Revisa pacientemente los dibujos de su libro Testimonos, buscando uno de los chistes que quiere mostrar. Sentado en un costado del living de su casa, Kurt Herdan (1923) mira la publicación que reúne 141 imágenes de su autoría. Son en su mayoría dibujos a lápiz, de finos trazos. En ocasiones temblorosos. Que a través de una particular ironía dan cuenta desde problemáticas históricas hasta su vida personal. Una selección hecha por Daniel Gleiser, Vicente Larrea, Samuel Shats y Gonzalo Leiva, en conjunto con el artista, y que es solo una parte de la innumerable cantidad de dibujos que Herdan guarda agrupados en montones de carpetas que tiene en su casa-taller.

Comenzó dibujando a los 13 años, cuando por una escarlatina cayó meses en cama. "Mi madre me llevaba un diario y yo dibujaba los dibujos que salían", recuerda. De ahí en adelante no se detuvo, y transformó su dibujo en una forma de dispersar las preocupaciones y tormentos que sufrió algunos años de su vida.

Nacido en Austria, Kurt Herdan vivió junto a sus padres en Chernivtsi, capital de Bucovina, región de la Europa Oriental que actualmente se divide en Ucrania y Rumania. Con la invasión rusa ocurrida en 1940, y tras los efectos territoriales del Tratado de No Agresión entre Hitler y Stalin, el dictador rumano Ion Antonescu estableció un ghetto al sur de la ciudad donde fueron hacinados miles de judíos. A los 18 años, Herdan fue separado de sus padres y pasó tres años de trabajos forzados.

Ahí, sobrevivió al maltrato y a las mínimas condiciones de vida, incluso sufrió un accidente que le costó parte de su dentadura. Finalmente, en agosto de 1944 fue liberado. "Los alemanes nos mataron sin duda, a mí me sacaron todos los dientes. Los soviéticos estalinistas anularon mi alma, tanto que me quitaron absolutamente todo optimismo", dice Herdan.

Pero dibujar es lo que lo hace sentir bien, y a eso ha dedicado su vida entera. Las paredes de su casa están llenas de cuadros con dibujos y pinturas, algunos de él y otros de su fallecida esposa, la artista Alicia Blanche. En su taller, guarda cajones llenos de dibujos, grandes telas y pinceles por montones. Su dormitorio está lleno de hojas. No se queda dormido sin antes dibujar cualquier cosa. "Después de haber sido perseguido por las nazis, por los rusos, y haber sufrido bastante, decidí que la única forma en que yo gozo de mi vida es dibujando", señala.

En sus dibujos, algunos con Hitler y Stalin como protagonistas, ha expresado sus ideas. "Eran tipos absolutamente equivocados. Si una persona cree que puede conducir el destino de otras diez, es un tonto o un ladrón. Yo apenas dispongo de mi propio destino", señala firmemente. Pero también parte importante de su obra está dedicada a retratar lo propio de la sociedad, situaciones cotidianas, del espacio público y la convivencia. También, las relaciones de parejas, e incluso su propia historia con Alicia. Todo aquello está en Testimonos.

Como artista, Kurt Herdan se formó en Rumania, Italia e Israel. A Chile llegó en el año 1953 cuando se contactó con sus padres, refugiados en el país. Aquí fue donde conoció al escultor Tótila Albert con quien trabajó largos años. Ya instalado en Chile, Kurt Herdan comenzó a realizar clases de dibujo particulares y durante 14 años enseñó en la Academia de Arte Libre. Más tarde hizo exposiciones tanto en Chile como en el extranjero, y en 1967 llegó a ser Decano de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Chile.

"Recibí reconocimiento internacional, aparezco en la historia del arte, pero nunca fue esa mi intención. Todo eso llegó por sí solo", reconoce Herdan.

En medio de la conversación, le pide a su amigo y ex alumno Daniel Gleiser que lo acompaña, que traiga algunas de sus carpetas de dibujos. Una de ellas lleva la etiqueta "adultos". Ahí guarda dibujos de desnudos. Trabajos en la línea de lo que hizo en la revista Adán, publicada por la editorial ZigZag entre los años 1966 y 1967. Tuvo solo 12 números, y escandalizó a los sectores más conservadores por su contenido confrontacional y libre de tapujos. Herdan se encargaba de los dibujos de la revista.

A sus 94 años, Kurt Herdan sigue dibujando. "Hago puras tonterías ahora, nada serio", dice. Cuenta que ya no pasa tanto tiempo en su taller, porque el médico le prohibió levantar telas grandes por su espalda. Aún así, se impone pasar aunque sean 10 minutos en ese lugar. También trata de salir a caminar. "Me gusta salir. Yo toda mi vida caminé mucho, hoy día me cuesta", reconoce. Si bien vivió momentos complicados, está agradecido de la vida que ha tenido. "A pesar de tres años de campos de concentración, de la persecución soviética y nazi, a pesar de la muerte de mi señora, todas cosas muy dolorosas, miro hacia atrás y gracias a Dios, viví bien".