Condorito nunca recibió la explicación que pedía sino sólo una patada en el trasero, pero al menos era sólo un personaje de historieta, no de la historia como lo son los seres de carne y hueso que habitan el país y quienes, del Congreso, nunca han recibido sino demasiadas de estas últimas sin siquiera la compensación de una risa. Pese a que se cacarea incansablemente acerca de las "demandas ciudadanas", en Chile ya no hay ciudadanos sino variantes de Condorito menos cómicas y mucho más vergonzosas.

A veces este patético personaje, creado ahora no por la mano de Pepo sino por la garra de la clase política, toma la forma de "doña Juanita", a veces la de los damnificados de turno, en otras de los beneficiarios de tal o cual bono o encarna en una postal de seudoépica como los supuestos "empoderados" a los que se invita a "participar" cuando ya acabó o nunca llegó a existir el acto participativo; lo que el chileno de hoy nunca logra de verdad es ser depositario real de la legitimidad democrática, el sujeto a quien ha de rendirse cuenta y razón de todo. Se lo alaba, se lo adula, se le dice lo empoderado que está, pero en la práctica la honorable fraternidad que dice representarlo representa sólo sus propios intereses.

Se pregunta uno para qué se molestan todavía en darnos explicaciones; ni las pedimos ni necesitamos porque ya sabemos a qué atenernos. Además somos supernumerarios; no se nos considera miembros activos y alertas de la República, sino simplemente los "hoi polloi" a quienes se tuerce la nariz, los tontos del barrio, las ovejas llevadas a votar a cambio de un paquete de tallarines y dos o tres palabras afectuosas y de buena crianza. Si aun así se molestan en darnos explicaciones ocurre por pura inercia, mera costumbre o el "qué dirán". Y nos las ofrecen a borbotones. Nos dan explicaciones del porqué de leyes tan mal diseñadas, explicaciones acerca de los nutridos viajes sin justificación, explicaciones de las suculentas alzas en las dietas, explicaciones de "anticipos" pagaderos a 28 meses sin intereses, explicaciones de las ausencias, explicaciones de las salas vacías, explicaciones de abandonos del cargo por otro más lucido y luego de regreso si así conviene, explicaciones por pagos aun durante esos traslados y un largo etcétera de explicaciones.

Las hemos descrito como patadas porque decirlo de ese modo suena un poco menos humillante que reconocer la verdad, a saber, que nos manosean y pellizcan el poto con la tranquilidad de un desacato grosero e indecente pero siempre impune. Y por eso perdieron la vergüenza. Ya se "pusieron rojos una vez" hace muchísimo tiempo y no les parece necesario repetir el ejercicio. Después de todo los honorables operan bajo la convicción, muy posiblemente correcta, de que la masa electoral del país sufre un grave problema de déficit atencional.

Ley de Partidos

Véase el caso de la Ley de Partidos votada por los honorables y cuyos efectos, como corresponde a la deslumbrante inteligencia de estos servidores públicos, los descubrieron recién ahora: la ley amenaza con quitarles derecho a su existencia -en su calidad de Trepadores Oficiales y Registrados en la Puja por el Poder- a las colectividades con menos de una módica suma de militantes inscritos. Fue creada, redactada y votada por ELLOS MISMOS, pero a diferencia de los casos anteriores, entendiéndose por "casos anteriores" todos los casos cuando han redactado y/o votado favorablemente leyes mal hechas, lo cual a su vez corresponde a todas las leyes que han votado y aprobado, incluyendo las anecdóticas y domésticas como la del cobro en los estacionamientos, el perjuicio SOLO lo ha sufrido o sufrirá el resto de la nación, pero no ELLOS MISMOS. Lo que hoy sucede es entonces lo que Julio Martínez habría llamado "justicia divina", lo que mi abuela habría llamado "Dios castiga, pero no a palos", lo que los griegos de la antigüedad clásica llamaban "némesis", lo que la Biblia (Proverbios 27:12) describe como "el prudente ve el peligro y lo evita, el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias" y lo que los contemporáneos describen simplemente con "ser último de huevón".

