Cuando la salud de los hijos se convierte en obsesión




Durante un capítulo del programa The Real Housewives of Beverly Hills, la ex modelo nacida en los Países Bajos, Yolanda Hadid, capturó la atención con un consejo que pasó de ser un momento controversial en televisión, a un nuevo estereotipo de maternidad. En el programa, Hadid le recomienda a una de sus hijas —Gigi Hadid de entonces 17 años— comer “un par de almendras” si se siente muy débil. El mensaje detrás de la instrucción era claro: comer lo mínimo para poder seguir trabajando. Ni una sola almendra más. Así nació el concepto de las “Almond Moms” o mamás almendra para referirse a aquellas madres que, con el argumento del cuidado de la salud, les transmiten a sus hijas e hijos normas restrictivas generalmente vinculadas a alimentación y el cuidado del cuerpo, pero no se limitan exclusivamente a estos ámbitos.

La búsqueda de la salud y el bienestar no es un desafío solo de nuestros tiempos, sino una necesidad humana que trasciende generaciones. Sin embargo, en diferentes momentos históricos la idea de qué implica ser saludable y cómo podemos mantenernos en condiciones óptimas, puede ser muy diferente. La salud se ha convertido en una prioridad -sobre todo durante la infancia y adolescencia- recayendo en las madres una gran parte de las expectativas sociales de criar hijos sanos. Pero, a pesar de que hoy la crianza respetuosa y la visión más holística de la salud —que incluye la salud mental como parte integral del bienestar-, ganan cada vez más terreno, muchas madres llevan la preocupación a niveles extremos. Y es que hoy, la mamá almendra sigue plenamente vigente y se ha vuelto un relato común entre miles de mujeres quienes, a través de las redes sociales, comparten los efectos de esta forma de entender la maternidad que puede hacer más daño que los perjuicios que previene.

La psicóloga clínica perinatal y Directora del Centro Público de Salud Mental Materna de Las Condes, Paulina Sánchez Aliaga, explica que todavía existen nociones muy arraigadas en la conciencia social que aluden al ideal de la buena madre como una que no comete errores. Esta noción de la mamá perfecta ha sido cuestionada por especialistas como el pediatra inglés Donald W. Winnicott en la década de los 50 a través del concepto de la “madre suficientemente buena”. Esta tesis plantea que, la madre perfecta no solo es un ideario irreal sino que también innecesario. Porque el pilar fundamental de la crianza es entender las necesidades individuales de un niño en cada momento y la “madre suficientemente buena” es aquella capaz de adaptarse en medio del constante cambio.

A pesar de que el concepto de una mamá almendra no ha sido recogido por la psicología, sí existe un patrón común observable en muchas madres. “Sí se ve en pacientes pero no hay consciencia del tema”, comenta Paulina. La especialista en salud mental explica que las conductas típicas de una Almond Mom suelen estar muy normalizadas y se asocian a efectos positivos para los hijos. Paulina Sánchez explica que no se trata dar rienda suelta a todos los deseos y preferencias de un niño respecto de su alimentación, sus hábitos de sueño o de juego sino de entender que los hijos tienen necesidades independientes de sus padres. Y que, modelar a los hijos bajo la propia imagen es dejar de reconocer su individualidad. Además, Paulina explica que no considerar los efectos sociales de criar hijos sobreexigidos, rígidos o extremadamente restrictivos, va en directo perjuicio de los niños a los que se busca proteger con rutinas y prácticas muy cuidadas. “Para criar de manera sana hay que practicar la flexibilidad”, explica Paulina. La psicóloga comenta que, ser capaces de hacer excepciones teniendo en cuenta los distintos contextos que vive un niño, marca la diferencia entre una maternidad proactiva y una crianza restrictiva.

A casi una década de la emisión de la temporada de Desperate Housewives of Beverly Hills en la que Yolanda Hadid autoriza a una de sus hijas adolescentes a “portarse mal una noche” y comer torta en su propio cumpleaños, los dichos de una mamá almendra todavía resuenan en la mente de mujeres adultas. Niñas que se criaron bajo este régimen de restricción y prohibición pero que hoy buscan abordar la maternidad con otras herramientas. En su libro Fat Talk: Parenting in the Age of Diet Culture, la autora Virginia Sole-Smith explica que, si bien el concepto de Almond Mom puede ayudarnos a definir un fenómeno de manera que sea comprensible e identificable a un nivel masivo, etiquetas como esta suelen caer en la caricaturización y la instauración de arquetipos de la mujer como antagonista.

La autora de Fat Talk en su libro explica que, una de las conclusiones levantadas durante las entrevistas que realizó a madres y padres para recopilar datos sobre la crianza en la era de la cultura de dieta, es que no solo se trata de belleza o pura vanidad. Más allá de los ideales estéticos de delgadez que se instalaron durante la década del 90, durante esos años se inició además una campaña pública contra la obesidad. Instituciones, figuras reconocidas y autoridades así como también empresas y marcas comenzaron a promover la idea de la pérdida de peso como una forma de alcanzar mayor bienestar e incluso, la felicidad. Ser delgada pasó de ser un rasgo físico a una decisión moral y una responsabilidad social. La psicóloga Paulina Sánchez explica que, más allá del peso que puedan acarrear las palabras de una Almond Mom, es importante recordar que ellas también han sido hijas y que, muchas crecieron entendiendo que la forma de su cuerpo era un reflejo de su propio carácter. “No hay que hacer una estigmatización ni castigo a estas madres”, explica la psicóloga. “La rigidez es muchas veces la forma de validarse como buenas madres y cumplir con los logros que la sociedad sigue exigiendo a las mujeres durante la crianza”.

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