Sergei Dovlatov aún vivía en Leningrado cuando comenzó El libro invisible. Autobiográfica como toda su obra, en ella el escritor ruso narra su excepcional talento en el arte de coleccionar rechazos literarios. Impregnados de humor, sus textos se estrellaron una y otra vez contra la burocracia de los editores estatales. "¿A quién le pueden interesar las confidencias de un escritor fracasado?", se pregunta al inicio del relato.  "Mi vida tampoco tiene rasgos trágicos exteriores", agrega. "Me casé dos veces, y las dos veces fui feliz. Por último, tengo un perro. Y eso ya es un exceso".

Cuando dejó la Unión Soviética, en 1978, Dovlatov era autor de una novela, siete relatos y centenares de cuentos breves, todos inéditos. "¡A simple vista, más que Gogol!", anota. "Entonces, ¿por qué mi más común, honesta y única inclinación es reprimida por las innumerables autoridades, personas, instituciones del gran estado?".
Exiliado en Estados Unidos, Dovlatov comenzó a publicar en Nueva York, en el ambiente de emigrados rusos, donde se encontraba su amigo Joseph Brodsky, Premio Nobel 1987. Gracias a él y a su indudable talento, encontró acogida en la revista The New Yorker.

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Dovlatov se exilió en 1978 en EEUU.[/caption]

Durante la década de los 80 Dovlatov publicó en EEUU todo lo que le rechazó el canon soviético. Su libro más célebre y el que consolidó su prestigio, La maleta, apareció en 1990, meses después de su prematura muerte, a los 49 años. Tras la caída de la Unión Soviética, su obra por fin llegó a los lectores rusos y hoy es uno de los autores más populares en ese país.

"Brodsky es un poeta y un héroe, pero Dovlatov es una figura mucho más compleja", dijo el realizador ruso Alexei Germain Jr., cuyo filme más reciente está dedicado a Dovlatov. "Era valiente, pero al mismo tiempo no tan valiente; era amado por las mujeres, pero al mismo tiempo amaba mucho a su familia; era más ingenioso. Tampoco él se ve exactamente ruso: es mitad judío, mitad armenio. Era un símbolo sexual; era como Elvis Presley, una leyenda. No tenemos muchas leyendas así. Mucha gente tiene tatuajes de Dovlatov, en sus caras, brazos, en todas partes", agregó el director.

En exhibición en el Centro de Extensión de la UC, Dovlatov recibió el Oso de Plata en el Festival de Berlín 2018. El filme se ambiente en Leningrado a inicios de los años 70 y reproduce el ambiente de encierro y falta de libertades que se vivía. Con fotografía de Lukasz Zal (Cold War), la cinta refleja los esfuerzos de Dovlatov y toda una comunidad de artistas e intelectuales y sus choques contra el sistema. También, la vida bohemia, el humor y las noches de alcohol con que resisten la frustración.

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El grupo de Leningrado no era especialmente antisoviético. Pero Dovlatov, con lucidez e ironía, no dejaba de observar: "Los herederos de Stalin son decepcionantes. En tiempos de Stalin se publicaban libros, y luego se fusilaba a los autores. Ahora ni se fusila ni se publica".

El estreno del filme en Chile coincide con la recuperación de su obra en español: el sello español Fulgencio Pimentel y el argentino Años Luz publicaron recientemente nuevas ediciones de La maleta; Oficio, libro que reúne El libro invisible y El periódico invisible; La Reserva Nacional Pushkin, y ahora anuncia su saga familiar Los nuestros.

Anti trágico

"Mi padre era el director de escena de un teatro dramático. Mi madre trabajaba de actriz en el mismo teatro. La guerra no los separó. Ellos se separaron mucho más tarde, cuando todo estaba bien", escribe en El libro invisible, novela que relata sus años en la Unión Soviética y que junto con El periódico invisible, dedicado a su residencia en EEUU, se reúne en Oficio.

Nacido en Ufa en 1941, Dovlatov abandonó la universidad y fue enviado como guardia en un campo de prisioneros de Siberia. A su regreso, en 1964, compuso La zona, donde recoge su experiencia y anota: "Los guardianes y los ladrones son extraordinariamente similares".

Admirador de Chéjov y de Mikhail Zoshchenko, Dovlatov es heredero de la tradición humorística rusa. Sus relatos ponen la mirada en el absurdo, y a veces en lo ridículo, de la burocracia soviética. Si bien tras la muerte de Stalin ya no se vivía en el terror, la atmósfera para los artistas e intelectuales era sofocante, siempre bajo sospecha: en 1964 le abren un caso a Joseph Brodsky por "parasitismo social".

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Junto a su amigo, el el poeta Joseph Brodsky, Premio Nobel 1987.[/caption]

Esa perspectiva aparece también en El compromiso, donde narra su período como periodista en Tallin, Estonia, encargado de cubrir insignificantes actividades del partido. El único consuelo, observa, es el vodka, porque "una vez que estás borracho, todo el día es libre". Del mismo modo, trabaja luego como guía en el museo y parque dedicado a Pushkin.

A mediados de los 70, su mujer y su hija deciden dejar la Unión Soviética. Dovlatov se queda. "Era difícil decir por qué había decidido quedarme. Obviamente, aún no había llegado a un límite fatal. Aún quería aprovechar oportunidades indefinidas. O quizá aspiraba inconscientemente a ser reprimido. Eso ocurre. El intelectual ruso que no ha estado en la cárcel no vale nada", escribe.
Armando de una maleta con algunas pertenencias, Dovlatov sale de Rusia y tras una escala en Viena llega a Nueva York. Edita un periódico de los exiliados y da a conocer sus relatos y novelas. Su trabajo "es una droga de entrada al humor ruso: veinte por ciento de alcohol, cincuenta por ciento de eufemismo y treinta por ciento de desesperación burocrática", comentó la revista The Paris Review.

"Tu voz es profundamente auténtica y universal. Tenemos suerte de tenerte con nosotros. Tienes grandes dones que ofrecer a este loco país", le escribe Kurt Vonnegut.

Tiempo después de su arribo a Estados Unidos, Dovlatov abre la vieja maleta que había sacado de su país. En ella se encontraban un par de calcetines finlandeses, un par de zapatos regalados por un alcalde de pueblo, un traje, un gorro de piel de nutria, una chaqueta que había pertenecido al pintor Fernand Leger, un cinturón y un par de guantes de chofer. Cada uno de esos objetos inspira una historia sobre su vida en la ex Unión Soviética, un drama atravesado de observaciones sagaces y vestido con el atuendo de la comedia.
"Era admirable sobre todo justamente por su rechazo de la tradición trágica de la literatura rusa", dijo su amigo y Nobel Joseph Brodsky.