El 18 de mayo de 1897 se fundó el Centro Español de Instrucción y Recreación para que la numerosa colonia hispana residente en Chile -uno de cada 1.000 habitantes era español o descendiente directo- contara con un lugar de entretención, alejada de las cantinas y las peleas callejeras. Un sitio para compartir sus costumbres en el deporte y los juegos de salón. Luego, sus dos ramas principales, Ciclista Ibérico e Ibérico Balompié, se fusionan, adquieren los terrenos de Santa Laura y en 1922 dan origen a Unión Deportiva Española.

La historia del club la cuenta lleno de orgullo el guardián de sus tesoros. Uno de sus más incondicionales fanáticos. José Marino, el coleccionista de objetos del club. Adornan su casa balones, banderines, piochas, figuritas, afiches y una colección de casi 700 camisetas del equipo rojo en todas sus épocas. Da para museo. Marino también es historiador aficionado del club de sus amores y se da el tiempo para aclarar mitos, revivir anécdotas y resaltar oncenas, referentes e hitos de Unión Española en el día de su aniversario.

En 1934, por ejemplo, se llamó a concurso entre los hinchas para crear un nuevo símbolo representativo con el fin de unificar los emblemas que utilizaba cada rama deportiva por separado. El diseño ganador fue un águila imperial, que fue evolucionando hasta el famoso emblema actual. Inspiradas en escudos de las monarquías católicas -la primera en un sello de Isabel La Católica de 1473, cuando aún era princesa-, el historiador derriba que está relacionada a la dictadura de Francisco Franco: "Asociarla al periodo de Franco es querer ensuciar una insignia cuyo nacimiento data de antes. A partir de 1940, Franco utilizó también un águila como emblema en la bandera española, diciendo que todos tenían que usarla. A diferencia del águila de los Reyes, tiene otros detalles". "Durante los 70, Unión solía disputar sus partidos sin la insignia en su camiseta, porque Abel Alonso -presidente en aquella época y antifranquista- lo solicitaba. Hoy los hinchas no nos imaginamos al club sin su tradicional distintivo", añade.

Cuenta Marino que en los 60 la gente pagaba la entrada para ver únicamente a Honorino Landa, que deleitaba con su calidad y personalidad. "Era un loco. Una vez se pasó a dos defensas de hoyito, hizo un gol y lo celebró haciéndole un autógrafo en la camisa de un carabinero. Otras veces se ponía a fumar sentado al lado del arco mientras se jugaba. Después se paraba y marcaba", relata.

Otra. Unión disputaba la vuelta de la final de la Libertadores 75 en Avellaneda tras derrotar 1-0 a Independiente en la ida. Con 1-1, el árbitro recibió un proyectil y el encuentro se suspendió, por lo que el cuadro chileno se coronaba campeón: "Los dirigentes le dijeron a Abel Alonso que cooperara para que se continuara, ya que los trasandinos recibían el Mundial 78 y la FIFA podía quitárselo. Se reanudó el encuentro y Unión cayó 3-1 con un penal inventado", llora Marino. En la definición, en Asunción, Independiente ganó 2-0.

"Nos salvamos del descenso en la liguilla contra Puerto Montt en 2008. Yo estaba en Vigo, la ciudad española de mi padre, en un cibercafé. Perdíamos de local 0-3 hasta que me echaron del lugar porque ya era tarde. Me fui llorando, asumiendo que habíamos caído a segunda. Cuando llego al departamento, me llama mi prima: '¡Nos salvamos! Empatamos a tres. El llanto pasó a ser de emoción", rememora el mayor guardián de los tesoros de un club que ayer cumplió con 120 años. Unión Española.