Como en una fábula, dos ejemplares caninos hembras adquieren voz en las escalinatas de una biblioteca, en España. Ambas tienen nombre, Lina y Luna, pero no necesariamente son equivalentes a su trasunto humano, Meruane y Miguel, chilena y española, respectivamente. Reunidas por la casualidad, Inician un perruno diálogo que cruza principalmente el feminismo. O en rigor, los feminismos. Sí, es que hay más de uno. De hecho, cada una representa una forma distinta de pensar.

Al hablar de ideas, la mirada siempre va por defecto al ensayo. Como sabemos, es el formato favorito para sustentar las ideas. El más moldeable, el más plástico. Pero Lina Meruane opta por ir más allá, lo estira con todas sus posibilidades y sitúa a ambas cánidas femeninas en un ensayo ficcionado. Es lo que vemos en su nuevo libro, Coloquio de las quiltras. Argumentos caninos ante las crisis del feminismo, un volumen breve que acaba de publicarse vía Debate. Su mayor mérito es abordar ideas de un modo accesible, lejos de la pretensión intelectual. Al alcance de cualquier lector.

Como suele ocurrir, la idea surgió de modo casual. Así lo cuenta la misma autora a Culto. “Mi Coloquio de las quiltras fue primero una conferencia que escribí para dos eventos, uno en Casa de América, en Madrid, y el otro en la Universidad de Salamanca. Caían en la misma semana y por lo tanto junté en un mismo texto los dos temas de los cuales se me pedía hablar: la situación de las mujeres escritoras contemporáneas y la violencia simbólica contra las mujeres. Pero una conferencia dura media hora y me quedé con más asuntos a los que hincarles el diente, ahí se me ocurrió que podía ser un pequeño libro”.

En este libro, Meruane vuelve a una idea muy suya y que le ha dado un sello como escritora: la de mezclar géneros. Y en este caso, termina logrando un libro de ideas en voces de dos personajes ficticios, ¿por qué dos quiltras? Meruane nos explica: “Por esos días me hallaba releyendo para una clase el Coloquio de los perros que Miguel de Cervantes incluyó en su libro Novelas ejemplares, es un texto muy filosófico y muy moderno del año 1612, incluso moderno para nuestro tiempo. Se me ocurrió que en vez de escribir una charla tradicional podía usar un soporte ficcional a la manera de Cervantes. Y también a la manera de la escritora puertorriqueña Rosario Ferré, quien hizo, el siglo pasado, una versión de dos perras que discuten la problemática representación de las mujeres en las obras del Boom. Solo que Cervantes pone dos perros a hablar y Ferré, a dos perras finas, mis perras son quiltras”.

En el subtítulo dice: “La crisis del feminismo”. ¿Por qué? ¿De qué manera se ha expresado esa crisis?

El feminismo agrupa a una serie de ideas elaboradas por y para las mujeres, en el feminismo hay muchas posiciones políticas e incluso corrientes que se contradicen. Por eso hablamos hoy de feminismos. Entre esas corrientes hay un feminismo mujerista, que cree solo en la defensa de aquellas nacidas mujeres, y otros más abarcadores, el transfeminismo, que defiende los derechos de las personas trans y el feminismo interseccional, que se ha abierto a la protección de todos los grupos vulnerados, las personas negras o marrones, las personas pobres, las personas con capacidades diferentes, etc. Y hay feminismos contrarios a la prostitución y otros a favor de la protección de los derechos de las trabajadoras sexuales.

En este libro, ¿te interesaba poner en el tapete ese choque en parte generacional entre dos visiones del feminismo?

Absolutamente. Dentro del feminismo hay unas que consideran que exponerse físicamente es volverse objeto de consumo de la mirada patriarcal y otras, en general más jóvenes, que reivindica todas las libertades relativas a sus cuerpos, desde el derecho al aborto hasta la posibilidad del escote y la minifalda y el color rosa negado por las otras. Yo me formé en el primer grupo y me he visto involucrada en estos debates, incluso en airadas polémicas sobre cómo debe presentarse públicamente una mujer para ser considerada en serio y, por extensión, cómo debe posicionarse autoralmente una escritora. Esos debates me obligaron a reflexionar y a revisar mi posición, y a considerar esas otras maneras de sentir y vivir el feminismo. Incluso te diría que uno de los asuntos centrales de mi ensayo es la necesidad de pensar todo a contrapelo y de partir siempre por repensar las propias posiciones.

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¿En cuál de las dos veredas -la ultrafemenina o la más “clásica”- te ubicas tú?

Ni en una ni en la otra, en ese diálogo entre estas quiltras estoy discutiendo conmigo misma, con mis propias ideas, y estoy considerando todos los argumentos. Estas quiltras me hicieron reflexionar muchísimo. En la cuestión del perreo, por darte un ejemplo, la más joven acusa a la más vieja de rechazarlo y Lina acaba haciendo una pequeña confesión sobre su relación con la sensualidad de ese baile y con las letras de esas canciones.

¿Hay un elemento de clase en esta dicotomía como lo sugiere la quiltra Luna?

