El viaje al fondo del mar de Lucía Villar, la oceanógrafa que estuvo un mes a bordo de un buque de investigación en Japón

El viaje al fondo del mar de Lucía Villar, la oceanógrafa que estuvo un mes a bordo de un buque de investigación en Japón

La científica e investigadora chilena acaba de culminar una travesía en alta mar de un mes a bordo del buque de investigación Hakurei, en las cercanías de la isla Minami Torishima, en Japón. Su principal objetivo fue conocer cómo se forman recursos en los fondos marinos y qué metodologías se usan para su exploración.




Cuando tenía siete años, la oceanógrafa y doctora en Ciencias Naturales, Lucía Villar, luchó contra el sueño para poder ver pasar al cometa Halley. Había visto que lo anunciaban en las noticias con bombos y platillos, y a pesar de que nadie de su familia o amigos se prepararon para el evento, ella se quedó leyendo y haciendo hora con la esperanza de verlo iluminar el cielo. Recuerda ese momento como uno de los que evidenciaron su fascinación natural hacia las ciencias. Luego fueron los programas de Jacques Cousteau los que la hicieron soñar con sumergirse en las profundidades de los océanos.

La científica e investigadora postdoctoral del Departamento de Geofísica de la Universidad de Chile hoy transita entre el mar y la tierra. Acaba de culminar, de hecho, una travesía en alta mar de un mes a bordo del buque de investigación Hakurei, en las cercanías de la isla Minami Torishima, en Japón. Su principal objetivo fue conocer cómo se forman recursos en los fondos marinos y qué metodologías se usan para su exploración. Pero la investigadora chilena aprendió mucho más que eso. En esta entrevista, Villar profundiza sobre la dura rutina en alta mar, la convivencia con distintas culturas y la rigurosidad japonesa, basada en el respeto y la paciencia.

– ¿Cómo fue la rutina a bordo del buque?

– La primera semana fue principalmente acostumbrarme a la vida en movimiento. Vivir dentro de un barco es bastante difícil para el cuerpo. Se estresa. Aparte del cambio de horario, es todo un tema los primeros días a bordo. Por suerte no tuve mareos. También hay que acostumbrarse a los horarios que son muy estrictos y a familiarizarse con vivir a bordo, conocer a la tripulación y a los compañeros de trabajo. A la comida, que era 100 por ciento japonesa, algo inédito para varios que estábamos ahí. La primera semana también nos hicieron los entrenamientos de supervivencia y emergencias. Como por ejemplo, si nos enfrentábamos a una inundación, un incendio o que hubiera que abandonar el barco. Uno tiene que estar preparado. La vida a bordo es bien especial, tiene las reglas bien marcadas.

La científica aclara que una de las cosas favoritas de su experiencia fue la comida tradicional japonesa. A diferencia de otros investigadores, a ella no le costó nada acostumbrarse a eso. Sí tuvo que adaptarse a una rutina estricta. El día empezaba a las 5:40. A las 6:30 tomaban desayuno y a las 8:00 en punto ya estaban trabajando. Al mediodía hacían una pausa para almorzar y descansar media hora. A las 13:00 tenían clases teóricas relacionadas con geología marina o recursos minerales. Comían entre las 16:30 y las 17:00. Después de cenar, ella salía a caminar a cubierta al menos una hora para mover un poco las piernas y ver los atardeceres. La mayoría ya estaba durmiendo a las 20:00.

– ¿A qué te refieres con que las reglas están bien marcadas?

– Esta es la segunda vez que me embarcó con los japoneses. Lo principal es el respeto a los diferentes actores que hay a bordo. Ese respeto es muy marcado y todo lo que uno realiza, cómo se comunica con los otros, cómo conversa, tiene que ser de manera sumamente educada.

Esa primera semana de adaptación fue la más difícil, cuenta Villar. Ya en la segunda, la tripulación navegó más de cinco días para llegar al punto donde realizarían el estudio y procedimiento de la exploración submarina.