Errar es humano, aunque el reiterado exceso con que los congresales han probado la verdad de ese aserto los acerca más bien a la condición de asnos. Aun eso podría perdonárseles porque nadie elige el coeficiente intelectual con que va a nacer, pero han terminado por pasarse de la raya.

"Ley corta"

Y así sucede entonces que cada vez cuando protagonizan esos desaguisados, esto es, todas las veces, el desastre es descubierto tardíamente y lo reparan mediante una "ley corta" o algún artificio de la misma naturaleza. La "ley corta" no es otra cosa que un "borrón y cuenta nueva", aunque la nueva cuenta nada garantiza porque sale de las mismas cabezas. Bien sabido es que el anexo creado para entender la enigmática ley tributaria -a la cual le debemos en alto grado la parálisis económica- resultó más voluminoso que la ley misma e igualmente ininteligible. Sin duda se necesitará un anexo para entender el anexo. No es imposible que algún dispositivo legal de esa laya -aunque no lo llamen "ley corta"- será ideado para permitir a los partidos seguir en su giro de negocios, su eterno juego para resolver "el problema del poder", su festival de primarias, primeras vueltas, acuerdos programáticos y unidades indestructibles, pero sobre todo la indestructible unidad y fortaleza necesaria para seguir flotando.

A la incompetencia y desvergüenza que da lugar a un estropicio tras otro se ha ido agregando la paranoia. En relación a estos hechos y teniendo probablemente como telón de fondo el ABSOLUTO DESCREDITO de la clase política en su conjunto, en especial del Congreso, descrédito que se refleja contundentemente en encuestas que así lo señalan desde hace años, Zaldívar hizo el acostumbrado comentario que trasluce cierta vocación del progresismo por convertir sus fracasos en martirologios: "De todos lados hay una campaña contra nosotros...".

De acuerdo a ese espléndido raciocinio las malas leyes aprobadas en estos años son producto del desequilibro mental provocado por la campaña de desprestigio, la existencia de senadores reconociendo "no haber leído" tal o cual proyecto de ley deriva del asesinato de imagen, las dietas millonarias y los viajes de placer disfrazados de viajes de estudio son fruto del complot fascista. Tómese debida nota.

"Presiones"

A esas campañas siniestras de asesinato de imagen urdidas por la CIA, el FBI, los Iluminatti y la Federación Galáctica se suman las presiones. Dijeron, los honorables, que la destructiva Ley sobre Partidos que hoy pende sobre sus cabezas como la espada de Damocles -corran, señores congresales, a echarle una mirada a Wikipedia- fue el resultado de haberla votado "bajo presión". Con dicha presión se refieren no a un chantaje de organizaciones criminales enemigas de la democracia, sino a la molestia ciudadana por su menos que mediocre desempeño como cuerpo político y como individuos. Es, otra vez, la manía persecutoria elevándose a las egregias alturas del martirologio.

Dicho sea de paso, en el diccionario del discurso políticamente correcto se distinguen dos clases de presiones: las provenientes de sindicatos, "la calle", organizaciones populares, etc. son "demandas sociales" y como tal legítimas, atendibles, plausibles; las que ejercen grupos empresariales, colegios profesionales y otras manifestaciones colectivas de la odiosa elite son parte de un lobby oscuro, clandestino, intolerable y despreciable.

Otra pregunta: ¿Qué clase de elite política es esta que se confiesa incapaz de resistir presiones? ¿No es la política sino la transacción en el ámbito de ciertas instituciones de las presiones -léase intereses locales, conspirativos, regionales, sindicales, etc.- que están todo el tiempo manifestándose como demandas, incluso como exigencias, esto es, como presiones? Respuesta: esta es la clase de elite que se siente, sin embargo, capacitada para darle otra Constitución al país.