Se sabe que Theodor Adorno dijo que después de Auschwitz no se podía seguir escribiendo, porque la dimensión de la tragedia del Holocausto lo impedía. Sin embargo, antes y después se han seguido escribiendo libros, algunos haciéndose cargo de la tragedia. Es el caso de Redobles de tambor, el libro de poesía que Walt Whitman publicó en mayo de 1865. Inspirado en la Guerra Civil estadounidense, Whitman poetizó la tragedia y la dio a conocer al mundo en versos que le han gustado a muchos, como a Pablo Neruda y Raúl Zurita, y disgustado a otros tantos, como a Henry James.

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En una entrevista concedida hace no mucho Zurita dijo que tenía dos poetas muy queridos: Rimbaud y Whitman. El escritor soviético Ilya Erehnburg dice algo similar de las influencias de Neruda: "La poesía de Pablo Neruda no está ligada en nada con la llamada poesía popular; tras ella está la tentación de los siglos, Quevedo y Góngora, Butler y Rimbaud, Whitman y Mayakovsky". Para Zurita los grandes poemas fundan historias y fundan naciones. En el caso de Redobles de tambor, Whitman esto queda claro cuando apela a la fusión entre esa guerra y su libro: "No me cerréis las puertas, orgullosas bibliotecas,/ Pues lo que os faltaba a todas, y más necesitabais, traigo;/ Un libro hecho por vosotros, oh soldados,/ Y para ti, oh alma del hombre, y para ti, amor de camaradas;/ Las palabras de mi libro, nada, su vida, todo;/ Un libro aislado, no encadenado al resto, ni sentido por el intelecto". Esta épica sin duda podría sintonizar en algunos libros de poetas chilenos, más allá de Zurita y Neruda, aunque sus casos son los más excepcionales. Zurita, por ejemplo, canta, ya no por los soldados, pero sí por la patria, por los caídos, por los muertos y los desaparecidos.

En Canto a su amor desaparecido, de este último, se observa esta exaltación: "-Vi gente desgreñada, hombres picoteados de viruela y miles de cruces en/ - la nevera, oh sí, oh sí./ - Moviendo las piernas a todos esos podridos tíos invoqué./ - Todo se había borrado menos los malditos galpones". Whitman, al igual que Zurita, es capaz de elevarse de la tragedia y transformarse en parte de la naturaleza. El poeta norteamericano, de hecho, vuela como un pájaro y recorre el territorio de su nación "para cantar primero (hasta el redoble del tambor de guerra, si fuera preciso)/ La idea de todo, del mundo occidental, uno e inseparable,/ Y luego la canción de cada miembro de estos Estados". Quizá por esto mismo Zurita en la mencionada entrevista señala que "todos al hablar estamos hablando por los muertos, todos somos el puerto de un río inmemorial". En definitiva, para Zurita, el poeta habla por otros, por una generación pero también por una nación, por la humanidad y por la historia de la humanidad: "En cada ser humano está contenida la experiencia de la humanidad entera".

Sin embargo, en su época Whitman tuvo sus detractores y entre ellos estuvo nada menos que Henry James, un autor que además fue detractor de Charles Dickens por no creer que los pobres eran como él los retrataba, de George Eliot por considerar que en su narrativa había mucha filosofía y demasiadas lecturas. Específicamente en Redobles de tambor observa que es evidente que uno de los objetivos del libro es, primero, "celebrar la grandeza de nuestros ejércitos" y, segundo, "celebrar la grandeza de la ciudad de Nueva York". Pero quizá lo que se le escapa a James es que Whitman instala un imaginario llamado Estados Unidos, es decir una nación, pese a la guerra o más bien con la guerra civil incluida. A Whitman no se le escapa que la tragedia ha sido escenario de la historia desde mucho antes, desde cuando que los griegos estuvieron en guerra entre sí, entre Atenas y Esparta (Guerra del Peloponeso).

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Una de las principales críticas de James a Whitman es que inicia "cada línea con mayúsculas al escribir en prosa", porque para él todo este libro es un ejercicio de prosa, y no de la buena; este ejercicio es tosco, y puede ser macabro y torpe, señala. Pese a ello reconoce que es sincero, sublime, "apela al alma del hombre, es la voz de un pueblo". Sin embargo, en la suma y resta es "una ofensa contra el arte. No basta ser macabro y tosco y descuidado, también es necesario el sentido común". Whitman, para James, en pos de persuadir el alma desprecia el intelecto: "En vano, sin embargo, buscamos en su libro una sola idea. No encontramos más que vistosas imitaciones de ideas. A cada página, encontramos burlados el arte, la medida, la gracia, el sentido, y nada claro se nos da en su lugar".

