Hoy se cumplen 32 años desde que Mónica Briones fue encontrada muerta en la calle Merced, frente al Parque Forestal tras ser salvajemente atacada por un desconocido. La investigación en torno a la muerte de la escultora que se había reconocido públicamente como lesbiana y acababa de cumplir 34 años duró ocho años y se cerró sin encontrar culpables.

En los 80 el caso no tuvo la misma resonancia que tendría tres décadas después el asesinato de Daniel Zamudio, en 2012, que indignó a la opinión pública, pero llevó a Cecilia Riquelme, Liliana Inostroza y Susana Peña -amigas de Mónica- a fundar Ayuquelén, la primera organización de lesbianas en Chile que surgió para luchar por sus derechos y reclamar la muerte de la artista como un crimen lesbofóbico. En esa época, las Ayuquelén sólo dieron una entrevista a la periodista Milena Vodanovic, en la revista APSI, resguardando sus nombres y sin fotografías. El artículo fue muy polémico y como ahí mencionaban el lugar en que se reunían, un centro feminista, tras la publicación no se les volvió a prestar la sala.

La conmemoración de la fecha de la muerte de su amiga y de la fundación de ese colectivo inspiró la creación del "Día de la Visibilidad Lésbica", que hoy se celebra por segundo año en el país y que es una muestra de que las mujeres están ganando más espacios en distintos ámbitos de la sociedad, incluido el movimiento de diversidad sexual, cuyas caras hasta hace algunos años eran principalmente hombres. Hoy en cambio hay un grupo de lesbianas que ocupan roles importantes y que, aunque comparten reivindicaciones con los restantes integrantes del movimiento LGBTI ( lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales), también tienen preocupaciones específicas, algunas de las cuales giran en torno a la maternidad.

Entre los rostros femeninos está Erika Montecinos (40), periodista y coordinadora ejecutiva del movimiento Rompiendo el Silencio (RS), quien ha investigado el surgimiento y desarrollo del movimiento lésbico. Ella explica que, en un primer momento, se formaron diversas agrupaciones y colectivos ligados al feminismo, los que abrieron espacios de acogida y debate a las mujeres que temían ser discriminadas por su orientación sexual. "Estas organizaciones, aunque se quedaban en el plano de la reflexión, nos ayudaron a fortalecer la visión crítica del actual movimiento y el perfil político de las lesbianas", cuenta.

Factor Atala

El paso de la reflexión a la acción comenzó en 2004, cuando la Corte Suprema le negó la tuición de sus hijas a la jueza Karen Atala (52), quien protagonizó junto a la historiadora Emma de Ramón -su pareja en ese momento- un inédito debate. "Entre otras cosas, mi caso le dio cuerpo y cara a una realidad que hasta ese momento era invisible y que no se hablaba: el lesbianismo y la maternidad", dice Karen, quien hoy es parte del directorio de Fundación Iguales.

Ocho años después, la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) concluyó que el Estado chileno había vulnerado los derechos de Atala y ordenó actos de reparación y la adopción de leyes y políticas públicas contra la discriminación, fijando un precedente a nivel latinoamericano. "Entender que las lesbianas podemos ser madres es algo que hace diez años no se pensaba. A mí me quitaron a mis hijas por ser una 'familia excepcional' y no valorada socialmente", enfatiza Karen.

El movimiento LGBTI no quedó indiferente al fallo. "Hubo un reordenamiento, ya que el caso Atala precipitó el levantamiento del Bloque Lésbico y otras alianzas en el país. Incluso, Karen y Emma lideraron su organización, Las Otras Familias", cuenta Erika. Estos nuevos colectivos ampliaron el grupo de pertenencia y llamaron a las lesbianas a participar. Pero no sin dificultades, explica Montecinos: "Hay un sistema que, en general, hace que la mujer se vea menos, y en el movimiento LGBTI reproducimos lo que se pasa fuera; el machismo también nos cruza".

Sin embargo, en los últimos años el liderazgo de las mujeres ha ganado fuerza y ha levantado una agenda que incluye debate legislativo, políticas públicas y acciones comunicacionales que expongan sus problemáticas. "Como dice un amigo, las lesbianas estamos hasta en la sopa. Nosotras le damos sentido al color violeta de la bandera y aportamos mayor diversidad al movimiento", asegura Erika.

