Esta historia es conocida. Es la que sueñan todos los cadetes del fútbol nacional. Consiste en el anhelo de llegar al primer equipo del club, crecer, firmar un contrato importante, emigrar a Europa o cualquier liga de relativa competitividad y asegurarse la vida y la de los suyos. Repetir la historia de Arturo Vidal, Alexis Sánchez o cualquier crack de la Roja, básicamente.

El fútbol es un área de mercado que ha mutado enormemente en el mundo. En Chile, el paradigma del deporte rey también ha sufrido cambios que parecen irreversibles en todas sus áreas. Y varios concuerdan en que el asunto viene trastocado desde la base. El culpable, dicen, es la irrupción del modelo europeo, en el que agentes deambulan al acecho de cualquier chico que muestre algo diferente con el balón en los pies, buscando mercadear con futbolistas que aún no lo son.

"Les hacen creer a los niños que con que sean buenos para el fútbol, con que sepan chutear un balón, tienen la vida arreglada", critica Juan Pablo Pavez, director del colegio Brígida Walker de Ñuñoa, el establecimiento educacional con más cadetes de todo Chile. Para reforzar sus dichos, muestra un mensaje de WhatsApp enviado por una de sus apoderadas, en el que le solicita justificar la ausencia de su hijo para ir a buscar un par de zapatos de fútbol a la oficina del representante. El chico tiene 16, pero desde hace meses que ya cuenta con un agente. "¿Por qué no se los vienen a dejar acá? No están realmente interesados en ellos, sino que sólo quieren enriquecerse con ellos", reclama.

El negocio

Desde hace casi un decenio que el oficio de la representación de jugadores se masificó. Al principio, se trataba de ex jugadores que, en vez de transformarse en entrenadores, aprovechaban su red de contactos para guiar a posibles nuevos cracks. Ahora, en cambio, esta figura se está profesionalizando, al punto de tener a ingenieros comerciales, abogados y empresarios dedicados completamente al área.

<em>"</em>Ese mercado de porcentajes, que es la última moda de la industria en Europa, hoy se mueve sin ninguna restricción. Aunque ahí sólo entran los peces más gordos", dice Juan Pablo Meneses.

La trama de esta nueva fauna del fútbol resulta enigmática y envolvente. Tanto, que el periodista Juan Pablo Meneses quiso adentrarse hasta el fondo de ésta. Se contactó con los mayores agentes del mundo, compartió con todos y se paseó por Sudamérica en busca de su primer futuro crack. Todas sus vivencias quedaron plasmadas en el libro Niños Futbolistas (edit. Blackie Books, 2013), una crónica en primera persona sobre cómo funciona el negocio, visto desde diversas aristas.

Así la describe: "Basta que uno vaya a una notaria, firme un papel, y ya eres representante de un jugador. Vi muchos casos de esos en mi investigación. Pero claro, no es tan fácil. Hoy la industria es otra y hablar de representantes es hablar de muchas cosas distintas. Hay agentes, managers y representantes, que cumplen trabajos diferentes. Están los agentes FIFA, pero también hay agentes independientes que recorren el mundo vendiendo porcentajes de los jugadores. Ese mercado de los porcentajes, que crece cada día, funciona independiente de los cierres de libros de pases, de los países donde juegue o de los clubes. Una cadena de supermercados de Brasil era dueña de un porcentaje de Charles Aránguiz y un equipo de abogados viajaba en aviones privados por Europa vendiendo y negociando ese porcentaje, independiente del contrato estable de un jugador. Ese mercado de porcentajes, que es la última moda de la industria en Europa, hoy se mueve sin ninguna restricción. Aunque ahí sólo entran los peces más gordos".

Matías Jiménez Lería, 29 años, es el ejemplo de este nuevo perfil de agente. Es el hijo menor de María Teresa Lería, quien falleció cuando recién sus hermanos entraban a la universidad. Como se lee en la página web de Matigar (la empresa inversionista que administra junto a sus hermanos), "los negocios más emblemáticos fueron Dos en Uno, Las Tacas, Marbella Chile, Alcazaba Beach (España) y diferentes proyectos inmobiliarios a lo largo de Chile".

