Steve Stern lleva años investigando la historia política latinoamericana. Considerado uno de los más reconocidos expertos norteamericanos del tema, el actual profesor de la Universidad de Wisconsin-Madison estuvo en Chile para lanzar su nuevo libro Luchando por mentes y corazones y dictar una conferencia en la Universidad Diego Portales sobre los 40 años del Golpe Militar. La Tercera conversó con él sobre los procesos de transición política en América Latina y su visión sobre el momento que viven la región y Chile.

A la luz de su experiencia y su trabajo sobre la historia latinoamericana, ¿cómo ha sido el proceso de transición que vivió Chile?

Lo bueno de Chile es que los chilenos se autocritican permanentemente. Si se piensa en Chile desde un estándar ideal, podemos quedarnos cortos. Pero si se piensa en Chile desde un estándar de comparación internacional, el país muestra muchos éxitos en la forma de avanzar en el tema. En Argentina hubo más dramatismo, porque sometieron a juicio a la junta muy rápidamente, pero después se produjo la rebeldía militar y hubo un gran retroceso. Chile, mirando a Argentina, optó por no echar el tema a la basura y trabajarlo con cierta cautela. Pero desde esa perspectiva, Chile ha logrado mucho.

En Argentina parece haber un mayor consenso frente al pasado. ¿Es real esa percepción?

Sí y no. En Argentina, el régimen entró en un colapso porque iniciaron una guerra. Los militares entraron en una locura que los deslegitimó. Entonces no era como el plebiscito acá, donde Pinochet obtuvo un 43% de apoyo. Allá hay un colapso, una implosión, como pasó en la Unión Soviética. Acá era una transición, donde Pinochet ya no era sostenible como presidente y perdió la hegemonía suave de las mayorías, pero retuvo una base muy grande de apoyo, así que las condiciones de la transición son muy distintas.

En el proceso de abordar la historia por parte de un país, ¿se puede llegar, en algún minuto, a una suerte de consenso nacional?

Creo que es posible, pero siempre habrá conflicto, porque no todos van a asumir la historia de la misma manera.

No es posible entonces hablar de una suerte de verdad nacional.

Exacto. Además, es peligroso, porque si hay una sola verdad que se asume y no hay ninguna verdad extra, ninguna respuesta crítica, entonces estamos en un estado orwelliano, donde se dice lo que hay que creer y dejamos de pensar.

¿Qué sucede en otros países de la región, como Brasil, que ha vivido un proceso bastante peculiar respecto de su pasado...?

Sí, la política pública institucional en Brasil ha sido, en general, muy pobre.

A qué se debe ese fenómeno, pensando que es un país donde los principales partidos se ubican en el centro y en la izquierda del espectro político.

En eso influye el cambio en la cultura mundial. Uno de los logros de la lucha por los derechos humanos es que hay un gran cambio desde los 70 en las expectativas. Si pensamos en la transición tras la muerte de Francisco Franco, en España (en 1975), el sentido común sugería que la mejor forma de hacer una transición era el pacto del olvido, la misma izquierda era parte de eso. Brasil, en 1985, era parte todavía de esa época. Pero llegamos a los 90, donde después del proceso en Chile, la situación en Sudáfrica y las comisiones de verdad en Centroamérica, hay una insistencia de una cultura internacional sobre los derechos humanos. Chile fue uno de los países pioneros en eso, porque su transición quedó como en la mitad del proceso de cambio de la cultura mundial.

¿Por qué se produce ese cambio en la cultura mundial?

Hay casos que impactan muy fuertemente. Creo que la transición en Argentina impactó mucho, el juicio de la Junta Militar y la película La historia oficial, todo coincidió. La historia oficial, además, ganó un premio de la academia y circuló por el mundo. No hay duda de que el caso sudafricano impactó también. Además, simbólicamente, Nelson Mandela fue una figura internacional casi sin comparación. Chile tuvo otro impacto simbólico importante en el mundo con la detención de Pinochet en Londres en 1998.

¿Qué cambios ve en las nuevas generaciones frente al tema?

Hoy, hay cierto peligro en el asunto de los DD.HH. de seguir con los mismos temas de siempre cuando la sociedad expande el significado que les da a los DD.HH. Eso puede generar tensión entre las nuevas y las viejas generaciones.