El elefante blanco

Pilar Zurita (32), Isabel Amor (32) y Francisca Orrego (30) son nuevas protagonistas. Pilar es la primera mujer a cargo de la dirección ejecutiva de Todo Mejora, Isabel abrió el área de formación y activismo en Iguales y Francisca es una de las fundadoras de VisiBLES, organización lésbica creada hace dos años. Las tres trabajan por un objetivo común: construir referentes para las lesbianas.

Esto es justamente lo que representa el logo de VisiBLES. "Se dice que hay un elefante blanco en la sala cuando existe un problema y pareciera que no. Nadie se pronuncia al respecto, pero ahí está; las mujeres lesbianas y bisexuales somos un elefante blanco", explica Francisca Orrego, abogada de la organización. Esto, consideran ellas, es un fenómeno relacionado con la discriminación que sufren las mujeres en general en la sociedad, independientemente de su orientación sexual. "Tiene que ver con una cuestión cultural de ser mujer y de cómo nos educan para ser discretas y que nadie vea lo que hacemos", añade Erika Montecinos.

RS implementó la campaña "#SoyVisible", que quiere que las lesbianas puedan vivir con tranquilidad su sexualidad en Chile. Además, han desarrollado capacitaciones -con el apoyo de ONU Mujeres- para levantar nuevos liderazgos regionales con el objetivo de que las activistas de las organizaciones mixtas saquen la voz.

Isabel Amor, magíster en literatura y estudainte dee otro en sociología, asumió la vocería de una organización conocida hasta ahora por sus líderes masculinos, y hoy es la única lesbiana en su equipo. "En la medida en que se ponen mujeres en cargos de relevancia y se generan espacios para hablar, otras se sienten comprometidas y capaces de participar", afirma. Su trabajo en la expansión territorial de Iguales le ha permitido levantar nuevos grupos en Valparaíso, Maule y La Araucanía, donde otras mujeres han asumido la coordinación local.

La sicóloga Pilar Zurita pone el foco en la infancia y adolescencia. Después de dejar una vocación religiosa, asumió su orientación sexual a los 27 años y no sabía a quién acercarse. "Una de las cosas que me dio más miedo era no saber lo que significaba ser lesbiana. ¿Dónde estaban, cómo son, cómo viven? Eran cuestionamientos permanentes que me provocaban mucha angustia", recuerda. Su labor a cargo en Todo Mejora busca precisamente que a las nuevas generaciones no les pase lo mismo. "Tiene que ver con intentar ser una referencia para los niños y niñas de cómo eres, cómo existes y cómo puedes ser feliz, con un mensaje esperanzador y de autoaceptación", cuenta.

VisiBLES ha hecho un fuerte trabajo comunitario y de contención. Por medio de talleres y encuentros tratan de erradicar lo que llaman lesbofobia interiorizada. "Es el miedo o la vergüenza que sentimos por el hecho de ser lesbianas y decirlo públicamente; como un boicot inconsciente que la sociedad nos impone", explica Francisca Orrego. En las reuniones se comparten experiencias y se abordan problemas comunes para superar estas barreras y empoderarse. "Hay una chica que salió del clóset con su familia al día siguiente y no tuvo problemas", agrega.

Otra forma de avanzar hacia la visibilidad es incidiendo en políticas públicas. Con esta intención, RS se ha reunido con el Ministerio de Salud para desarrollar programas de educación sexual y prevención de enfermedades venéreas y, hace unos días, se reunió con Claudia Pascual, titular del Ministerio de la Mujer, para incluir a las lesbianas en el Plan Nacional de Violencia Contra la Mujer y sumar la categoría de violencia por identidad de género.

¿Casarse o no?

Claudia Amigo (40), su pareja, Claudia Calderón, y la hija de ambas, Gaby, demandaron al Estado chileno ante la CIDH porque no las reconoce como familia. Además, las tres fundadoras de la organización Familia es Familia ingresaron en abril, junto a VisiBLES, RS y Corporación Humanas, el proyecto de ley de derechos filiativos en el Senado. Se trata de la primera iniciativa gestada íntegramente por mujeres y patrocinada por cinco parlamentarios, que busca regular la relación entre parejas del mismo sexo y sus hijos.

Francisca Orrego es una de las abogadas que trabajó en la elaboración de la propuesta. "El proyecto busca equiparar los derechos que hoy gozan las familias heterosexuales en tres situaciones: primero, reconociendo la maternidad de ambas mujeres en una relación cuando una de ellas se somete a un tratamiento de reproducción asistida; segundo, para proteger el reconocimiento de la comaternidad y copaternidad, de modo que tengan la posibilidad de reconocer a los hijos de la pareja; y tercero, adecuar la ley de adopción para incluir a convivientes civiles, haciendo extensivo el derecho a las parejas de hombres", detalla.

