Cuando O’Higgins fue herido y se escapó una victoria segura: la historia de la sorpresa de Cancha Rayada

Cuando O’Higgins fue herido y se escapó una victoria segura: la historia de la sorpresa de Cancha Rayada

El 19 de marzo de 1818, los patriotas se vieron sorprendidos por un ataque nocturno de los realistas, quienes en la previa estaban en condiciones mucho más desfavorables. El saldo fue una derrota que parecía improbable. Acá la historia.


Tras la victoria patriota en Chacabuco, el 12 de febrero de 1817, la independencia de Chile comenzaba poco a poco a quedar más asegurada. Con Bernardo O’Higgins instalado como Director Supremo, más el apoyo de José de San Martín y el Ejército de Los Andes, la idea de los jefes patriotas era forzar una batalla decisiva con los realistas y vencerlos de una vez.

Y la oportunidad parecía cerca. Tras unas cuantas escaramuzas, el virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela, envió una expedición a Chile con el fin de reconquistar el territorio, tal como en 1814. Al mando puso a un viejo conocido, el brigadier general Mariano Osorio. El mismo que había derrotado a los patriotas en Rancagua, cuatro años antes.

La expedición desembarcó en Talcahuano en enero de 1818 y avanzó hacia el norte con un ejército que superaba los cuatro mil hombres, en que incluso venían tropas del afamado batallón Burgos y del Infante don Carlos. Pero eran los únicos con experiencia en batalla. El resto, eran muchachos que apenas podían cargar los pesados fusiles en las marchas.

Mariano Osorio.

“La instrucción exceptuando el Burgos y el Infante Don Carlos, era poca y su aptitud para pelear desconocida, fuera del Concepción y Dragones de la Frontera, que defendieron Talcahuano los demás no habían estado en Campaña. Las tropas de la península estaban en estado de engreimiento, que no querían ni mojarse los pies para pasar los ríos”, relata un oficial de Osorio en una carta.

A diferencia de 1814, cuando Osorio enfrentó a unos patriotas divididos entre O’Higgins y los Carrera, ahora estaban mucho mejor organizados. El Ejército de Los Andes mostraba un mando centralizado, con José de San Martín a la cabeza, y divisiones bien apertrechadas. Además, tenían cerca de 8 mil hombres, el doble de los realistas, además de 33 cañones, versus los 14 de las fuerzas de su majestad.

La batalla

La idea de los jefes patriotas era atraer a Osorio a la ribera norte del Maule. Ahí, pensaban, tenían ventaja y podrían acabar de un solo golpe con el ejército realista. Las tropas de O’Higgins y de San Martín se encontraban acantonadas en Chimbarongo, los patriotas superaban los seis mil hombres y con la ventaja de que varios de ellos ya sumaban experiencia en combate, tras pelear en Chacabuco y las batallas posteriores. Mientras, hacia fines de febrero Osorio entraba sin oposición en Talca que había sido desocupada por O’Higgins antes de partir al encuentro de San Martín.

La batalla se acercaba. Osorio cruzó el Maule y de a poco comenzaron las escaramuzas entre las avanzadas de los ejércitos que se encontraban muy cerca uno del otro. Por ejemplo, un destacamento del coronel realista Joaquín Primo de Ribera enfrentó a una partida patriota a cargo del coronel Ramón Freire. El primero se impuso y logró dispersar al chileno. Parecía una victoria.

Sin embargo, los exploradores comentaban otras noticias en el campamento hispano: el Ejército patriota era superior, estaba muy bien equipado y contaba con jefes competentes que seguían un mando único, a diferencia de las rencillas anteriores. Estaban mucho mejor preparados que en 1814. Ante eso, Osorio se dio cuenta de que cruzar el Maule había sido una imprudencia y decidió replegarse hacia el sur. Pero no contaba con que San Martín ordenó perseguirlo para cortarle la retirada y forzarlo a combatir. Sabía que con esa estrategia podría ganar. Olía el triunfo, era cosa de tiempo. Pero a su pesar, el brigadier Balcarce, encargado de la maniobra, no aprovechó su ventaja y la realizó mal. Enfurecido, San Martín lo relevó del mando. Por eso, Osorio pudo escapar y replegarse en Talca.

