La obra de Makoto Shinkai, director japonés de series animadas, se caracteriza por tres cosas: melancolía, animación sublime y un tratamiento singular del amor. Su última película, Kimi no nawa, fue un éxito de taquilla tanto en Japón como en el resto del mundo, en donde de inmediato comenzaron a catalogarlo como el próximo Hayao Miyazaki.

Y no, Makoto Shinkai no es ni será el próximo Miyazaki. No porque no tenga el talento o compararlo con el cofundador de Ghibli sea algún tipo de ofensa: ocurre que lo único que tienen en común ambos directores es que hacen cine de animación, porque no hay similitud alguna en sus estilos.

Si Miyazaki es esperanza y deseos de un mundo mejor, Shinkai es melancolía y nostalgia. Con cinco películas que no duran más de dos horas —la mayoría con suerte pasa los 60 minutos de duración—, Makoto desarrolló un sello muy propio que está ligado tanto a la temática de su obra, como a su estilo de animación.

Si bien Kimi no nawa es su película más exitosa, la obra más representativa de Shinkai es 5 centímetros por segundo, que, a pesar de haberse estrenado en 2007, ya se convirtió en un clásico y representante crucial de la animación nipona.

En 63 minutos, 5 centímetros por segundo cuenta tres historias protagonizadas por Takaki Tōno, que relatan su paso del amor adolescente, intenso e inocente, hasta la melancolía del romance que pudo ser y la vida que nos gustaría tener.

A pesar de tener colores brillantes, trazos suaves y animación delicada, como toda la obra de Shinkai, 5 centímetros por segundo no es una historia feliz, y no lo es en ningún momento. La película es una ilusión destinada a morir, porque el amor para Shinkai es eso: una ilusión que debes disfrutar, pero de la que no hay que esperar algo a cambio.

Ese mantra cruza toda su obra y se refleja aún más en El jardín de las palabras, la única película del director que es una queja contra su país. Aunque a diferencia del reclamo que cruza toda la filmografía de Miyazaki, ligado al medio ambiente, Shinkai protesta que los japoneses han olvidado la esencia real del amor y han comenzado a occidentalizar el sentimiento.

El amor, según Shinkai, es uno que ama solo por el deseo de amar, que no espera nada a cambio, que no exige ni demanda, que vive de la melancolía de lo que podría ser. Para el director esa es la forma correcta de amar, parte de la tradición japonesa y que se expresa con potencia entre los adolescentes, razón por la que todas sus películas están protagonizadas por ellos.

De alguna forma, la obra de Shinkai es realismo puro, en el sentido de que la mitología nipona no está presente en ninguna parte. Y eso se refleja en su animación, que se basa en lugares existentes y busca ser lo más realista posible.

Shinkai hace películas que ni la animación ni el cine japonés había visto antes. Trata a los adolescentes como entidades impulsivas, pero con sentimientos reales que no deben ser despreciados.

Ver sus películas es una marejada de sentimientos que se contraponen, es groseramente desolador, pero entre todo el desasosiego entrega una calma y tranquilidad difíciles de encontrar en otra parte.

Entonces no, Makoto Shinkai no es el próximo Miyazaki, sino que el primer Shinkai.

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