La pregunta de Freud sobre qué quiere una mujer podría ser una manifestación de lo que ahora llaman "micromachismo" —un machismo cotidiano, de baja intensidad— en cuanto es un poco estrecho considerar a las mujeres siempre como miembros de un grupo y no como individuos. Pero si ellas han sufrido desventajas a lo largo de la historia, tal vez fue necesaria su unión para ser oídas.

Los movimientos femeninos del siglo XIX hablaban de la "mujer" como una categoría universal, pero el feminismo moderno se basa en una creciente diferenciación. De hecho, no todas las mujeres han de ser inevitablemente feministas. Y las que se consideran a sí mismas como tales, no necesariamente tienen las mismas convicciones. Hay feministas que sostienen que las mujeres son diferentes de los hombres y las que sostienen que no lo son; hay feministas proaborto y feministas provida, como las hay pro y antisexo, pro y antipornografía, pro y antiprostitución; hay feministas que representan distintos grupos sexuales: lesbianas, heterosexuales, nacidas mujeres y transexuales; hay feministas académicas (que se ganan la vida estudiando o enseñando el feminismo) y feministas "de trinchera"; también hay facciones dentro de cada una de estas facciones y distintas mezclas entre ellas.

Aproximaciones variadas

Algunas de estas complejidades del feminismo acucian a una serie de jóvenes chilenas feministas o de inspiración feminista, aunque a otras no parecen preocuparles demasiado, según la evidencia de varios libros recientes, que conforman un conjunto a la vez heterogéneo y unido:

Tan linda y tan solita

, de Josefa Araos y June García;

Que explote todo

, de Arelis Uribe;

Confesiones de una soltera,

de Paola Molina, y

Relatos de una mujer borracha

, de quien firma con el seudónimo Martina Cañas.

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Es cierto que son libros tan distintos en sus aproximaciones y objetivos que podría parecer caprichoso reunirlos. Algunos están escritos en clave humorística (Cañas, Molina). Tan linda y tan solita se presenta casi como un manual o introducción al tema. Por último, Que explote todo reúne un conjunto de artículos y columnas de opinión.

Pero existen cosas que los unen. En todos ellos, la cultura digital y las redes sociales son importantes. En algunos el rumbo ha sido desde la red al papel: los relatos de Cañas y Molina comenzaron como fanpages o blogs y los artículos de Uribe fueron publicados en distintos medios digitales. Todos —la excepción es Martina Cañas— comparten los ambientes de clase media-baja o baja: infancias en poblaciones o en comunas como Maipú o San Bernardo y experiencias que van desde tener madres solteras o abandonadas hasta vivir de allegada. También el feminismo parece unirlos de maneras más o menos explícitas: como una doctrina que es necesario difundir y explicar, como una militancia que informa de manera no siempre clara otras posturas, como una actitud que lleva a romper con los moldes de lo que se considera propio de la mujer.

Sorteando olas

En el aparentemente más programático de estos libros, Tan linda y tan solita, hay una sección de "preguntas frecuentes" y ante la duda del nombre feminismo, se informa: "Las mujeres hemos sido históricamente violentadas en muchos ámbitos y nuestros derecho han quedado en segundo lugar. El feminismo busca rescatar esos derechos, que valgan lo mismo que los de un hombre, que se nos respete por el simple hecho de ser personas y que se nos den las mismas oportunidades. El nombre responde a la intención de elevar los derechos femeninos cuya consecuencia sería la igualdad de género". Sin embargo, en su propio relato, hay situaciones en las que es difícil entender si la posición feminista defiende tal igualdad u otras vindicaciones.

Desde un punto de vista histórico, los intentos por lograr la igualdad han sido un componente esencial del feminismo. Primero, fue la igualdad política. Durante el siglo XIX, el voto se convirtió en asunto central en las demandas de las mujeres. De ahí la importancia de los movimientos sufragistas. Ya obtenido ese derecho, se plantearon otras exigencias: una mayor seguridad social, formas de control de la natalidad, una mayor autonomía sexual. En este sentido se distinguieron "olas": la primera, a comienzos del siglo XX; la segunda, a mediados del mismo siglo; una "tercera ola", que existiría hasta hoy, es difícil de definir. Particularmente influyente fue la "segunda ola", con libros como El segundo sexo (1949), de Simone de Beauvoir, o Mística femenina (1963) de Betty Friedan, que exploraron el mito de la dueña de casa y postularon que la condición femenina es algo socialmente "construido" y, por tanto, susceptible de cambiar.

