"¿Hasta qué punto alguien puede conocer la obra de otro?". En 2008, sobre el escenario de Matucana 100, la misma pregunta se la hacía uno de los personajes de 2666, la novela póstuma del escritor Roberto Bolaño. Fue durante la puesta en escena con que el español Álex Rígola desembarcó en Chile. El montaje teatral, de más de 5 de horas de duración, trajo de vuelta el invaluable legado del autor chileno residente en España, creador de Los detectives salvajes,  quien falleció en 2003 en la eterna espera de un trasplante de hígado. Hoy, a casi 12 años de su muerte, y cuando su obra ha alcanzado reconocimiento global, una exposición en Madrid pueda quizá despejar la incógnita.

Ayer, en la Casa del Lector, se inauguró Archivo Bolaño. 1977-2003, la misma muestra que en 2014 estuvo en Barcelona. Sin embargo, según sus gestores, Juan Insua, del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, y César Antonio Molina, director de la Casa del Lector, esta vez se instala en la capital española hasta septiembre con ciertos ajustes, incluida su vida en México y otros objetos personales, como su máquina de escribir, algunas libretas y cuadernos con anotaciones y correcciones. "Esta muestra convierte a los visitantes en detectives tras la pista de un hombre misterioso", dice Molina al teléfono desde Madrid, a pocas horas de reabrir las puertas de lo que él llama el laberinto de Bolaño.

"Roberto era consciente de que lo que estaba haciendo era valioso, por eso lo guardaba todo, absolutamente todo", dijo en el relanzamiento oficial Carolina López, viuda del autor, y quien escarba en su legado desde el 2006. "Se pueden ver cuentos y al lado el recorte del periódico en el que se basa ese cuento. Escribía un borrador sucio, con muchos tachones, y luego lo pasaba a limpio. Hay obras que tienen tres o cuatro borradores, y notas de sueños: él soñaba algo, se levantaba y lo escribía", agregó.

Manuscritos, entrevistas, cartas, poemas, cuentos, dibujos, libros y un total de 14.364 páginas originales, de las cuales 1.750 son inéditas -incluido el borrador de puño y letra de El espíritu de la ciencia ficción, la novela que escribió en 1984 y que aún no ha sido publicada- forman parte de los hallazgos. También varias carpetas con 26 cuentos completos, como Sepulcro de vaqueros y Comedia del horror de Francia; cien poemas inéditos, y más de 5 mil páginas inéditas que no se sabe si serán publicadas, según dijo López a través de ambos gestores. "El era muy cuidadoso y riguroso con su trabajo. Si no entregaba con firma y fecha los manuscritos, probablemente no estaban listos para ser publicados", dice Molina.

El recorrido se divide en tres ejes. El primero está  dedicado a Barcelona, Gerona y Blanes, las tres ciudades catalanas donde vivió y produjo el grueso de su obra. El segundo es su cronología creativa hasta la publicación de sus libros. El tercero se aproxima al proceso de trabajo del escritor. En la exposición, dos audífonos cuelgan de una pared donde se lee: "La verdadera imaginación es aquella que dinamita, elucida e inyecta microbios esmeraldas en otras imaginaciones", escrita por el propio Bolaño. De fondo, se oye levemente Voodoo Child, de Jimi Hendrix, una de sus canciones favoritas.

"Dispusimos una estructura de madera ondulada a partir de una frase suya: 'La línea recta me produce calma. La ondulada me inquietaba, presentía el peligro pero me gustaba la suavidad: subir y bajar y la última línea era crispación'", recita Molina. Al evento, al que asistió Francisco Marambio Vial, embajador de Chile en España, se le suman varias fotografías: "No tuvo gran vida social. Aparece con amigos, en su estudio de las calles Tallers en Barcelona y del Loro en Blanes, su bar favorito, su casa en Avenida Caputxins de Gerona, y donde nacieron sus hijos. Ojalá esta muestra llegue a Chile, pues Bolaño no solo es uno de los grandes escritores de las últimas décadas, también trazó varias de las que vendrán".