Hace tres años las preocupaciones de Leopoldo Méndez atendían asuntos exclusivos de la pantalla. Tal como las Kardashians, protagonizaba junto a la familia un reality con su apellido, donde todo Chile se dio cuenta que su hijo quinceañero era completamente gay aunque él, en un maravilloso giro del guión, dispusiera en el cumpleaños del retoño la presencia de chicas ligeras. Confirmamos que a Leo le gustaba la fiesta y también ayudar. En uno de los ciclos del programa ocurrió un incendio que arrasó la parte alta de los cerros Rodelillo y Placeres. Leo partió. Entregaba material mirando apesadumbrado esas laderas que parecían devastadas por napalm, las cámaras siempre detrás. Leo abrazaba a la gente, conversaba de tú a tú sin el tono impostado del animador que por un rato abandona el confort del estudio para mostrar compasión en la tragedia. Antes de ser DJ Méndez, Leo era parte de ese pueblo.

Nacido el 21 de julio de 1975, creció en la avenida Portales 474 del cerro Barón en un pasaje sin salida de casas hechizas, a pasos de un mirador con una de esas vistas de postal de una ciudad extremista como Valparaíso, de magníficas panorámicas y horrorosos primeros planos. Callejeaba todo el día, volvía cuando las luces de la calle titilaban. Leo se portaba mal. A veces su madre no sabía cómo controlarlo. Solución. Meterlo a un tambor de 200 litros lleno de agua. "Yo era muy rabioso", me contó una tarde nublada del otoño de 2013. Recorríamos su barrio. Sufrió mucho, dijo, al dejar atrás el cerro y los amigos por emigrar a Suecia, cuando el puerto empobrecido se quedaba sin sus familias más jóvenes, para convertirse en los últimos años de Pinochet en una ciudad desdentada generacionalmente.

La televisión penetra

2016. Leo es candidato a alcalde, arrasó en la primaria por el cupo porteño, y va en un auto con Luis Jara en la versión local del carpool karaoke. El intérprete de Ámame le pregunta por las pantallas de Mega, la estación número uno, si carreteaba mucho en Suecia. La respuesta la sabemos de antemano. En Valparaíso, sitio de rumores y mitos, la fama de DJ Méndez por la juerga es legendaria. Siempre alguien conoce a alguien en Suecia que sabe de sus andanzas. Ese hombre ahora, reconvertido en empresario de espectáculos y luego en político, quiere transformar a la ciudad de su infancia en la Europa que recorrió en su juventud actuando, cuando el mundo del pop estaba ebrio de artistas latinos como Ricky Martin y Shakira, y cantar en español era moda. En un video DJ Méndez interpreta Fiesta sobre su propia voz grabada -Moscú año 2000-, y fuegos artificiales estallan mientras exhibe tatuajes en un cuerpo sin gimnasio.

Leopoldo Méndez aparece en el estelar de Stefan Kramer y los diputados de la UDI también estallan. En horario prime junto al comediante más famoso del país, más encima en Televisión Nacional, el showman que pretende arrebatar la alcaldía al correligionario Jorge Castro, dispone de generosos minutos, y saben lo grave que puede ser para las pretensiones de su militante a la caza de un tercer periodo. Tanto o más que el micrófono, lo que Leo domina es el contacto con la cámara y entretener con naturalidad. Cuando la gente se acerca y si hay un equipo de grabación cerca, relaja el ambiente sin perder ojo en el plano. Así se las arregla por 15 años para mantener notoriedad pública con música desechable y un discurso blindado. Él es real. Viene de abajo. Se fue pobre de Chile. La hizo en Europa. Volvió para vivir con ese estilo que le gusta, las maneras de Tony Montana en Scarface, su cinta favorita. Leopoldo Méndez está en un debate por la alcaldía de Valparaíso en CNN y no sabe cuántos consultorios hay en la ciudad, tampoco le importa. No se preparó y en el equipo de campaña asumen que escuchar no es su fuerte. Leo quiere que Valparaíso sea bilingüe, que el wifi esté en el aire al alcance de todos, que escaleras mecánicas surquen los cerros.

"Volví al puerto y encontré muy poco que me hablara de ayer", escribió Joaquín Edwards Bello el 13 de mayo de 1922, tras ausentarse por ocho años del lugar de su infancia y nostalgias, "esta tierra sin tradiciones, sin recuerdos". Cuando Méndez visitaba su barrio esa tarde de 2013 la única vez que no conectó con la gente fue evocando el pasado, cités demolidos, vecinos que ya no estaban. Sus interlocutores, desinteresados de lo desaparecido y lo ausente, cortaban la conexión. Solo querían saber de la tele, los escándalos, opinar con desprecio de la farándula, pronunciando el nombre de cada personaje como si hablaran de un amigo al que pelan por un rato. La ciudad de 1986 no tiene mucho que ver con la de 2016. Ese Valparaíso descascarado del que muchos se iban, ahora es Patrimonio de la Humanidad. Ese puerto en el que hasta los lancheros dominaban dos idiomas antes del canal de Panamá, ahora recibe hordas de turistas de todo el mundo alojados en esa viejas casonas de los cerros Concepción y Alegre, abandonadas en los 60 por las últimas familias millonarias, ahora reconvertidas en hoteles de tarifado en dólares. El Valparaíso que pretende gobernar DJ Méndez es distinto al de 1986, pero no muy distante de aquel puerto insoslayable entre las rutas marítimas del siglo XIX, que arrebató al Callao su dominio del Pacífico. Los acomodados habitan las colinas próximas al muelle o en el plan. El resto, el 94% de la población porteña, humilde en su mayoría, vive en esos cerros que se queman con pasmosa facilidad. Por eso Leo hace campaña del Camino Cintura hacia arriba, la cota mil porteña que funciona a la inversa de la capital. Más lejos del mar, más pobre. Ahí está la batalla con Castro.

Corren los vaticinios. Méndez y el candidato del pacto La Matriz Jorge Sharp, respaldado por Gabriel Boric, se restan votos entre ellos y habrá Castro tercera parte. Pero dicen que Leo va donde "el Negro" no se atreve. Que recorre Porvenir, sector popular en Playa Ancha, y el actual alcalde no. Que prefiere los centros de madres y se deja caer de improviso en actividades donde la gente le pide selfies antes que propuestas. Son esos mismos cerros que hace medio siglo recorría Salvador Allende recordando de memoria el nombre de sus votantes, tras años de campaña en ese puerto donde se hizo socialista. Leopoldo Méndez no necesita recordar nada. A él ya lo vieron en la tele.