A James quizá le fue difícil de comprender que estaba precisamente frente a una emoción desbordada, donde la idea quedaba en un lugar relegado: primero hay un tono épico, en el que se exalta la guerra como modo de consolidar la democracia así como la gallardía de muchos por pelear por sus ideales; luego esa exaltación cambia hacia una estupefacción por el sacrificio de una generación, y finalmente el libro cierra con un homenaje a la muerte de Abraham Lincoln. Es decir Redobles de tambor atraviesa los cuatro años de la Guerra de Secesión (1861-1865).

En la edición de Editorial Hiperión este libro va seguido de Diarios de guerra, e incluye el famoso poema '¡Oh Capitán! ¡Mi Capitán!', y también aparece en todo lo que hizo en verso, el clásico Hojas de hierba, allí este libro es un capítulo. Para los que no lo recuerdan, '¡Oh Capitán! ¡Mi Capitán!' es el inicio del poema que se lee en la clase de Robin Williams en la recordada película La sociedad de los poetas muertos (1989) cuando el curso despide al profesor que interpreta Williams. Para lo ignoran, el poema continúa de la siguiente manera: "Ha terminado nuestro aterrador viaje,/ El barco ha sorteado todos los escollos y hemos ganado el precio que pedimos,/ El puerto está cerca, escucho las campanas, la gente está exultante,/ Mientras sus miradas siguen la firma quilla, el valiente y audaz navío".

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Si bien se trata de una elegía al Presidente Lincoln, muchos han señalado que el rasgo nacionalista no está presente en este poema; en vez de eso hay un motivo que incluso se encuentra en poemas como los de Mi corazón al desnudo, de Charles Baudelaire, donde hay un par de poemas que dan cuenta de un barco sobre el mar, claro que en el caso de Baudelaire desconocemos la suerte de la embarcación, o si ésta, en palabras de Whitman, ha "sorteado todos los escollos".

Descartado su nacionalismo, no podría hacerse lo mismo con la construcción que estaba haciendo de sí mismo como poeta nacional. En una nota publicada sobre Hojas de hierba se consigna que su autor era consciente del origen artificial de la nación norteamericana, "y no perdía ocasión para reivindicar y honrar la importancia capital de su herencia indígena, anglosajona, francesa o española". En este sentido el enojo de Henry James, que vivió buena parte de su vida fuera de Estados Unidos, se debe a la construcción de poeta nacional que estaba haciendo Whitman: "Ser adoptado como poeta nacional no es bastante para descartarlo todo en particular y aceptarlo todo en general, para amasar una crudeza tras otra, para descargar los indigestos contenidos de tu libro de esbozos en el regazo del público". James pide respetar al público al que Whitman se dirigía y concluye que para cantar "correctamente nuestras batallas y nuestras glorias no es suficiente haber servido en un hospital (por encomiable que sea la tarea en sí), ser agresivamente descuidado, inelegante e ignorante, y estar constantemente preocupado por uno mismo".

La comparación entre Pablo Neruda y Walt Whitman, por último, ha sido materia de más de un estudio y reseña, especialmente después de la publicación de Canto general. Un escritor del Times de Londres los comparó y dijo que "los tonos roncos y estridentes del señor Neruda no son difíciles de imitar. Pero es difícil imaginar para qué sirve una concentración tan estridente e indignación, o para quién se puede recomendar exactamente ese libro". Sin duda Neruda recibió el mismo trato que Whitman y por eso fue considerado como el "Nuevo Whitman". Uno de los poemas incluidos en Canto general que más ha provocado esta comparación es 'Que despierte el leñador', donde Neruda escribe: "Pero yo amo hasta las raíces /de mi pequeño país frío./ Si tuviera que morir mil veces/ allí quiero morir:/ si tuviera que nacer mil veces/ allí quiero nacer,/ cerca de la araucaria salvaje,/ del vendaval del viento sur". Neruda también recurre a la exaltación del paisaje y, también como Whitman, es considerado un poeta nacional.

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Fernando Alegría señaló que "los primeros contactos reales entre Neruda y Whitman no vienen a notarse sino en la poesía madura de Residencia en la Tierra y del Canto general" y agregó que el parentesco entre ambos poetas había que encontrarlo en el autoerotismo. Sin embargo esta característica aparece en Residencia, recalca Alegría, y no en Canto, donde las metáforas se aplican "a la naturaleza americana en un esfuerzo por descubrir la unidad intrínseca del hombre con el paisaje que le rodea". Otro de los puntos en contacto es la fascinación que produce en ambos el mar. En este punto vale la pena preguntarse qué hubiera sido de la poesía nerudiana, o incluso la de Zurita, sin la whitmaniana. Pero otra pregunta más reveladora es qué hubiera pasado si Whitman no hubiera tenido como experiencia directa la guerra civil de su nación o qué hubiera pasado si ésta no hubiera existido. Sin duda él no sería el poeta nacional que es hoy para Estados Unidos, porque entre otras cosas un poeta nacional encarna la historia y la tragedia de su país.