En 2008, él y sus hermanos tomaron el control de las finanzas familiares y decidieron darles un vuelco radical, fijándose ahora, como principal motor, en la representación de jugadores jóvenes. Así nació la agencia AIM, que recibe el nombre de las primeras iniciales de cada uno: Arturo, Ignacio y Matías, ordenados de mayor a menor. Entre sus figuras más icónicas destacan Matías Fernández, Mauricio Isla, Marcelo Díaz, Francisco Silva y Nicolás Castillo, entre sus 56 futbolistas profesionales. Pero su fuerte no está en los cracks que ya brillan, sino en los que vienen en camino. Su empresa, junto a Twenty Two -propiedad de Fernando Felicevich, representante de Alexis, Vidal, Gary, entre otros astros de la Roja- son quizás las más especializadas en el trabajo con proyectos en todo Sudamérica.

Matías está sentado a la cabeza de una amplia mesa de reuniones, en una oficina en pleno Sanhattan, y confiesa que no entiende por qué decidió dar esta entrevista. Aunque pronto recuerda: "Es que se dicen muchas cosas de este negocio que no son verdad", explica. Tal vez por ser el menor, él se encarga de supervisar toda el área del fútbol joven. Su misión es estar las 24 horas del día disponible para ayudar a sus proyectos de futbolistas.

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Vicente Hoces, Fernando Ormazábal, Matías Jiménez, Ricardo Martínez (arriba, de izq. a der.); Leonardo Lorca y Camila Cabarga, (abajo). Parte del equipo de AIM.[/caption]

Asegura que esta industria es rentable porque se han tomado el trabajo en serio. "Nuestro fin es evitar que los jugadores con potencial se pierdan en el camino, acortar los riesgos de que no llegue a ser profesional", explica. Trabajo en serio quiere decir que AIM funciona como una agencia real. Se encargan del cuidado de cada jugador, justificando cada dinero que invierten en él. Les entregan proteínas, a algunos zapatos y gastos personales, todo para evitar que pierdan el foco.

Malas prácticas

Pero no todos piensan como Jiménez. Mario Rodríguez, presidente de la rama de fútbol de la U. de Concepción, es uno de los más críticos respecto a esta actividad. "Algo que me parece totalmente fuera de toda norma es que hayan jugadores de las series menores que tienen representantes. Son jugadores de 15 ó 16 años. No puede ser", reclama. Su indignación es motivada porque, a su juicio, en varios casos se quebrantan temas legales y morales: "Muchos se acercan a ellos y les hacen regalos. Ya sean zapatos, medias. Yo los he visto llevándoles medias, pasándoles plata o ropa... Es un asunto que roza la legalidad".

Las malas prácticas de algunos representantes no son un secreto. José Luis Carreño, agente que trabaja sólo con mayores de edad, las enumera: "Conquistan a los chicos con zapatos de fútbol; pagándoles también a los papás las cuentas del agua, de luz o distintos gastos que tengan en la casa". El ex ejecutivo bancario, y representante desde 2008, asegura que la tendencia de trabajar con futuras promesas está presente en la mayoría de los agentes nacionales. "Lamentablemente esto está predominando más en la gente nueva, pero también se está dando la tendencia de que la gente más antigua lo está haciendo. Quieren dominar todo el fútbol chileno".

"Legalmente no podemos hacer nada, porque ellos se acercan a los padres o los tutores y con ellos hacen el contrato", reconoce Mario Rodríguez, Presidente de la UdeC.

Augusto Munder es un cubano que reside en Chile desde hace 17 años. Su hijo, César, es una de las promesas de Católica. El joven juega de puntero derecho con los cruzados, viste la 7 y es uno de los jugadores más cotizados en el mercado. Y eso es precisamente lo que molesta a este padre. "Se me acercaron alrededor de 15 representantes. Al principio no quería que a mi hijo lo tomara alguien, porque éste es un mundo un poco turbio, mafioso y hay muchos representantes buenos y otros chantas", confiesa.

Munder, que en Cuba se desempeñaba como funcionario municipal, nunca ha estado de acuerdo con este tipo de prácticas. Historias conoce de sobra: "Es bien triste. Muchos papás por desconocimiento, por no tener los estudios necesarios, han caído en manos de estos tramposos y después se ven amarrados por años". A su juicio el tema es aún más profundo. En Chile, esta industria no recibe ninguna regulación. Ni de la ANFP, ni del gobierno, ni de los propios clubes. "Legalmente no podemos hacer nada, porque ellos se acercan a los padres o los tutores y con ellos hacen el contrato", reconoce Rodríguez, de la UdeC.