General José de San Martín

Así, los patriotas decidieron pasar la noche en el faldeo de los cerrillos de Baeza, en una explanada llamada Cancha Rayada. “Aunque se permitió a los soldados tomar algunas horas de descanso para reponerse de Ias fatigas de los dos días de marcha acelerada, debían conservar la formación y tener cada cual el fusil a su lado”, señala Diego Barros Arana en el tomo XI de su clásico Historia general de Chile. Se distribuyeron en tres divisiones; una al mando del argentino Hilarión de la Quintana, otra a cargo de O’Higgins y la tercera con el mismo San Martín a la cabeza.

Mientras tanto, en el bando realista, se efectuó una reunión de los oficiales a la medianoche del 19 de marzo. El general Osorio se mostraba vacilante ante la superioridad del enemigo. Se había dado cuenta que una batalla a campo abierto era un suicidio, y que atrincherarse en Talca a la larga derivaría inevitablemente en derrota. Por ello, el general José Ordóñez propuso un plan audaz. Atacar por sorpresa esa misma noche a los patriotas con el fin de dispersarlos. Osorio aprobó el plan. Era su única oportunidad.

Sabían dónde se encontraban los patriotas, los habían visto. “Al caer la tarde habían observado desde los campanarios la posición que ocupaban los patriotas, y conocían, por tanto, el punto sobre el cual debían dirigir el ataque”, señala Barros.

Bernardo O'Higgins

Y se pusieron manos a la obra. A las 19.30 Osorio comenzó a reunir a la tropa, con el mayor silencio y sigilo posible. A las 20.00 salieron desde Talca las fuerzas comandadas por Ordóñez, cubiertas solo con el manto negro de la noche maulina. A estas alturas, y gracias a sus exploradores, San Martín ya estaba enterado de que venían los realistas. Por ello, ordenó cambiar de posición al ejército. La división de la Quintana lo logró, pero mientras la de O’Higgins comenzaba a moverse, ocurrió el desastre.

Fue la división de O’Higgins la que se llevó la mayor parte de los embates. Incluso personalmente porque fue herido en un brazo por una bala. Su caballo había sido baleado, y cuando intentaba subir al de su ayudante recibió el impacto que le fracturó un hueso. Estuvo a punto de ser tomado prisionero por los realistas, de no mediar la intervención de los jinetes patriotas. Confundidos y aterrorizados, los soldados patriotas comenzaron a desbandarse en medio de la oscuridad, disparando sus armas contra lo que vieran.

Pero no todo fue malo. El coronel Juan Gregorio de Las Heras logró salvar la división del herido general chileno y retirarla de lugar. Y otro coronel, Manuel Blanco Encalada, logró poner a resguardo la artillería. Fue victoria realista que logró justamente el objetivo de que los patriotas se desbandaran. En la huída, los exhaustos y malheridos soldados comenzaron a difundir un oscuro rumor: que O’Higgins y San Martín habían muerto.

Pero ni el uno ni el otro habían perecido. Con éxito, lograron llegar a San Fernando. Desde allí, el general argentino envió una carta a Santiago para tranquilizar los ánimos. Pero O’Higgins, herido y afiebrado, decidió marchar de inmediato a la capital para poner fin a los rumores y evitar cualquier calamidad en el gobierno. De hecho, el mando se había entregado de manera temporal al general Luis de la Cruz y a Manuel Rodríguez, como directores supremos. Este último, había comenzado a organizar a sus famosos Húsares de la muerte.

Tras el regreso de O’Higgins, comenzó a organizarse todo para dar la batalla decisiva que quería San Martín y que no pudo pelear en Talca. Así, el 5 de abril de 1818 obtuvo la victoria en Maipú y pudo consolidar la independencia de Chile. Hasta esos llanos llegó el todavía herido O’Higgins para abrazar a su amigo. Pero esa es otra historia.

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