En su adolescencia, antes de los Barracos, Los Ex y de iniciar una carrera formal como solista, el universo musical de Colombina Parra se nutría de cassettes de AC/DC, del folclor que siempre sonó en su casa y también de las óperas que buscó componer desde niña. A la hora de materializar su interés por la música, la hija de Nicanor Parra optó por la teoría y la academia, estudiando canto lírico y también piano durante tres años en la escuela de jazz de Roberto Lecaros. La experiencia, según recuerda, fue transformadora: "Sentía que daba bote ahí, que no era mi lugar y que no me la podía, así que terminé por salir corriendo y me tiré al rock".

A dos décadas de su debut como vocalista (Caída libre, 1996) y luego de editar tres discos en solitario en los últimos cinco años, la cantautora dice haber cerrado una etapa e iniciado una nueva. Una en la que, de alguna forma, se ha reencontrado con ese mundo que la intimidó en su juventud. "Hace rato sentí que había cerrado un círculo con toda esta cosa de la banda de rock, necesitaba nutrirme y experimentar con otro tipo de música", dice Parra, quien en el último año estrenó una colaboración junto al músico de electrónica Sebastián Román; interpretó en vivo junto a otros colegas de la escena local una obra del compositor contemporáneo estadounidense John Cage; musicalizó parte de una obra de teatro experimental y, más recientemente, dejó la casa que habitó por años en un cerro de La Reina, la misma donde pasó su infancia y donde vivió su padre antes de radicarse en Las Cruces.

Gran parte de esta metamorfosis quedará plasmada en Ignorante, título tentativo del nuevo disco que la artista pretende lanzar entre marzo y abril de 2017, y del que ya presentó dos adelantos: Qué me importa a mí y, esta semana, Siéntate conmigo. El álbum se despega de la trilogía solista que inició con Flores como gatos (2011), siguió con Detrás del vidrio (2013) y cerró con Otoño negro (2015), cuyo denominador común fueron la guitarra de palo y las imágenes de su vida íntima y familiar.

Grabado durante uno de sus viajes a Estados Unidos, el próximo LP mostrará el giro sonoro y a los nuevos aliados artísticos de Parra: un trío de renombre dentro del nuevo circuito de jazz de Nueva York, integrado por el ex baterista de Los Tres, Francisco "Pancho" Molina, el pianista argentino Leo Genovese -colaborador de Esperanza Spaldingy Herbie Hancock, entre otros- y el contrabajista italiano Francesco Marcocci, quien ha actuadio en vivo junto a nombres como Wayne Shorter y Sting.

"Yo estaba en Filadelfia, Pancho se enteró que yo andaba allá y me dijo que nos juntáramos a tocar. Ahí me presentó a estos músicos y se pusieron a improvisar sobre maquetas que yo tenía, sobre canciones populares, entonces todo lo que surgió de allí fue una sorpresa y tiene una estructura muy libre", explica sobre el trabajo, que derivó en una serie de piezas sueltas que luego unió junto al productor Guido Nissenson en un estudio de Santiago. El ejercicio, de alguna manera, recuerda lo realizado por otros artistas que han reclutado a músicos de jazz para evitar caer en la fórmula rock -incluyendo al fallecido David Bowie en su último disco, Blackstar- y también a El Quebrantahuesos, la intervención mural que Nicanor Parra realizó en los años 50 juntando recortes de prensa.

¿Se agotó su interés por el rock y la cantautoría más tradicional?

Busco nutrirme de otras cosas. Me estoy metiendo en otros territorios y estoy llevando eso a mi música, a mis canciones. El haber trabajado en una obra de (John) Cage, por ejemplo, me abrió la cabeza. Y me pasó lo mismo hace poco, cuando toqué un trozo de la partitura de una obra que tenía un silencio de media hora entre nota y nota. Me pasaron miles de cosas musicales en ese silencio. Ahora, nunca me imaginé que iba estar tocando con jazzistas, hasta hace unos años no tenía la madurez para no sentir miedo, sentía que no me la podía en ese lugar. Pero ahora me doy cuenta que uno puede sacar pequeñas cosas de aquí y allá, creo que siendo un analfabeto uno puede hacer uso de todo tipo de música y hacer un collage.

¿Esto cambia también su propuesta sobre el escenario?

Siento que empiezo a tener más cartas en mi show y eso me gusta, porque en cada uno de mis discos hay un sello totalmente distinto y no es algo que haya buscado artificialmente. Pero además me gusta no saber cómo va a ser cada concierto, es como rendir un examen. Me aburría cuando hacía algo más rockero y ya sabía cómo iba a reaccionar el público, con qué canción se iban a poner a saltar. Ahora no, de hecho no estoy tocando ninguna canción de Los Ex.

¿Se siente parte de algún circuito o de alguna escena de la música chilena actualmente?

Siempre me he sentido sola, como una especie de gato güiña del cerro. Creo que por el mismo hecho de que viví en la montaña mucho tiempo nunca me fusioné con alguna movida o un movimiento, siempre estuve aparte, pero me nutro y voy a ver a las bandas. De las de ahora me gustan Club de Surf, Miss Garrison, Föllakzoid.

Por estos días diversos músicos participan en actividades de homenaje a Violeta Parra por su centenario. ¿Le interesa ser parte de alguna de ellas?

Yo todos los días le estoy rindiendo tributo a través de mis canciones, no tengo esa necesidad de hacerle un homenaje. Me conecto con ella de otra manera. De hecho, creo que nunca he cantado una canción de la Violeta en público y no lo haré ahora. Además, nunca me han gustado los tributos, no se lo haría tampoco a Bob Dylan. Lo que haría sería poner sus canciones en la radio, ¿pero escuchar a otra gente cantando sus canciones cuando es la Violeta la seca? Yo quiero escucharla a ella.