Poco de esta historia parece interesarles a las autoras de estos libros. Josefa Araos y June García, en Tan linda y tan solita, en sus variados materiales anexos ni siquiera mencionan a grandes feministas de la primera ola como Emmeline Pankhurst o Margaret Sanger, y parecen no estar muy familiarizadas con la obra de Betty Friedan (a quien mencionan como Betty Friedman). Arelis Uribe cita más a Foucault que a Simone de Beauvoir.

Cuestión de géneros

Todos estos libros se refieren al género femenino. Pero desde otro punto de vista corresponden al género ficción, salvo el de Uribe. Hay una base ficcional en Tan linda y tan solita: es la historia de un personaje que sufre el machismo en todas las etapas de su vida: en su hogar, en el colegio y en la adultez. A eso el libro agrega "actividades" (tests, encuestas), recomendaciones, un glosario, incluso una receta de limonada.

Relatos de una mujer borracha y Confesiones de una soltera se refieren también a unos personajes: Martina y una veinteañera que se llama Soltera y le dicen Solte.

En cambio, en Que explote todo habla su autora —quien ha escrito también un celabrado libro de relatos, Quiltras— y expone sus puntos de vista. No tiene, por supuesto una pretensión sistemática: es una antología de textos de temas variados e incluso entre los elegidos reconoce que hay ideas con las que ya no comulga, como entender el género como algo binario. "Cuando escribo no pretendo convencer, sino mostrar una postura. No quiero establecer verdades, sólo sembrar preguntas", señala. Pero son menos sus preguntas (que suscitan otras: ¿cómo entiende ella el género?) que sus asertos. Especula, por ejemplo, acerca de las imágenes sexuales, siempre de mujeres: "Mi teoría es que la narrativa es androcéntrica: las historias —en la tele, radio, libros o cine— son contadas principalmente desde y para hombres heterosexuales"; o reflexiona que el mundo es "adultocentrista" e invisibiliza a los infantes. Por supuesto que la existencia de una larga tradición pictórica del desnudo masculino o que el crecimiento de la familia centrada en los niños, según nos han dicho algunos historiadores, es una característica de la transición de la sociedad "tradicional" a la moderna (corroborable con mirar la cartelera de los cines y la publicidad), son cuestiones que la tienen sin cuidado. A veces pareciera que tiene menos preguntas que verdades.

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Segundo sexo y mucho sexo

Arelis Uribe cita a un personaje de una serie televisiva: "Como dijo Frank Underwood en House of Cards: 'todo se trata de sexo, excepto el sexo. El sexo se trata de poder'".

Muchos de los cambios en el comportamiento y libertades sexuales que fueron promovidos por la segunda ola del feminismo y que en su momento fueron revolucionarios, se han convertido en la norma. En esa estela las autoras de Tan linda y tan solita ofrecen "tips" para un sexo seguro: desde usar siempre condón o usar lubricantes a base de agua hasta otro más espirituales: "La comunicación es fundamental".

Lo que pareciera unir a Cañas y Molina es un lenguaje altamente relajado sobre un no menos relajado erotismo. Ambas cosas, así como su origen en la red, parecen provenir de Joven y alocada (blog, película y libro) de Camila Gutiérrez, con su desfachatez malhablada y su fijación sexual. (A veces la deriva alcanza a las formas de referirse al sexo femenino: si Gutiérrez hablaba de "choriflái" y "vayaina", Cañas se refiere al "choriquáker" (libro 1) o al "choricuaco" (libro 2), mientras que Molina al "chorongo" y la "soltegina").

Martina Cañas tiene no sólo sed de alcohol, sino también de amor. Sus relatos han tenido tanto éxito que ha publicado dos tomos. En el primero cuenta su primera borrachera y sus incursiones alcohólicas, pero fundamentalmente cuenta sus romances: el primero, el que se parece a éste pero que tiene un pene pequeño, el con un testículo, el anormalmente peludo, el que tenía devoción por su madre muerta, el peruano caballeroso. En el segundo, Del amor y otras fiestas, continúa el desfile de enamorados: un hombre separado y con hijos, un gordo, un feo, un prevencionista de riesgos, un brasilero. También entrega consejos: para terminar una relación, es bueno fingir estar tomando un tratamiento de enfermedades venéreas; para lograr una mejor conexión con la pareja es recomendable ser "Mary Poppins en la mesa, actriz porno en el ring de cuatro perillas".

