María Jesús Figueroa y su experiencia cuidando a menores embarazadas en Kenia




A los 24 años María Jesús Figueroa decidió viajar a 11.700 kilómetros de Santiago para hacer un voluntariado en Kenia.

Se había enterado de la existencia de una fundación cuya misión era acompañar y ofrecer oportunidades de crecimiento a embarazadas, madres y jóvenes en contextos vulnerables. Se trataba de la Fundación Maisha, donde había dos enfermeras matronas, al igual que ella, y le llamaba la atención estar en un lugar tan lejos de casa haciendo algo relacionado con su carrera.

“Desde segundo año estudiando en la universidad comencé a preguntarles qué fueron a hacer a Kenia, cómo era el país, cómo era la cultura, cómo era la gente y si esa iniciativa iba a seguir. Ahí les expresé, junto con mi mejor amiga, las ganas que tenía de aportar en el proyecto”, recuerda.

Llegaron en agosto de 2018 como enfermeras matronas en terreno que hacían un poco de todo. La idea original era irse por cuatro meses, pero María Jesús decidió quedarse ocho. “Se pasó muy rápido. Me gustó mucho el país, el trabajo que estábamos haciendo, me inspiró mucho Domitila Ayot (la fundadora de Maisha)... Por eso quise quedarme más y solo después de ocho meses regresé a Chile para terminar mis estudios”, comenta.

Pasó el año 2019. El 2020. El 2021. María Jesús se casó y seguía con ganas de volver. De regresar a Kenia, de seguir apoyando a las mujeres del país, de hacer crecer la fundación. Hasta que en 2022 se dio esa oportunidad: le ofrecieron el cargo de coordinación en terreno y a su esposo Felipe, un espacio en el área de finanzas.

No pensaron dos veces y se fueron.

La realidad en Kenia

En Kenia las altas tasas de violencia sexual, el limitado acceso a a planificación familiar y la pobreza lleva a que alrededor del 40% de los embarazos sean no deseados.

En el país, el aborto es ilegal salvo si la vida o la salud de la mujer corre peligro. Si se someten a abortos clandestinos, arriesgan siete años de cárcel. Pero la implementación de la ley, apuntan distintas organizaciones internacionales, es ambigua.

Muchas mujeres con mayores recursos económicos logran interrumpir independientemente de las causales pagando de 200 a 800 dólares en clínicas, reporta el diario El País. Sin embargo, el 90% de los kenianos vive con menos de 5 dólares al día.

Los abortos clandestinos son más baratos, pero exponen a las mujeres a sustancias químicas o procedimientos peligrosos y muchas veces letales. De acuerdo con datos del Hospital Nacional Keniata de Nairobi a Reuters, se han atendido a jóvenes que han usado rayos de bicicleta, palillos de tejer, lápices o tomado detergente o una sobredosis de píldoras para la malaria en sus intentos de interrumpir el embarazo.

Ese contexto fue lo que motivó a María Jesús a actuar: “No es que en Chile no haya necesidades, hay muchísimas. Pero he visto que el sistema público, en términos generales está súper bien encaminado; existe la violencia obstétrica, pero en mucha menor medida que en Kenia. En comparación la calidad de atención a las embarazadas en el preparto, los controles, etc., es abismante y eso fue lo que más me movió: mejorar la dignidad y la calidad en la atención de salud en las embarazadas kenianas”.

Poder entregar un cuidado de calidad, aportar para que otros profesionales puedan mejorar su trato hacia las mujeres en esta etapa de la vida que es tan sensible y vulnerable la movió.

Según menciona María Jesús, todas quienes llegan a Maisha son mujeres jóvenes o menores de edad (Kenia es el tercer país del mundo con mayor número de embarazos adolescentes) que quieren seguir con el embarazo. “Nuestro camino para el no aborto o no riesgo vital para las embarazadas es el acompañamiento. Hemos visto que muchas ven como salida un aborto clandestino por el abandono, por la presión de la familia. Pero al final la decisión propia de la mujer es lo más importante, y nuestra respuesta es acompañarlas para que puedan vivir un embarazo en crisis de forma más amena, llevadera y feliz”, explica.

El trabajo diario

Maisha cuenta con una casa de acogida donde reciben a las embarazadas que necesitan salir de su entorno. La fundación habla de “embarazo en crisis”, ya sea por temas económicos, abusos sexuales al interior de la familia o en el entorno, o situaciones de abandono.

“La educación en afecto y la educación en sexualidad desde una temprana edad es muy importante para prevenir embarazos no planificados, pero especialmente para prevenir abusos, identificar casos inseguros, aumentar la comunicación con personas responsables y apoderados”, dice María Jesús Figueroa.

“Me mueve mucho y me gusta mucho la transformación que uno logra ver en estas niñas desde que llegan al centro hasta que se van. Llegan muy asustadas, con mucha incertidumbre, mucho sentimiento de soledad, abandono y el proceso que van viviendo en el tiempo que están con nosotros es muy bonito”, cuenta María Jesús. Cuando se van, las futuras madres se ven contentas. Han crecido en conocimiento sobre cómo llevar su maternidad y también en cómo ser mujeres más empoderadas.

Recuerda el caso de una menor que estuvo seis meses en la Fundación. Su transformación, dice, fue impresionante. “Pasó de ser muy asustadiza a ser de las más risueñas, de las más participativas de las clases. Poder estar con ella, enfrentar con ella sus miedos y sus preocupaciones, la contención desde un embarazo hasta que tenía a su guagüita en brazos de forma sana, fue hermoso”, detalla.

Otro elemento fundamental para María Jesús, aunque reconoce que traerá transformaciones a largo plazo, es la educación sexual y afectiva que entrega Maisha. “La educación en afecto y la educación en sexualidad desde una temprana edad es muy importante para prevenir embarazos no planificados, pero especialmente para prevenir abusos, para identificar casos inseguros, para aumentar la comunicación con personas responsables y apoderados”, dice.

Mientras tanto, cree firmemente en el acompañamiento incondicional de las embarazadas en Kenia. “Estamos mostrando -y seguiremos haciéndolo-, que da lo mismo el pasado de las niñas, los errores que hayan cometido, lo que hayan pasado. Lo importante es que construyamos la persona que quieren ser en el futuro, el tipo de madre que quieren ser. Debemos, como sociedad, acompañarlas y mostrar nuestro apoyo incondicional a quienes están sufriendo”, concluye.

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