Las muestras que se extrajeron son de unos minerales que se llaman costras ricas en cobalto, explica. “Contienen principalmente cobalto, como el nombre lo dice, pero además contienen metales muy apetecidos por las industrias de las energías verdes, como los autos eléctricos o los paneles solares”, dice.

El equipo japonés que dirigió la investigación contaba con una tecnología avanzada que permitía ver en vivo cómo se perforaba la superficie de los montes submarinos donde se extraen ese tipo de minerales.

Ese fue uno de los primeros impactos para Villar, que pudo ver en vivo y de cerca el procedimiento. “Es bastante distinto conocer a través de un libro lo que te enseñan, que verlo in situ”, comenta.

El segundo impacto fue la rigurosidad y la paciencia presente en cada paso.

– ¿Fue muy distinto a otras experiencias anteriores en buques de investigación?

– La diferencia entre este y otros buques científicos internacionales en los que yo he estado es abismal. Los japoneses son extremadamente estructurados y siguen una rutina paso a paso, con mucha paciencia. Todos los procedimientos que se deben hacer para que todo funcione perfecto. Por ejemplo, si hay algo extraño en una máquina o un mínimo error, ellos lo repiten una y otra vez hasta que salga perfecto. Eso es algo que no se ve comúnmente en los otros buques científicos porque uno está realmente estresado con el tema del tiempo, quieres que todo salga rápidamente y funcione.

– ¿No estresa ese perfeccionismo?

– No se sentía el estrés, solo un sentido de la paciencia. Todo se repetía y todo se comprobaba. De hecho solamente hubo un error más o menos problemático un día que tuvieron que testear muchas veces hasta que lo solucionaron y nunca más tuvimos problemas”.

Las siguientes semanas, Villar colaboró junto a un equipo en el procesamiento de esas muestras. A grandes rasgos: recibir las muestras de rocas que venían desde las profundidades, medirlas, pesarlas, embalar los cortes que se le hacían para analizarlos posteriormente en tierra, tomar fotos, rellenar formularios y guardarlas en una bodega especial. “Logramos obtener muchas muestras en poco tiempo. Para los japoneses este fue un logro”, cuenta Villar.

Dos factores favorecieron el resultado. Primero, el buen tiempo, casi sin oleaje.

Y lo segundo, la “buena onda” que se generó entre el personal científico técnico y la tripulación.

– ¿Por qué fue tan importante esa buena convivencia?

– Esto suena simple, como si no tuviera mayor importancia, pero estando a bordo encerrados 24 horas al día es algo sumamente fundamental. Si estás en medio del océano y tienes que ver todos los días, a cada hora, a las mismas personas por semanas y alguien es desagradable, realmente se produce un estrés. Y si alguien está estresado le afecta a todo el buque. No somos individuos, somos un equipo. Entonces si alguien está mal, todos comienzan a sentirse afectados. En esta campaña esto no sucedió, creo que fue uno de los mejores logros que tuvimos a bordo”.

Una de las razones por las que Villar eligió este camino científico y académico fue el hecho de tener que colaborar con personas de otras culturas, cuenta. En su equipo de cinco personas, había científicos de Tailandia, Camerún, Bangladesh y Filipinas. Todos hablaban distintos idiomas y tenían distintas religiones y culturas. “Conocer a personas distintas te da nuevas formas de pensar”, dice.

– ¿Y qué fue lo difícil?

– Por suerte como he estado varias veces a bordo, se me hizo bastante fácil el funcionamiento de la rutina. Me adapté. Pero destaco el hecho de que no se tiene internet a bordo como uno quisiera. De hecho la señal solo es más o menos buena durante la noche, cuando están todos durmiendo. Eso a mí me afectó. Extrañaba conversar con mi marido, mi hija. Pero fue solamente un mes a bordo, así que tampoco era algo tan dramático. Sí creo que hay gente que no está acostumbrada, que no deja a la familia, pero yo desde los 22 más o menos que me embarco, así que tengo más cuero de chancho.

– ¿Qué importancia tiene la investigación de formación de recursos en los fondos marinos?

