El lucro ha estado en el corazón de la polémica por el conflicto educacional. Sin embargo, varios columnistas han afirmado que el lucro no importa, que lo relevante es la calidad. Aquí plantearemos lo contrario: el lucro es un problema, porque incide negativamente en la calidad y la equidad de la educación.

Quienes validan el lucro en la educación asumen que la competencia por obtenerlo genera efectos benéficos. El que ofrezca mayor calidad prevalecerá, pues las familias lo preferirán. Nada más lejos de la realidad. La mayoría de las familias no tiene cómo calibrar la calidad de la enseñanza que recibirán sus hijos. De hecho, ni los columnistas partidarios del lucro entienden la dinámica de la calidad en la educación chilena y están convencidos de que los colegios particulares subvencionados son mejores que los municipales, a pesar de que los estudios lo desmienten. Su ventaja se explica porque tienen alumnos seleccionados y de origen socioeconómico más alto. Cuando se corrige esa variable, la calidad es la misma.

Si los columnistas se confunden, las familias también lo hacen, especialmente las de menor capital educacional. El lucro no genera calidad, pero sí segmentación. En la búsqueda de la mayor rentabilidad posible, el inversionista educacional crea productos para cada segmento de mercado, los hace atractivos para ese público, acomoda los costos a sus posibilidades de pago y nivela, de acuerdo a esas consideraciones, el tipo de educación que entregará. En un país desigual como Chile, eso se traduce en tantas ofertas educacionales como niveles de ingreso hay. Es una diversidad en que manda el modelo de negocios y no el proyecto educativo.

Debido al lucro han sido atraídos al sector educativo empresarios inescrupulosos que han desarrollado prácticas comerciales, pedagógicas y de selección de alumnos contrarias a los más elementales principios de una buena educación. No son todos, pero son demasiados. Alguien podría decir que esto se resuelve con una buena regulación. Así es. Esa regulación debe partir por restringir el lucro, porque no aporta a lograr una educación de calidad y genera muchas dinámicas negativas. Por algo será que los principales sistemas educativos del mundo se basan en instituciones no lucrativas y ninguno, como el chileno, entrega recursos públicos en iguales condiciones a instituciones que persiguen lucro y a las que no.

No es verdad que restringir el lucro elimine la educación privada. En todo el mundo, los principales proveedores privados de educación son instituciones no lucrativas. Un privado puede pagar buenas remuneraciones y tener excedentes sin ser una organización con fines de lucro. Lo será si esos excedentes se reparten entre los dueños. Es allí cuando se alteran las prioridades y la búsqueda de las ganancias comienza a competir con la búsqueda de la calidad. Y suele ganar.

No al lucro es un llamado a un nuevo espíritu en la educación chilena. Al predominio del interés general por sobre la rentabilidad privada. Pero no es sólo una consigna, tiene el fundamento de la investigación educativa chilena e internacional. Los que descalifican esta demanda debieran tener conciencia de ello y subir el nivel de sus argumentos.