Mamás, es hora de recuperar nuestro tiempo libre




Sé que es una experiencia poco común, pero por trabajo hace algunos años me mandaron una semana a Aruba. Yo venía terminando el posnatal de mi hija mayor, y la verdad es que el viaje me vino muy bien. No fue fácil dejarla tan chica, pese a que se quedaba con su papá y que por algunos días se irían donde mi familia, porque las mamás, por lo general, sentimos –y sabemos- que durante ese primer año de vida somos el lazo más fundamental de esa guagua. Pero no me quise perder la oportunidad de viajar, más encima a un lugar al que ni en mis sueños hubiera ido, por lo que hice una maleta con saca leche incluido, y partí.

Parte de lo que tenía que hacer en la isla era recorrer sus playas y distintos atractivos turísticos, siendo uno de ellos Baby Beach, una laguna artificial ubicada al sureste, ideal para familias con niños pequeños por sus pocas olas y profundidad. Y aunque me bañé, lo pasé bien y compartí un rato súper ameno con el resto de las personas que me acompañaban, el disfrute no fue máximo porque no podía dejar de pensar que yo no tenía que estar ahí sin mi hija. Que ella hubiese disfrutado mucho de la playa, se habría mojado las patitas feliz y habría comido fruta llena de arena. Me sentí culpable por estar pasándolo tan bien.

Hoy tengo, además de esa niña que ya va a cumplir 5, un hijo de dos años y medio. Mucho antes que ellos nacieran, me enamoré de salir a correr. Luego con el tiempo, esa pasión se convirtió en una mezcla entre correr y hacer otro tipo de entrenamiento, pero podríamos decir que salvo algunas pausas, en los últimos ocho años el deporte ha sido parte de mi vida, lo que se convirtió en una complicación más durante la cuarentena, porque armar mi gimnasio casero implicó hacer deporte cuando a los niños no les molestara. Ahora que existe la banda horaria matutina, agradezco mucho que comience temprano, porque me permite salir a correr mientras mi familia duerme. Salvo algunas ocasiones en las que se han despertado antes de tiempo, el hecho de que yo no esté por una hora o una hora y media no afecta en lo absoluto a sus rutinas ni a su vida, porque cuando despiertan yo ya estoy ahí con ellos.

¿Podría salir una o incluso dos horas más tarde y hacer el mismo ejercicio? Sí, claro. Pero no estaría ahí para hacerles el desayuno –los sábados comemos panqueques-, o para regalonear un rato antes de que se levanten. Y sé que posiblemente a ellos tampoco les importaría, pero es algo que está dentro mio, y que me cuesta manejar. Yo creo que, entre muchos otros factores, se debe a que mi mamá no salía a trabajar de forma remunerada –pero vaya que trabajaba en la casa–, y siempre estuvo ahí para todo: para el desayuno, para el almuerzo, para ir a buscarnos al colegio, hacer las tareas, para decirme buenas noches antes de dormir. Y el hecho de tener que trabajar, a veces fuera de casa y en otras sentada en el comedor que se convirtió en mi escritorio, pero sin poder ponerles la atención que siento que necesitan, me genera una culpa tremenda.

Cuando empezó la cuarentena del año pasado, publiqué una columna en la que contaba que mi hija se había enojado conmigo porque le dije que no podía jugar con ella en un momento en el que estaba ocupada trabajando. Cuando la publicamos en Facebook, una persona comentó: “Bueno, y qué le costaba a esa mamá pararse un rato a estar con su hija”. Pues resulta que sí había estado con ella, harto rato, pero esto ocurrió cuando por fin me había logrado sentar a trabajar. Pero igual cuando leí ese comentario se me apretó la guata, porque ya había hecho el trabajo de conciliar la decisión de seguir trabajando pese a los reclamos de mis hijos, y esa apelación me llevó a cuestionarlo todo de nuevo.

Cuando se es mamá es difícil tomarse un tiempo para una sin sentirse culpable, especialmente en el contexto actual, donde sabemos lo mal que lo están pasando los niños, niñas y adolescentes, y lo mucho que necesitan de nuestro apoyo. Lo impactante es cómo se ha transformado ese tiempo para una. Mientras que hace unos años podía ser –en mi caso– salir con amigas y dejarlos con el papá, o ir a una carrera que me iba a mantener ausente durante varias horas, o incluso la “patudez” de tomarme un baño de tina con ellos despiertos, hoy el tiempo para mí a veces es simplemente ir al baño con la puerta cerrada, o transcribir una entrevista completa sin que me interrumpan porque quieren jugo.

Y eso no puede ser. Hoy, como todos los primeros miércoles de mayo, la comunidad médica y psicológica concientiza sobre la importancia de la salud mental materna. La psiquiatra del centro Ser Mujer, Soledad Ramírez, cuenta que la idea detrás de esta campaña es “sensibilizar acerca de la necesidad de políticas mejores y más integrales de salud emocional para las madres, y mejorar los recursos que se invierten en ellas. En Chile adherimos a esta propuesta, cuyo lema es: ‘La salud mental materna importa. Involúcrate’, y hacemos un llamado a tomar conciencia sobre la relevancia del bienestar materno para toda la comunidad”.

No podemos pensar en salud mental sin tiempo libre, para hacer lo que queramos con él. El ocio también es un derecho de las mamás, y tenemos que recuperarlo, incluso en estos tiempos en los que se hace más difícil hacerlo. Y por eso es tan importante dejar ir ciertas preocupaciones o aprehensiones. Soy de la idea de que si es necesario pasarles el celular o ponerles la tele más tiempo de lo recomendado a los niños para que podamos sentarnos a leer un libro, o para tener una conversación adulta con nuestra pareja, hagámoslo. Hay días en los que quizás nos queremos preparar un almuerzo más elaborado y que nos tome más tiempo, y si eso implica que durante ese día los niños van a almorzar fideos con salsa y queso rallado, que así sea. Y si necesitas apoyo psicológico, pero te duele pagarlo porque no vas a poder comprar juguetes la próxima vez que vayas al supermercado, van a sobrevivir sin problemas con un Paw Patrol menos, pero tú sí necesitas ayuda.

El dicho “lo mío es tuyo y lo tuyo es mío” aquí no puede aplicar. Mi tiempo libre es mío, y aunque la mayor parte del tiempo sí voy a querer compartirlo con mis niños, o de frentón regalárselos, hay veces en las que lo voy a querer para mí, y aunque me cueste, voy a reclamarlo. Y lo más gracioso de todo, es que no lo hago solo por mí, también lo hago por ellos, porque me necesitan bien y sana, y no hecha un atado de nervios.

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