La diferencia de este proyecto frente a iniciativas como el matrimonio igualitario es que no exige contar con un estado civil determinado para acceder a la filiación. Claudia Amigo explica que están luchando y promoviendo algo que debió suceder en 1998, cuando se reconocieron los mismos derechos a todos los niños, independientemente de su constitución familiar. "Los hijos ilegítimos de hoy son los nuestros porque todavía no tienen un vínculo legal con su otro padre o madre", sostiene Claudia.

La activista enfatiza en la urgencia. "Este no es un tema imaginario ni un sueño, no estamos pensando en adoptar a futuro, porque estos niños ya existen, son tangibles y están creciendo, y todavía no cuentan con filiación con su otra mamá o papá. Estamos protegiendo a los niños, no a los adultos ni a las ideologías", asegura.

La presentación de la iniciativa no ha pasado desapercibida. Un interesante intercambio de cartas en un diario se produjo en mayo entre Isabel Amor y Francisca Orrego sobre cuál era la mejor fórmula para constituir familias diversas, si el proyecto de los derechos filiativos o el matrimonio igualitario.

¿Son proyectos opuestos? Karen Atala, quien colaboró en la propuesta de matrimonio igualitario con filiación elaborada por Iguales y académicos del Departamento de Derecho Privado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, cree que ambas son iniciativas complementarias, dado que el matrimonio no debe entenderse bajo el único foco de la procreación. "Es la unión de dos personas con el fin de auxiliarse mutuamente en todas las circunstancias de la vida. Implica una ética del cuidado: nos unimos con el fin de cuidar a otra persona y que nos cuiden. La crianza de los hijos, por tanto, puede ser una consecuencia derivada de este proyecto de vida", precisa.

Claudia Amigo valora el proyecto de matrimonio igualitario "porque es el único que ha incluido filiación, pero sigue sin resolver la situación de parejas no casadas". Francisca Orrego está de acuerdo: "Aunque se aprobara, muchas familias quedarían desprotegidas por la retroactividad de la ley pues no están casadas, e incluso, muchas que compartieron crianza pero que ya no están juntas no tendrán derecho de filiación".

A pesar de las diferencias, todas coinciden en que ambas iniciativas son opciones para alcanzar la plena igualdad de derechos por los que estas mujeres trabajan. Un objetivo común con el que las lesbianas están comprometidas, para que no ocurran más asesinatos como el de Mónica Briones.

Doble violencia

El mismo día que se celebró la última marcha del orgullo gay en Santiago, el cuerpo de Nicole Saavedra fue encontrado cerca de un embalse en Limache, luego de estar una semana desaparecida. La joven, que era lesbiana, estaba amarrada y con signos de golpes. Su familia sospecha que el crimen tuvo que ver con su orientación sexual, y la línea investigativa de la Brigada de Homicidios de Valparaíso no descarta un ataque homofóbico.

Existen muy pocos casos documentados de crímenes por lesbofobia. El último Registro de Violencia contra Personas LGBTI de la CIDH, sólo consigna en Chile a una pareja que fue golpeada al besarse en público. Pero las organizaciones y activistas creen que los ataques a lesbianas son muchos más de los publicados: "Cuesta visibilizarlo y no hemos logrado llegar a un número certero", lamenta Erika Montecinos. La razón es la enorme cantidad de casos que quedan en la mitad de los procesos de denuncia, ya sea por miedo o por la dificultad para precisar el motivo de las agresiones.

"Cuando la sociedad te dice constantemente que ser lesbiana es malo, no tienes la seguridad para ir y denunciar. Es muy raro que no tengamos casos como los de Daniel Zamudio o Marcelo Lepe a nivel mujer", agrega Isabel Amor.

Detrás de esto hay una doble violencia por el hecho de ser mujeres y lesbianas, y el tiroteo en Orlando es un claro ejemplo. Cuando RS divulgó en redes sociales la lista de mujeres víctimas, los usuarios se sintieron incómodos, "y comenzaron a reclamar que por qué decíamos que ellas eran lesbianas, como si fuera un insulto. Por eso es importante hacernos visibles, porque cuando hay silencio crece la vulnerabilidad", afirma Erika.