Sin duda, y la acusación que Luna le hace a Lina es que rechaza (o rechazaría) el perreo por una posición clasista e incluso racista que sin duda puede estar en lo que rechazamos. Me interesaba no olvidar cuánto importan nuestros lugares de privilegio, aunque sean privilegios relativos, en relación con tantos temas: como seres humanos, las feministas podemos ser contradictorias y equívocas, podemos discriminar y debemos estar siempre atentas.

¿Crees que el feminismo hoy sigue teniendo el mismo peso que en 2018, por ejemplo?

Pienso que los feminismos han tenido un impacto muy significativo sobre todo en el pensamiento de las mujeres más jóvenes e incluso de hombres más jóvenes, y eso, espero, tendrá un efecto duradero. Cuando yo tenía 21 años, es decir, hace más de tres décadas, mis contemporáneas se reían de mi feminismo, porque les parecía que todo estaba resuelto; yo sabía que había mucho todavía por hacer y pienso que todavía hay mucho por hacer.

¿Han existido errores en la comunicación del feminismo? Pienso en las Caletas con perspectiva de género del gobierno, por ejemplo, que parece un concepto algo lejano para alguien no instruido.

Todo pensamiento político y toda disciplina del conocimiento desarrollan un lenguaje propio, maneras de nombrar y de expresar conceptos. Nuestra responsabilidad como intelectuales es permitir que quienes nos leen y nos escuchan puedan acceder a esas ideas sin tropezarse con un lenguaje demasiado críptico y, a la vez, sin que un lenguaje supuestamente accesible trivialice la profundidad y la complejidad del asunto. No siempre es fácil esa transición, y no estoy por darme ni darle latigazos a nadie cuando falla la comunicación de las ideas: estoy en contra de las actitudes punitivas. Lo que me parece importante es aprender de los errores e implementar otros modos de difusión de ideas complejas que, por otra parte, a veces ni tan complejas son, porque surgen de experiencias vividas y compartidas.

También se aborda el tema de la redefinición de los cuerpos, lo transespecie en las quiltras y otros personajes, y lo transgénero. En esto último, hay una crítica a la escritora colombiana Carolina Sanín, quien ha sido dura con las mujeres trans. ¿Qué piensas de las Terf?

La posición de Sanín y los efectos de su posición las desarrollo, con bastante extensión, en mi ensayo en la crítica a un personaje llamado Canín y sería largo de reproducir aquí; para decirlo en breve, pienso que las terfas están protegiendo un territorio que creen necesario defender, pero que están equivocadas y que acabarán dándose cuenta de que las personas trans no son sus enemigas, de que no quieren arrebatarles nada, que, de hecho, son las personas más vulnerables en el espectro del género, y que debemos considerarlas, en principio, nuestras aliadas.

Lina Meruane, escritora chilena Foto: Luis Enrique Sevilla

A Sanín se le sometió a una cancelación. Qué piensas sobre eso?

No pienso que a ella se la haya cancelado, en un sentido estricto, porque como dice Gonzalo Torné, a quien cito, la cancelación implica “retirar el apoyo moral, financiero, social y virtual”, e incluso implica silenciar completamente a alguien. Nadie le quitó la voz a Sanín: la editorial decidió no incluirla en su catálogo porque ni los editores, ni los autores de la editorial, querían ser cómplices de unos dichos que violentaban a mucha gente. no solo a las personas trans sino a toda suerte de personas vulnerables. Sanín se quedó con el adelanto y se llevó sus libros a otra editorial, y es una voz muy escuchada, tiene muchos defensores. Tiene sus propios canales de difusión, no está silenciada.

En una parte, una de las quiltras dice: “Es una vida muy perra la literaria”. ¿Es tan así? considerando la mayor visibilidad de las autoras.

No es la única vida perra, pero es bien perra la vida literaria. En el sentido de muy esforzada y peleada, muy mal remunerada y en la que una tiene mucho en contra. Salvo casos, muy excepcionales, la escritura se lleva en paralelo al trabajo asalariado, y a espaldas de la vida familiar y afectiva. ¡Y para qué decir del ocio! Si hasta contestar esta entrevista me ha tomado un par de horas de la tarde en que debería estar corrigiendo los ensayos de mis alumnos, por ejemplo. Y el feliz hecho de que muchas escritoras ahora tengan mayor visibilidad no implica que sus vidas sean menos difíciles.

Abordas la idea de ciertas feministas de no leer escritores. ¿Cuál es tu postura?

No sé a cuántas mujeres representan pero sé de algunas jóvenes que han decidido no leer más a los escritores, en parte porque los leyeron en exclusiva en los años de su educación, y en parte, porque consideran que todos tienen visiones patriarcales. Lo que quieren es conocer las escrituras de las escritoras, como si un texto, por haber sido escrito por una mujer, garantizara que no tendrá discursos oficiales y patriarcales. Como dice la perra Lina: si dejamos de leerlos “nunca entenderemos qué ideas nos han formado y deformado, contra qué ideas hemos tenido que forcejear, qué ideas nefastas siguen vigentes en el texto cultural. Borrarlos no solucionaría absolutamente nada”.

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