Pablo Zamorano tiene 19 años. Todas las mañanas de la semana parte a la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile. Pablo no va a estudiar sino que trabaja como asistente en un centro de investigación llamado Fraunhofer Chile Research, estudiando al Octodon degus, un roedor chileno que genera naturalmente el Alzheimer.

Diego Cornejo, de 18, había entrado a estudiar ingeniería en la Universidad de Chile pero se retiró al mes. Desde entonces pasa la mayoría de sus días en su casa, estudiando inglés, y una vez a la semana va a la Facultad de Ingeniería a ayudar a un amigo con sus ramos. Él y Zamorano recién empezarán la universidad en agosto, al inicio del año académico del hemisferio norte. Pablo en Harvard y Diego en el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT).

Los dos egresaron en 2013 del Instituto Nacional y son los primeros estudiantes chilenos que estudiarán sus carreras de pregrado en Estados Unidos gracias al programa Oportunity, perteneciente a Education USA, un centro de asesoría académica financiado por el Departamento de Estado de ese país. Después de muchas pruebas, ensayos y entrevistas, consiguieron algo muy difícil: ser aceptados y becados en dos de las universidades más exigentes y selectivas del mundo.

"Soy el octavo chileno que estudiará el pregrado en Harvard", dice Pablo orgulloso. Quiere especializarse en neurobiología, pero su espectro de interés es, por decirlo menos, amplio. En el Instituto Nacional, además de estudiar para las pruebas, preparar la PSU y los exámenes de admisión a las universidades norteamericanas, estaba en natación, participaba en un proyecto científico de microbiología, iba a la academia de ciencias y era miembro de la selección nacional de debate. Es bastante probable que esos antecedentes lo ayudaran a llegar a Harvard, una universidad a que busca gente que tiene intereses variados y capacidad de liderazgo.

A Diego le cuesta más dar entrevistas, pero como se ha destacado en algunas áreas, no es primera vez que llegan a buscarlo los medios. Lo hicieron por ejemplo cuando sacó puntaje nacional en la PSU de matemáticas. "Mi mamá tiene guardados los recortes de los diarios donde salgo por ahí en su oficina", dice, sin darle mucha importancia. Le gustan los trucos de magia, el cine, la física, la ingeniería y la mecánica. Ha participado además, en varios campeonatos de Cubo Rubik, en los que los competidores tratan de resolver el problema en el menor tiempo posible. Su mejor tiempo en competencias es de 18,36 segundos. No le llaman en cambio la atención las consolas de videojuegos. Tampoco Facebook ni las redes sociales. "Como me crié sólo con mi abuela y mi mamá soy chapado a la antigua. Siento que las amistades se cultivan en persona, no se deja un mensaje en un chat. Nunca fui partidario de estos sistemas", dice el futuro estudiante de ingeniería.

Ambos están de acuerdo con que el paso por el Instituto Nacional fue fundamental para poder acceder a esta oportunidad. "Con mis papás nos dimos cuenta de que Dios estaba encima de esto. Es increíble que un niño de una familia donde el papá es gásfiter, la mamá es dueña de casa y de un colegio subvencionado de Puente Alto llegue al Instituto Nacional y luego a Harvard. Eso no es natural, eso no pasa", dice Pablo. Diego, por su parte, cursó su ensenanza básica en el Liceo Espíritu Santo de San Joaquín y vive en Ñuñoa con su mamá, que trabaja como administrativa contable en una industria de alimentos. Cuando llegó al Instituto Nacional, en séptimo ya sabía que era un colegio exigente. "Pero apenas llegué me sentí parte, porque en el que estudiaba antes no sentía que fuera un desafío". Para él, el ambiente que se da entre los compañeros del Instituto es un incentivo para superarse.

Educación millonaria

A diferencia de Pablo que buscó decididamente llegar a Harvard, la llegada de Diego al MIT comenzó de manera casual. "Partió en tercero medio como una broma con un amigo. Me contó que quería ver si podía postular a una universidad afuera, el MIT". Su amigo le habló de Oportunity, un programa que se inauguró en 2013, para que estudiantes que no tienen los recursos suficientes y que sean destacados académicamente puedan postular a universidades de excelencia en Estados Unidos. Para ello se les paga la preparación del SAT y el TOEFL, porque tienen que competir con sus pares en Estados Unidos de igual a igual. Si los alumnos son aceptados y becados por alguna casa de estudios, el programa financia también los trámites de visa, los pasajes y un monto de 500 dólares para gastos iniciales. Diego postuló más que nada para acompañar a su amigo. Pero fue él quien quedó seleccionado.

Así fue como estos dos alumnos egresados del Instituto Nacional, cuyos ingresos familiares no les permitían pagar siquiera una carrera en una universidad chilena, van a acceder a una educación que en conjunto cuesta más de medio millón de dólares. Pablo va a recibir por parte de Harvard una beca equivalente a 154 millones de pesos por los cuatro años de estudio, mientras que la de Diego en el MIT tiene un valor de 124 millones.

Lee Ullman, director de Education USA Chile, dice que está sorprendido. Ellos obtuvieron puntajes más altos que los estudiantes de colegios privados bilinguës en el SAT (la PSU de Estados Unidos) y el examen de inglés TOEFL. "Como nos fue tan bien el año pasado con ellos este año ampliamos los cupos. Ahora tenemos a ocho niños en el programa, tres de Santiago y el resto de regiones", comenta.