– La importancia de investigar y saber sobre los recursos marinos se resume en el dicho de que el conocimiento es poder. Es de suma importancia esto para Chile, porque el país posee mucho más territorio maritorio (el mar territorial, las aguas interiores y la zona costeras) que territorio. Es cinco veces más grande su territorio marítimo que su territorio terrestre. Esa parte que está ahí oculta bajo los océanos es fundamental para realizar buenas leyes. Se está hablando actualmente en todo el mundo la posibilidad de hacer minería submarina. En Japón llevan más de 30 años investigando sus fondos marinos y nosotros en Chile no sabemos de esto, pero nuestro país es rico en recursos y minerales energéticos. También es importante saber que asociado a estos depósitos minerales, tenemos flores y fauna que habitan ahí. Entender la función ecológica de estos seres vivos también podrá guiar a las autoridades a tomar buenas decisiones en el futuro cercano y proteger estos ecosistemas”.

“La única mujer”

Tras la experiencia vivida en el programa de entrenamiento, Villar será la única científica mujer chilena con conocimientos teóricos y prácticos sobre recursos minerales marinos. Espera poder formar parte, en un futuro cercano, de algún equipo de tomadores de decisiones sobre materias oceánicas en nuestro país.

“Espero ayudar al conocimiento de los recursos minerales y energéticos en los fondos marinos chilenos, algo que debemos promover lo antes posible, antes de quedar abajo del carro de esta nueva industria que está por nacer”, asegura.

– ¿Cómo surgió tu interés por la ciencia?

– Desde niña siempre fui muy preguntona. En el colegio, en la casa, en todos lados. Me llamaban la atención todos los programas relacionados con la naturaleza. En el colegio también me empecé a dar cuenta que me llamaba mucho la atención la ciencia y el mar, el océano siempre me atrajo sobre todo por los animales que viven ahí. Decidí optar por la carrera de Oceanografía y después de unos años pude conocer este tema de la geología marina.

– ¿Tuviste como referente a alguna científica que te ayudó en tu carrera?

– Para ser honesta nunca he tenido un modelo femenino como para seguir, sobre todo porque en el área de la geología hay muchos más representantes masculinos. Y al hablar de geología marina, es aún más difícil porque las mujeres generalmente no se embarcan. Hay razones sociales detrás de esto, ya que muchas mujeres tienen que quedarse cerca de la familia. Yo misma tuve que detener mi carrera cuando nació mi hija desde el 2012 hasta el 2019. Lanzarse al océano es un sacrificio emocional bastante grande, pero al final de cuentas vale la pena. Sobre todo por parte de los hijos, de los amigos de los hijos. En el caso de mi hija, sus compañeros están muy orgullosos porque Josefina, mi hija, tiene una mamá científica que sale en la tele y que explica las cosas del océano y las rocas.

– Igual me imagino que la participación de las mujeres irá aumentando.

Yo fui la única mujer que egresó de la carrera de Oceanografía en mi promoción, y ya luego en a Alemania, donde fui a realizar el doctorado en geociencias marinas, también la mayoría de los investigadores eran hombres. Pero hay que tomar en cuenta que para estas nuevas generaciones la cosa es mucho más pareja y estoy viendo que hay muchas más mujeres estudiando carreras científicas como geología y oceanografía que en mi época. Esto habla también de un cambio de estereotipos en el país. Lo encuentro maravilloso porque los hombres y las mujeres nos complementamos incluso en cuanto al pensamiento o cómo analizamos diversos temas y hay estudios científicos al respecto.

– ¿Qué consejo le darías a otras mujeres y niñas que quieran incursionar en esta área?

“Siempre me cuestiono esto y lo hablo con mis amigos, en el colegio de mi hija, en charlas. Aconsejo que no se dejen llevar por lo que te dicen los otros y que si realmente te gusta la ciencia debes intentar entrar en este mundo científico y no quedarse con el qué dirán. Si uno tiene esa intuición, ese amor por la ciencia tiene que seguirlo. Me gustaría influir en las niñas en que piensen bien antes de decidir la carrera que van a tener en el futuro porque conozco muchos casos en que al final esos jóvenes terminan estudiando carreras tradicionales solamente para complacer a sus padres o bien están motivados por la sociedad o por sus amigos”.

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