En el mismo sentido, Confesiones de una soltera es el recuento de las experiencias familiares y, sobre todo, sexuales de Solte. Aparece algo de drogas, algo de hurtos menores —para ella, a diferencia de algunos de sus amigos, el límite era claro: "Se le roba a las empresas, no a las personas"—; episodios como el cáncer (y la muerte) de su madre. Pero el centro está en su vida genital: desde la pérdida de la virginidad hasta el sexo en la calle, cistitis varias y la angustia de distintos tests de embarazo. A pesar de su intención cómica, una cierta tristeza se cierne sobre estas historias del sexo como una forma de escapar de la soledad: "Tiré para no decir que no, para no ser pesada, para no hacerlos sentir mal, para pagar la cita a la que me habían invitado. Tiré porque ya estaba en su casa y sería descortés dejarlo con ganas. Tiré para gustarle a alguien y unas pocas para ser liberal". En el glosario de Tan linda y tan solita figura la voz "slut shaming" (cierto feminismo gusta de los términos en inglés): "hacer que una mujer se sienta avergonzada y culpable por vivir su vida sexual libremente". Eso temía Solte tras un paseo universitario de excesos, pero no hubo tal. "La única que me dijo puta fui yo". Curiosos liberación y poder sexuales. Qué diría Frank Underwood.

Lo político y lo personal

"Lo personal es político" fue un lema feminista de los años sesenta que cita Arelis Uribe. Es ella la que más claramente asume posturas políticas. Une en su libro dos militancias, la izquierda y el feminismo.

Pero de los muchos aspectos en que ambas cosas se encuentran (durante décadas las historias paralelas del feminismo y del socialismo avizoraban un futuro emancipatorio) ella dedica amplia atención a cuestiones probablemente de interés restringido: la sorpresa de darse cuenta que sus escritores favoritos eran todos hombres y que casi todos sus libros son de autores hombres o que ya no puede ver sus películas favoritas sin sufrir porque no pasan el test de Bechdel —a falta de glosario, en otro artículo explica en qué consiste este test de evaluación de una película: "¿Hay al menos dos mujeres con nombre?, ¿hablan entre ellas?, ¿de algo que no sea un hombre?"— o su descubrimiento de que el idioma castellano es sexista, por lo que ha buscado términos más abstractos o neutros y defiende, aunque no le gustan, las arrobas y las equis en las palabras para volverlas "inclusivas". Soltera en sus confesiones se ríe un poco de esos usos, cuando menciona la necesidad de conquistar "por el miedo de estar con uno mismo, con una misma, con une misme, con unx mismx".

Uribe critica el sexismo de los izquierdistas: "Porque antes que ser de izquierda, los supera el hecho de ser hombres". Pero tensiones similares se presentan al interior del feminismo cuando las diferencias de raza, religión, etnia, orientación sexual o clase social —ella en algún momento distingue entre "las jóvenes rubias y las de pelo negro"— también se dan entre mujeres y pueden ser más importantes que sus intereses en común como sexo.

En este conjunto de libros algunos de los temas quizá más importantes y apremiantes apenas se enuncian. Uribe constata un "feminismo polifónico", pero en que todas las integrantes trabajan "por los derechos de las mujeres, para que puedan abortar, para que reciban igual paga por igual trabajo, para que caminen libres de acoso sexual callejero". De estos asuntos, sólo dedica una columna al acoso, el que ella misma dice haber sufrido. También el personaje de Tan linda y tan solita ya en la preadolescencia sufre las primeras situaciones de hostigamiento.

Si en muchos sentidos la posición jurídica y social femenina ha mejorado en casi todo el mundo, cuestiones como la regulación de la prostitución o la pornografía, la violencia, los problemas de los roles de género y la identidad sexual, el aborto y los derechos reproductivos siguen abiertos y no pueden reducirse a proclamas (a favor o en contra) ni a la exhibición de prejuicios (a favor o en contra). Para la mujer, sea o no feminista, la libertad sexual, económica, política y el ideal de igualdad aún resplandecen en su horizonte.