Llegar hasta este punto no fue fácil. Para postular al programa Oportunity, primero tuvieron que sortear la preselección interna del Instituto Nacional. Luego de eso, una entrevista con Lee Ullmann. "Fue la parte más complicada. Era en inglés y te preguntaba por tus logros, actividades curriculares, tus sueños, las cosas que te apasionan y por qué creías que eras el indicado", explica Diego.

Cinco alumnos de diferentes colegios quedaron seleccionados. Tres alcanzaron a llegar al proceso de ingreso a las universidades estadounidenses. Sólo Pablo y Diego fueron aceptados. Para eso debieron obtener buenas calificaciones en el SAT, en el TOEFL, dar ensayos, entrevistarse con ex-alumnos de las universidades, obtener cartas de recomendación. Todo en inglés. Diego menciona que "la prueba de matemáticas era parecida a la chilena, la de lenguaje no tanto, así que tuve que afinar y estudiar vocabulario. El TOEFL, no lo preparé mucho, no había taller. Tenía que sacar 100 mínimo para que las universidades más exigentes me consideraran. Saqué 106".

Pablo dice que su participación en la selección nacional de debate fue clave porque lo preparó para argumentar incluso en otro idioma. Pero también porque fue el tema en que centró el ensayo que presentó a Harvard para su admisión, una de las pruebas más difíciles e importantes que tiene este tipo de procesos porque es el momento en que hay que justificar por qué es un buen candidato. "Escribí sobre mi estadía en el campeonato internacional de debate, en Turquía. Habían puros estudiantes de colegios internacionales que me decían 'yo viví en Israel, yo en Francia, mi papá es diplomático', eran todos rubios... me sentí intimidado, poca cosa. Pero me di cuenta que era yo quien había abierto esas puertas, porque me había esforzado. Tenía cualidades que hacían que yo fuera parte del equipo".

Ahora que ya están preparando las maletas para partir a Estados Unidos, tienen sensaciones algo diferentes. Pablo está ansioso por viajar. Habla de Harvard como si lo conociera: sabe que hay 350 clubes y organizaciones, lee constantemente las noticias del campus y tiene planificados qué ramos tomará: computación, filosofía, biología e inglés. Para Pablo la situación en un poco más difícil. Está pololeando y, además, durante el proceso tuvo ciertas dudas acerca de irse tan lejos. "Hubo muchos momentos en que pensé en salirme del programa. Mientras daba las pruebas, llegué a tener miedo de auto sabotearme para no quedar. Es una decisión fuerte". Los tranquiliza el hecho de que van a estar cerca, ya que tanto Harvard como el MIT se encuentran en Boston. Ahora están a la espera de saber quién será su roommate, con el que compartirán habitación, ya que en el sistema estadounidense los alumnos viven dentro de los campus. Las fraternidades y fiestas universitarias alocadas que Hollywood suele mostrar no les producen demasiado interés. Ninguno de los dos toma alcohol y no son buenos para salir. "Yo creo que lo más difícil para mí puede ser adaptarme a la cultura, a mis compañeros que vienen de distintos países", declara Pablo.

Institutanos de corazón

Para Lee Ullmann, además de las capacidades académicas sobresalientes, hubo otro factor muy importante que permitó el ingreso de estos jóvenes a estas universidades de primer nivel. "Son dos muchachos muy humildes. Siempre hablaron de los amigos, del colegio, de la familia y de Chile. Su plan no es ir a Estados Unidos para no regresar. Quieren volver y ayudar a su país. Eso es algo muy maduro para un niño de 18 años".

Una vocación de servicio que, según ellos mismos dicen, les inculcaron en el colegio. "El Instituto nos abrió a Diego y a mí un mundo de posibilidades, debido a su formación integral, porque forma ciudadanos. Aportar con nuestro país es parte de la visión que tenemos nosotros".

Ambos están mirando con mucho interés lo qué está ocurriendo en su colegio que durante esta semana estuvo tomado. "Creo que he visto suficientes tomas durante estos años, y los únicos perjudicados somos nosotros que perdemos clases. Aun así creo que el alumnado debe manifestarse", dice Pablo con conocimiento de causa porque él decidió repetir tercero medio debido a que durante 2011 había perdido muchas clases a causa de las movilizaciones.

Como la mayoría de los institutanos están interesados por el futuro de su colegio en el marco del nuevo proyecto de ley que busca acabar gradualmente con la selección en los colegios. Ninguno de los dos están de acuerdo con que eso suceda en el suyo. No al menos mientras no se hayan producido otros cambios. "Es discutible eso de que los colegios de selección fomenten la segregación. Permiten movilidad social, que los jóvenes miren hacia adelante y sientan que pueden llegar a otro lugar", argumenta Diego. Pablo dice que "el tema de fondo no deja indiferente a ningún colegio emblemático. En Chile hay una brecha muy grande en la calidad de la educación entre algunos colegios y otros. Pero esa brecha hay que nivelarla hacia arriba y no hacia abajo. No podemos saber si un estudiante escogido al azar va a soportar un sistema educativo riguroso".

Más allá del debate, hay una cosa de la que Lee Ullmann destaca: "Yo como académico extranjero, proveniente de la Universidad de Columbia, puedo decir con certeza que esos niños recibieron una educación excelente". A partir de agosto o septiembre cuando empiezen sus clases en Estados Unidos, esa educación de excelencia será puesta a prueba en un nuevo medio y contexto. Pero eso ya será parte de una nueva historia.