Ser una madre judicializada




La maternidad nos desafía día a día, sobre todo cuando no existe coparentalidad; los esfuerzos se redoblan y en ocasiones, a eso se suman diferentes realidades. Una que hemos visto mucho en el último tiempo en nuestro rol de abogadas, es la cantidad de madres que, además de estar solas, están expuestas a una constante judicialización.

Hace poco nos pasó. Llegó una mujer, madre de una pequeña niña, que quería salir de vacaciones fuera de Chile en compañía de su hija. Al iniciar proceso para solicitar la salida del país, el padre la demandó por el cuidado personal de su hija, niña que no veía hace años y donde todos los informes de causas anteriores daban cuenta de situaciones de vulneración de derechos, además de una alta deuda por pensión de alimentos. El simple hecho de planificar unas vacaciones se transformó en un proceso judicial de más de dos años, con cientos de cuestionamientos a la maternidad, cuidados y capacidades de la mujer como madre, finalmente la Corte Suprema dictaminó que la tuición a favor de la madre, pero el desgaste de la judicialización extrema transformó un pequeño sueño en una pesadilla llena de consecuencia.

En cada uno de los casos y experiencias que conocemos e interiorizamos, las madres son llevadas a un proceso judicial, poco amigable, en donde el foco se transforma en algo muy doloroso y preciado para ellas, el cuestionamiento de su maternidad. Y en un abrir y cerrar de ojos se encuentran en un lugar (procesal) donde no tienen salida y desde ese momento, deben ser las mejores guerreras, porque esto ya no se trata solo de ellas, sino que de la defensa de sus hijos e hijas.

Pero la judicialización no es simple, no implica solo el cuestionamiento de la maternidad y el costo emocional de este hecho, sino que requiere hacer una gran inversión económica para hacer frente este tipo de demandas, partiendo con los propios abogados(as). También es necesario en este tipo de juicios invertir en peritajes sociales, psicológicos, psiquiátricos, toxicológicos, contables, entre otros. Esta es la primera barrera de entrada que sufren las madres, entendiendo que es un hecho que existe brecha salarial entre hombres y mujeres. Para una mujer, madre, trabajadora, afrontar el sistema judicial se hace muy caro.

Luego, viene otra gran dificultad, el tiempo que implica estar judicializada. Estamos viendo que los juicios se demoran entre un año y medio a dos años. Esto implica que hay que tener disponibilidad –y para eso pedir permisos laborales o dejar de trabajar– para la asistencia de audiencias y para la realización de peritajes. Hay peritos que citan durante cuatro días seguidos, con la imposibilidad de decir que no, porque te están evaluando. ¿Qué hace esa madre con su trabajo? ¿Pide vacaciones, permisos laborales? ¿Qué va a pensar el empleador, mejor pierdo mis vacaciones en esto? Todos estos cuestionamientos son por los cuales estas mujeres madres deben atravesar. Sin contar lo que implica para los niños y niñas.

Durante todo este tiempo, a esa madre la están evaluando en sus competencias marentales, en sus vínculos, entonces no existe oportunidad de fallar ni de caer, incluso de llorar, porque lo que está en riesgo es el cuidado de los niños, su propia maternidad. Esa madre debe parecer fuerte, una guerrera, a pesar de que o entender por qué está ahí siendo evaluada.

Hemos visto que en el último tiempo se ha dado un fenómeno donde se hace cada vez más usual interponer demandas de cuidado personal sin fundamento; a veces para ganar un cierto espacio de negociación –por ejemplo, para discutir un eventual cuidado personal compartido o los montos de los alimentos– y otras veces, lisa y llanamente, como expresión de violencia en contra de esas mujeres.

Hoy no existe límite alguno para demandar, es decir, una parte lo puede hacer siempre cuando crea que tiene un legítimo derecho que lo avale para accionar, lo que implica que el tribunal de familia no tiene ninguna herramienta legal para evitar este tipo de demandas sin fundamentos. Según nuestra experiencia como abogadas, pero también como mujeres, es de vital importancia impulsar una reforma legal que le otorgue a los jueces de familia mayores facultades en este sentido, a fin de que puedan desestimar demandas de plano cuando sean incompatibles con procesos pendientes, cuando no exista fundamento plausible para la interposición de la acción, o cuando no exista proporcionalidad entre la demanda principal y la reconvencional.

Urge generar mecanismos para evitar que la judicialización y la sobre judicialización se transforme en un mecanismo más de violencia hacia las madres, y sus hijos e hijas. Pero sobre todo para que estas madres dejen de vivir como si estuvieran en guerra.

** Alexandra y Javiera son abogadas del Estudio Jurídico M+F, que se dedica a orientar y ayudar a mujeres.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.