Los conflictos en Siria e  Irak y la presencia del Estado Islámico en ambos países ha gatillado el avance  sostenido de los kurdos, que se han transformado en un actor clave para hacer frente a la actual crisis que vive la región.  Este grupo étnico, el cuarto más grande de la zona, busca ganar territorio en su histórico afán independentista, en medio de la guerra civil en Siria que se desarrolla desde 2011 entre las fuerzas del régimen de Basher Assad y los grupos opositores, y en la que han muerto 250 mil personas, con seis millones de desplazados y más de cuatro millones de refugiados.

A medida que las fuerzas del gobierno han abandonado áreas, los kurdos han ido ocupando su lugar y de manera efectiva han establecido una suerte de autogobierno en tres regiones. Así, el Partido Unión Democrática (PYD) ha gobernado desde mediados de 2012 y su brazo armado, la Unidad de Protección del Pueblo (YPG), ha luchado contra el Estado Islámico en coordinación con la alianza que lidera Estados Unidos (lanzada en agosto de 2014). El respaldo de la coalición a el YPG que es afiliado al grupo armado Partido de Trabajadores de Kurdistán (PKK, considerado una organización terrorista) ha provocado tensiones entre Estados Unidos y Turquía. Se estima que las fuerzas kurdas superan las 40 mil hombres.

Un artículo del think tank estadounidense  Council on Foreign Relations, señaló que la efectividad del PYD y el PKK en las operaciones en terreno en contra del Estado Islámico, especialmente en la batalla por la localidad de Kobane en 2014, ha llevado a que algunos analistas insistan en que Estados Unidos remueva al PKK de su lista de grupos terroristas extranjeros. A este panorama se suma que Washington ha buscado la ayuda de Turquía en su lucha contra el Estado Islámico. Esto porque el país comparte una frontera de 900 kilómetros con Siria que ha sido clave para el cruce de combatientes extranjeros que buscan unirse al grupo yihadista. Si bien en un comienzo Turquía, que es miembro de la OTAN desde 1952, se negó a participar en los ataques de la coalición, posteriormente aceptó, pero con algunas condiciones, como la creación de una zona libre del Estado Islámico y de los grupos kurdos en la frontera que comparte con Siria. A cambio, le permitiría a Estados Unidos lanzar operaciones contra los yihadistas desde una base turca.

El diario The New York Times afirmó que desde el mismo mes que Turquía aceptó formar parte los ataques de la coalición, comenzó a bombardear posiciones de “uno de los grupos que han sido cruciales para detener el avance del Estado Islámico”: el PKK. Así, en julio pasado, la guerrilla retomó la lucha armada, después de dos años de alto el fuego unilateral, durante el cual negoció un plan de paz con el gobierno de Recep Tayyip Erdogan. Según el Times, los analistas concuerdan que la decisión de Turquía de unirse a la lucha contra el Estado Islámico fue motivada en parte por la amenaza de las rápidas ganancias territoriales del YPG dentro de Siria. Históricamente los kurdos han  buscado un Estado independiente, algo a lo que Turquía se opone.

Analistas del Council on Foreign Relations sostuvieron que una independencia de los kurdos podría elevar las tensiones étnicas en la región. Por su parte, Cale Salih, analista del European Council on Foreign Relations, dijo que los enfrentamientos entre Turquía y el PKK podrían socavar la acción en contra del EI.