las palabras de Trump de "espantosas", ya que está "hablando de nuestra democracia". "Hemos tenido elecciones libres y justas. Hemos aceptado los resultados cuando quizás no nos gustaban. Y eso es lo que debe esperarse de cualquiera en un escenario de debate durante unas elecciones", dijo la candidata. El Presidente Barack Obama describió estas declaraciones como "sin precedentes".

La polémica generó gran preocupación dentro de los conservadores, ya que en las elecciones esperan consolidar su mayoría en las dos cámaras del Congreso, lo que Trump podría complicar. Según analistas, ahora será necesario ver si es que los aspirantes republicanos seguirán respaldando el liderazgo de Trump o se intentarán distanciar aún más de él y alinearse con la dirección del partido, de la mano del titular de la Cámara Baja, Paul Ryan, quien decidió no hacer más campaña por el candidato republicano.

En medio de este torbellino, Trump volvió a insistir ayer con su idea de que no reconocerá los resultados. En un evento en Columbus, Ohio, afirmó que "prometía" a sus votantes y seguidores y a todas las personas de Estados Unidos "que voy a aceptar totalmente los resultados de esta gran e histórica elección presidencial. Si gano". Los aplausos por aquella ironía llenaron la sala.

Más tarde, trató de disminuir la polémica y sostuvo que "por supuesto aceptaría un resultado de una elección clara, pero también reservo mi derecho de impugnar o presentar una demanda legal en caso de un resultado cuestionable".

¿Fraude?

El candidato a Vicepresidente de la fórmula demócrata, Tim Kaine, fue más lejos. No sólo dijo que eran "chocantes" las declaraciones de Trump porque "es una parte básica de lo que somos", sino que afirmó que éste buscaba eliminar uno de los "pilares centrales" del sistema político del país.

Además, en un evento de campaña, Kaine aseguró que el reclamo de Trump de que la elección era un "fraude" le recordaba la política del tercer mundo, la que había visto cuando era misionero en Honduras. "Tenemos una tradición ininterrumpida desde el principio de esta nación", afirmó Kaine. "El (Trump) no iba a defender la democracia, pero no quiso condenar los intentos de Putin de jugar con nuestra democracia", afirmó.

Sin embargo, quienes respaldan al republicano aseguran que estas declaraciones no son distintas a las que utilizó el demócrata Al Gore en las elecciones de 2000, cuando no fue hasta diciembre que aceptó su derrota, tras una controvertida decisión del Tribunal Supremo y un largo recuento de votos en el estado de Florida, donde el conteo final declaró una victoria de George W. Bush por sólo 537 votos.

Las elecciones de 2000, 2004 y 2008 fueron reñidas y, tal como señala The Wall Street Journal, todas han tenido acusaciones de conspiraciones, fraudes o mala gestión. En 2004, en Ohio, los resultados fueron extremadamente ajustados y el entonces candidato demócrata, John Kerry, decidió no cuestionar la victoria de George W. Bush.

No obstante, según Carnegie Knight News 21, un proyecto periodístico sin fines de lucro de la U. de Arizona, desde 2000 a 2014 sólo han sido identificados 31 casos de votos fraudulentos en más de mil millones de papeletas de votación.