El tema raya en las normas éticas básicas. Munder denuncia que "muchas familias ven el cielo abierto, porque les prometen que les pagarán las cuentas básicas, les comprarán mercadería, les dan celulares de último modelo a los chicos y así. He visto tantas cosas. Hace dos o tres años que los profesores de la UC nos dicen que tuviéramos cuidado con los representantes, porque hay algunos que les dan plata a los muchachos para que vayan a la discoteque o que le ofrecen el último celular". Pavez, Rodríguez y Carreño concuerdan con estas acusaciones.

"Si yo le diera dinero a los chicos para ir a una discoteque, es porque no entiendo el negocio. Yo quiero que ellos sean deportistas de elite, que triunfen, y si tienen la cabeza en otro lado, es obvio que no llegarán", explica Matías Jiménez, de la agencia AIM.

Pero lo más grave es algo que parece invisible, que ocurre dentro del hogar de todos estos chicos. "Hay algunos casos que los jóvenes se creen dueños de la casa porque pagan la luz o las cuentas básicas. Eso es corromperlos", critica el cubano Munder. Según la Convención Sobre los Derechos del Niño de Unicef, en su Artículo 31: "Los Estados Partes reconocen el derecho del niño a estar protegido contra la explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo que pueda ser peligroso o entorpecer su educación, o que sea nocivo para su salud o para su desarrollo físico, mental, espiritual, moral o social". En el Artículo 33, exigen que cada país tome todas las medidas para hacerlo, pero en Chile, ni el Sename ni la ANFP parecen entender este asunto.

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César Munder y su padre Augusto posan para La Tercera en San Carlos de Apoquindo.[/caption]

Matías Jiménez no niega todas estas situaciones. "Hay malas prácticas en este trabajo, lógico que sí, como también hay profesionales buenos y malos". Eso sí, se separa de inmediato de ese lote oscuro, y lo hace explicando su modelo de inversión: "Si yo le diera dinero a los chicos para ir a una discoteque, es porque no entiendo el negocio. Yo quiero que ellos sean deportistas de elite, que triunfen, y si tienen la cabeza en otro lado, es obvio que no llegarán".

En AIM, confiesa, cada gasto que realiza en sus representados debe ser justificado. "Alimentación, movilización, educación… Son muchas las cosas que afectan a un niño para que juegue bien o mal, nosotros apoyamos en ese sentido". Las regalías que entrega la agencia son consultas con su psicóloga de planta, una van de movilización para jugadores y tratamientos médicos y de alimentación. "También los premiamos con tablets o celulares cuando obtienen logros importantes", confiesa.

Postfútbol

Para el periodista Juan Pablo Meneses, la proliferación de este modelo de negocios está ligada directamente a los triunfos de la Roja adulta. "Chile es un mercado emergente. Los últimos triunfos internacionales han hecho que crezca el interés de afuera por nuestros jugadores. En este negocio es muy importante la denominación de origen y si la marca Chile se valora dentro del fútbol, los precios de jugadores chilenos aumentarán, llegarán más agentes y representantes y los precios van a subir. La ilusión del dinero fresco y rápido entusiasmará a varios. Y con ello crecerán las estafas, los malos entendidos, los conflictos de intereses. Convertirse en una potencia de fútbol y ganar dos Copas América trae de agregado este otro lado, que se suele desconocer", explica.

Pero ni los triunfos de la Selección adulta ni la enorme diáspora de jugadores a otras ligas se condice con los resultados. La Sub 20 de Héctor Robles fracasó en el Sudamericano de Ecuador, aunque la Sub 17 clasificó al Mundial de India.

¿Crees que los jugadores son vistos sólo como ganado? "No sé si ganado, pero sí como fabricas de dinero. Esto es una industria, y es un poco ingenuo a esta altura seguir sorprendiéndose con que se haga una industria con las ilusiones de jóvenes que quieren triunfar. Yo siempre digo: el fútbol ha muerto, hoy vivimos el postfútbol. Y en ese nuevo deporte, el postfutbol, los jugadores valen más por lo que pueden generar en plata que por lo que pueden generar dentro de la cancha", concluye Meneses.