El gran ausente de la campaña de Enríquez-Ominami

Max Marambio, quien lideró la aventura presidencial de 2009, es crítico de la repostulación del ex diputado. De ser el principal impulsor y estratega de su anterior candidatura, hace meses dejaron de verse y prácticamente no se hablan.




Unas tres mil personas acompañaron el mediodía del sábado 17 de este mes al candidato presidencial del PRO, Marco Enríquez-Ominami, hasta las oficinas del Servicio Electoral en calle Esmeralda.

El ex diputado y ex socialista selló la inscripción de su segunda postulación a La Moneda con dos notorias ausencias: su ex jefe de campaña, el empresario Max Marambio, y su padre, el ex senador Carlos Ominami.

Este último tuvo motivos de trabajo -se encontraba en Lima, donde busca fortalecer los vínculos con personeros peruanos en la antesala del fallo de La Haya-, pero la inasistencia del primero terminó por exponer el quiebre de quien fuera la pieza clave del 20,3% obtenido por el entonces candidato "díscolo" en la primera vuelta presidencial de diciembre de 2009. Lo cierto es que hoy ambos prácticamente no se hablan.

Max Marambio fue más que el jefe de campaña de MEO en 2009: fue su principal estratega y financista. Según ex integrantes del primer comando de Enríquez-Ominami, Marambio ejercía el "control total de la candidatura". Aunque no era la única fuente de financiamiento, "controlaba todas las platas", dicen.

El intenso ritmo de la campaña profundizó el vínculo entre ambos. Enríquez-Ominami recorría Chile en su avión y las reuniones importantes se realizaban en casa del empresario, donde pasaba gran parte de sus escasos ratos libres y noches.

Los efectos de los cómputos oficiales de la primera vuelta presidencial, sin embargo, comenzaron a resquebrajar el vínculo.

Quienes conocen la relación entre ambos, señalan dos factores clave: la decisión de respaldar a Eduardo Frei en el balotaje que lo enfrentaba a Sebastián Piñera -quien terminó imponiéndose en segunda vuelta- y el proceso judicial abierto por Cuba contra Marambio, que significó el término de la relación del empresario con el régimen de la isla, donde llegó a ser el extranjero más influyente.

En el relato coinciden todos los actores. Marambio fue el encargado de negociar con los dirigentes de la Concertación el respaldo a Frei. Sin titubeos, el empresario era partidario de entregar el apoyo explícito al senador DC, postura que selló el primer gran impasse entre ambos. Mientras ME-O consideraba dicho escenario una vuelta de espalda a sus electores, Marambio señalaba que proyectaba el incipiente liderazgo del ex diputado y lo reconciliaba con el establishment. Finalmente, la fórmula no dejó contento a ninguno. El abanderado respaldó a Frei, pero aludió a él como "candidato del 29%" y dio libertad de acción a sus electores.

El principal factor de distanciamiento, sin embargo, se abrió un día después de la primera vuelta. El 14 de diciembre de 2009 Cuba inició una investigación contra varias de sus empresas en la isla, entre ellas Río Zaza, envasadora de alimentos de propiedad mixta entre Marambio y el Estado cubano. En febrero de 2010 se dictó una especie de "corralito" sobre todas sus compañías.

Quienes conocen el caso, apuntan a motivaciones políticas del régimen de Raúl Castro. La defensa de Marambio ha esgrimido como argumento que las acusaciones son una "pasada de cuenta" del régimen cubano, pues las autoridades de la isla considerarían que la candidatura de Enríquez-Ominami facilitó el triunfo de la derecha chilena.

Con todo, los primeros días de marzo de 2010, Marambio esperaba un férreo respaldo público del ex candidato, quien estaba contrariado por poner en tensión sus propios vínculos con Cuba. El nombre de su padre biológico Miguel Enríquez, el ex líder del MIR, es leyenda en la isla: una avenida y escuelas llevan su nombre.

Enríquez-Ominami decidió salir a respaldar públicamente a su factótum político. El 4 de marzo, en entrevista con La Tercera, señaló que Cuba actuaba con "autoritarismo e intolerancia", cuestionando duramente las acciones del régimen cubano. Según quienes conocen la historia, para Marambio no fue suficiente y pronunció una palabra fuerte: deslealtad. "Me parece injusta la crítica de Max, Marco comprometió una relación afectiva y política con Cuba por respaldarlo", señala Carlos Ominami sobre el episodio.

Cuba acusaba al ex GAP de Salvador Allende de los delitos de cohecho, estafa y falsificación de documentos, siendo condenado en ausencia a 20 años de prisión en mayo de 2011.

Fue recién en los primeros meses de 2012 que retomaron su relación tras distanciarse durante todo 2011. Por esos días, se encontraron en una recepción en la Embajada de Japón. Volvieron a hablar y quedaron en contacto.

Enríquez-Ominami ya estaba embarcado en su segunda campaña.

Y el diagnóstico de Marambio era lapidario, ya que consideraba inviable la nueva candidatura del ex diputado. Le enrostró no haber sido capaz de consolidar una sintonía con los movimientos sociales de 2011, le recriminó haber privilegiado viajes al extranjero para dictar charlas en vez de marcar presencia y capitalizar los votos de 2009. También le aconsejó buscar prontas alianzas con la Concertación -más tarde Nueva Mayoría- y con Ominami como aliado, incluso le propuso que esta vez se negociara una lista parlamentaria común.

Pese a la negativa de ME-O, en octubre de 2012 Marambio reapareció sentado en primera fila en el lanzamiento de su segunda campaña presidencial. Sería la última imagen pública de ambos.

En el entorno más cercano a ME-O explicaron su presencia como un interés del empresario por retomar un rol en la segunda campaña.

Consultado por esta versión, Marambio accedió a hablar con La Tercera. "Ni me acuerdo de cuando veo, ni hablo con Marco. Malamente podría querer estar en un comando al que no apoyo", dijo, a días de que la Corte Internacional de París fallara en su favor y condenara al Estado de Cuba a pagarle una millonaria indemnización. Enríquez-Ominami declinó entregar una versión.

Una serie de desencuentros menores, pero sostenidos, terminaron en los meses siguientes con la relación, al punto que no se hablan desde hace meses.

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